La Batalla de Stalingrado



Una de las batallas más cruentas de la historia y que significó el cambio de rumbo de la Segunda Guerra Mundial, además del convencimiento del mundo que Alemania no era invencible.

Luego del repliegue por el crudo frío ruso de 1941-1942, la Wehrmacht (ejército alemán) