La Biblioteca Privada de Hitler



Mediante los libros que poseía se puede indagar el tipo de pensamiento del dictador nazi. Estos libros ofrecen una especial visión del mundo intelectual del dictador y su evolución personal. Muchos de esos libros contienen escritos a pie de página por el mismo Hitler, con marcas de preguntas, frases claves, puntos de exclamaciones, y comentarios. Aquí está una de las figuras más complejas de la Historia reducida a un lector con un libro y un lápiz. Mediante los saludos en los libros que le regalaban, se puede observar que Hitler era protegido por la elite financiera, social y cultural de Alemania.

El régimen nazi de Adolf Hitler ha pasado a la historia por la censura a los libros, pero se sabe que el dictador era un autèntico bibliotecario y poseìa una importante biblioteca personal. Entre sus libros habìan muchos clàsicos desde el Quijote de Cervantes a Robinson Crusoe, pasando por Shakespeare, però tambien poseìa libros de polìtica y temas religiosos. Obviamente tambièn habìa un gran nùmero de libros antisemitas.

La biblioteca se dispersò luego del suicidio del dictador. Los soldados rusos confiscaron unos 10.000 libros mientras que una parte mas pequeña fue a parar a los soldados norteamericanos. La educaciòn de Hitler fue formada por una larga hilera de libros de su colecciòn privada. Recientemente, centenares de esos libros fueron descubiertos en la biblioteca del Congreso USA por Timothy Ryback, muchos libros con escritos a pie de página por el mismo Hitler, con marcas de preguntas, frases claves, puntos de exclamaciones, y comentarios. Ryback traza el sendero de las frases claves e ideas que llamaron la atención del dictador y que incorporó a sus escritos, conversaciones, autodefiniciones, acciones y discursos.

La biblioteca privada de Hitler se podría considerar como una marca en el estudio del Tercer Reich, ofrece una especial visión del mundo intelectual del dictador y su evolución personal.

Los libros que conforman la Biblioteca de Hitler fueron descubiertos en una mina de sal, cerca de Berchtesgaden, por soldados de la División Aerotransportada 101, en la primavera de 1945. Después de una larga evaluación inicial por militares estadounidenses en Munich, los libros -unos 3.000- fueron embarcados a Estados Unidos y transferidos, en enero de 1952, a la Biblioteca del Congreso. Allí un practicante fue asignado para revisar la colección. “El practicante hizo lo que llamamos ‘desengañamiento’”, explica David Moore, un asistente de adquisiciones alemanas en la Biblioteca del Congreso. “Si un libro no tenía 100% de seguridad, si no había ninguna inscripción para el Führer, él no lo conservaba”. Según Moore, las copias duplicadas fueron enviadas a la división de intercambio y donaciones. Entonces, o bien terminaban en otras bibliotecas o encontraban su camino hacia el mercado libre; los libros no duplicados que no podían ser completamente autentificados eran absorbidos por la Colección General de la Biblioteca del Congreso.

La investigación de Timothy W. Ryback titulada Hitler’s Private Library: The Books That Shaped His Life (2008) nos sumerge en el fascinante mundo de la lectura del Führer y de qué modo los libros terminaron moldeando su personalidad y desequilibrado modo de pensar.

La colección privada de Hitler confiscada por los aliados


De acuerdo con Ryback, el Führer era un lector voraz, y mantuvo ese hábito hasta en los momentos más adversos. Se estima que su biblioteca tenía alrededor de 16 mil ejemplares. Digo se estima porque su colección de libros no sobrevivió entera después de la muerte de su dueño. Gran parte de esta (10 mil ejemplares) fue a parar a Moscú como trofeo de guerra y se presume que fue abierta al público brevemente en 1990 pero luego desapareció sin dejar rastro. Una parte más pequeña fue a parar a manos de los aliados, específicamente a Washington, donde fue organizada y catalogada. Esta parte le ha permitido a Ryback indagar qué tipo de lector era Hitler.

¿Qué leía el Führer? Entre sus lecturas favoritas estaba Shakespeare (autor también favorito de Abimael Guzmán el lider de la agrupación terrorista Sendero Luminoso), cuyas obras para Hitler superaban a los autores alemanes. También leía obras militares, libros esotéricos, novelas; su hábito de lectura le demandaba horas, tiempo durante el cual se encerraba en su estudio o buscaba estar alejado de los demás, tratando de que nadie lo interrumpiese, ni siquiera su pareja, Eva Braun, quien por lo menos en una oportunidad sufrió del mal carácter de Hitler por haberlo interrumpido mientras estaba concentrado en sus libros.

Ryback ha analizado con detalle los títulos de las obras así como las marcas dejadas en los libros, y ha llegado a cotejar y revisar los discursos de Hitler para conocer qué tanto influyó la lectura de estos textos en su forma de comunicarse. Para Hitler, los libros no debían conducir al lector, sino todo lo contrario: como partes de un engranaje que le permitieran confirmar lo que ya sabía. Ya que despreciaba el conocimiento académico, su acercamiento a los libros no buscaba cuestionar su saber previo sino cimentarlo en base a citas, párrafos específicos, pasajes particulares.

La parte individual más grande de la biblioteca de Hitler, unos 7.000 libros, estaba dedicada a asuntos militares, en particular a "las campañas de Napoleón, los reyes prusianos; la vida de todas las figuras alemanas y prusianas que jugaron algún papel militar; y libros sobre cada una de las conocidas campañas militares de la Historia". Otros 1.500 volúmenes versaban sobre arquitectura, teatro, pintura y escultura. "Un libro sobre el teatro español tiene dibujos y fotografías pornográficos, pero no hay sección sobre pornografía como tal en su biblioteca", escribió Oechsner (ex corresponsal de United Press). El promedio de los libros abordaba los más variados temas, desde nutrición y salud hasta religión y geografía, con unos "800 a mil libros" de "simple ficción popular, la mayoría simple basura.

El libro de Timothy W. Ryback titulado Hitler’s Private Library: The Books That Shaped His Life (2008)


Los 1.200 volúmenes que sobrevivieron al proceso del "desengañamiento", se unieron a la colección de libros raros en el tercer piso del edificio Jefferson, donde sin mucha ceremonia fueron identificados por un gran letrero de cartón, que colgaba del cielo y que decía "Biblioteca Hitler. Sólo en este compartimiento. Por favor reponer los libros en el lugar adecuado".

Desde entonces, el letrero ha sido retirado, los libros reubicados en varias ocasiones, y la colección eufemísticamente renombrada como la Colección Tercer Reich. En abril de 2001, menos de la mitad de los 1.200 libros tenía números de la Biblioteca del Congreso, y sólo 200 de ellos estaban listados en el catálogo en línea; los restantes mil títulos estaban ordenados alfabéticamente por autor, en tarjetas amarillas, al interior de un viejo fichero de madera, muchos de ellos aún identificados con los números provisionales asignados a principios de los 50. El Secreto de Zara. Jerry Wager, jefe de la sala de lectura de libros raros, dijo entonces que "procesar esta colección no ha sido una prioridad". Wager es un maestro de la discreción: es circunspecto cuando se trata de revelar los especialistas que previamente han estudiado la colección, y advierte que los libros sólo son solicitados unas pocas veces en el año, generalmente por personas que buscan volúmenes específicos.

Esta omisión de los especialistas que pesa sobre la Biblioteca de Hitler deriva en buena parte de una temprana y errónea percepción, según la cual su importancia biográfica e histórica es limitada. "Revisiones rápidas revelaron muy poco en el sentido de notas marginales, autógrafos u otros aspectos de interés", aseveraba una reseña interna de la Biblioteca del Congreso, publicada en 1952.

"Realmente, parece que gran parte de los libros nunca fueron escudriñados por su dueño". Gerhard Weinberg, una autoridad sobre la era nazi y uno de los primeros estudiosos de la colección, confirma esta aseveración: "Recién estaba haciendo mi Ph.D, y éste fue mi primer trabajo después de la escuela de graduados. Estaba compilando información para la Guía de Documentos de Guerra Alemanes Capturados. Los libros recién habían sido examinados y estaba intrigado por lo que podría encontrar". Para su desilusión, la Biblioteca de Hitler aparentemente consistía mayoritariamente en copias de regalo de autores y editores. "Había pocas pistas de que muchos de estos libros hubiesen sido de su biblioteca personal, y aún menos de que hubiese leído alguno".

Philipp Gassert y Daniel Mattern llegaron a una conclusión similar el 2000. Comenzando en 1995, Gassert -profesor asistente de historia en la Universidad de Heidelberg- y Mattern -editor senior del Instituto Histórico Alemán, en Washington DC- reseñaron sistemáticamente cada volumen de la colección. En la primavera de 2001, Greenwood Press publicó el resultado de su estudio, la Biblioteca Hitler, una bibliografía de 550 páginas que lista cada libro alfabéticamente, con autor y número de páginas. También incluye transcripciones de las dedicatorias manuscritas e indicaciones de qué libros presentan el ex libris usado por el Führer: un águila, una suástica y ramas de roble, entre las palabras "Ex Libris y Adolf Hitler". Este trabajo da el primer mapa para navegar la colección, pero a veces puede dejar a los lectores fuera del camino.

Muy significativa es la descuidada marginalia. En una referencia, Mattern y Gassert advierten correctamente que la Biblioteca Hitler contiene dos copias idénticas de los Ensayos Alemanes de Paul de Lagarde, pero no mencionan la marginalia, a pesar de que en uno de los volúmenes, 58 páginas tienen intrusiones a lápiz. Dado que Lagarde pertenece a un círculo de escritores nacionalistas alemanes del siglo XIX, los pasajes marcados, ciertamente, merecen ser advertidos. En un ensayo llamado "Las actuales tareas de la política alemana", Lagarde anticipa la emergencia de "un hombre singular, con las capacidades y la energía" de unificar a los pueblos alemanes, y hace un llamado para la "reubicación de los judíos polacos y austriacos en Palestina". La última frase fue subrayada y marcada con dos líneas gruesas en el margen.

En ocasiones, la escritura al lado de la página es reconociblemente la dentada cursiva de Hitler. Sin embargo, por lo general, la marginalia se restringe a simples marcas, cuya "autoría" común se sugiere por una intensa línea vertical en el margen o subrayados dobles o triples en el texto, y siempre a lápiz. Ambas cosas estan repetidamente en la colección de la Biblioteca del Congreso como en un escondrijo de 80 libros de Hitler en la Brown University. Los discursos manuscritos de Hitler, preservados en los Archivos Federales Alemanes, muestran un idéntico patrón de marcas.

En estas marginalias uno ve a un hombre que lee pasajes, reflexiona sobre ellos y responde con puntos, signos de interrogación, de exclamación y subrayados a lápiz: huellas intelectuales a través de las páginas. Aquí está una de las figuras más complejas de la Historia reducida a un lector con un libro y un lápiz.

Hitler rodeado de niños en su cumpleaños Nº 50


Los libros parecen haber sido los regalos preferidos de Hitler para cada ocasión. La Biblioteca de Hitler contiene montones de libros con inscripciones para Navidad, sus cumpleaños y otras ocasiones festivas. Un libro titulado "Muerte e inmortalidad en la visión de mundo de los pensadores indo-germánicos" está inscrito por el jefe de las SS, Heinrich Himmler, con ocasión de la "Julfest 1938" -la circunlocución nazi para la Navidad-. El Secreto de Zara. También se descubriò libros de la controvertida cineasta Lenni Riefenstahl -dos sobre las Olimpiadas de Berlín y las obras completas, en ocho volúmenes, del filósofo alemán del siglo XVIII, Johann Gottlieb Fichte, en una rara primera edición-. Dado que Hitler le encargó a Riefenstahl filmar los Juegos Olímpicos, era comprensible la presencia de los dos primeros, pero Fichte era intrigante.

Desafortunadamente, Hitler nunca inventarió sus libros, y las únicas cifras detalladas provienen del ex corresponsal de United Press Frederick Oechsner, quien visitó a Hitler repetidamente y accedió a las colecciones del Führer. "Descubrí que su biblioteca personal, la cual está dividida entre su residencia en la Cancillería en Berlín y su casa de campo en el Obersalzberg en Berchtesgaden, contiene unos 16.300 libros", escribió Oechsner en su súper ventas This is the enemy (Este es el enemigo), publicado en 1942.

En docenas de libros, con saludos como los del Príncipe August Wilhelm -hijo del último Kaiser alemán- y los herederos de la dinastía pianística de los Bechstein, se puede observar que Hitler era protegido por la elite financiera, social y cultural de Alemania. Un libro sobre el Führertum -"liderazgo"- le fue regalado por el industrial Fritz Thyssen, quien lo introdujo entre los principales hombres de negocios de Alemania en un decisivo encuentro en Düsseldorf, en enero de 1932. Varios libros están dedicados por la hija menor de Richard Wagner, Eva, quien estaba casada con Houston Stewart Chamberlain. Este último era un inglés antisemita conocido por su libro "Las bases del siglo XIX", en el cual lanzaba la tesis de que Jesús era de sangre aria y no semita. Hitler había leído a Chamberlain durante su estada en Viena, y tuvo una breve audiencia con el viejo antisemita en la propiedad de los Wagner, poco antes de ser enviado a la prisión de Landsberg. "Usted conoce la diferenciación que hace Goethe entre fuerza y fuerza", le escribió Chamberlain a Hitler, en octubre de 1923. "Hay una fuerza que viene del caos y lleva al caos, pero también hay una que está destinada a crear un nuevo mundo". Chamberlain le asignaba esta última a Hitler.

Pero también se puede ver a un Hitler que nadie anticipa: un hombre con un sostenido interés en la espiritualidad. Entre los montones de literatura nazi, hay más de 130 libros sobre materias espirituales y religiosas, las que van del ocultismo occidental al misticismo oriental, pasando por las enseñanzas de Jesús -libros con títulos como "Meditaciones dominicales", "Sobre la oración", "Grandes verdades sobre la humanidad" o "El mundo y Dios".

Un tomo de cuero -con las palabras "Worte Christi" (Las palabras de Cristo), grabadas en oro en la tapa- esta especialmente ajetreado. En su interior había una dedicatoria: "A nuestro amado Führer, con gratitud y profundo respeto, Clara von Behl, nacida von Jansen von den Osten, Navidad, 1935".

Entre los numerosos volúmenes sobre lo espiritual, lo místico y lo oculto, hay un manuscrito que bien podría haber servido como la copia exacta de la teología de Hitler.

El texto es un tratado de 230 páginas, titulado La ley del mundo: la religión venidera y fue escrito por un tal Maximilian Riedel. Durante la primera semana de agosto de 1939, el manuscrito fue entregado a Anni Winter, la antigua ama de llaves de Hitler en Munich, con la petición de que se lo pasara a Hitler personalmente. La carta que acompañaba al texto decía: "¡Mein Führer! Basado en un nuevo descubrimiento, he sido capaz de probar, con evidencia científica incuestionable, el concepto de la trinidad de Dios como una ley natural. Uno de los resultados de este descubrimiento es, entre otras cosas, la firme relación entre los términos Verdad-Ley-Deber-Honor. En esencia, los orígenes de toda ciencia, filosofía y religión. El significado de este descubrimiento me llevó a pedirle a Frau Winter que le entregue personalmente el manuscrito adjunto. ¡Heil mein Führer! Max Riedel, Grünwald, Oberhachingerweg,".

Al parecer, la Trinidad de Riedel atrajo la atención de Hitler. Una gruesa línea remarcaba el siguiente pasaje. "El problema de ser objetivo es que usamos criterios objetivos como la base del entendimiento humano, lo cual significa que los criterios objetivos, esto es, los criterios racionales, terminan siendo la base para todo entendimiento, percepción y toma de decisiones". Al usar los tradicionales cinco sentidos, declaraba Riedel, los seres humanos excluyen la posibilidad de percibir -a través de los siete sentidos adicionales que él identificaba- las fuerzas más profundas del mundo, y por lo tanto son incapaces de alcanzar la unidad de cuerpo, mente y alma. "La mente humana nunca decide las cosas por sí misma, es el resultado de un discurso entre el cuerpo y el alma", afirmaba.

La frase no sólo cautivó la atención de Hitler -debajo de ella hay una línea gruesa y al lado, en el margen, hay tres líneas paralelas-, sino que dos años más tarde resonaba en uno de sus monólogos. En diciembre de 1941 les decía a algunos huéspedes, "la mente y el alma finalmente retornan al ser colectivo del mundo. Si existe un Dios, no sólo nos da vida; también, conciencia y conocimiento. Si vivo mi vida de acuerdo a las visiones internas que me dio Dios, entonces puedo equivocarme, y si lo hago, sé que he actuado de buena fe".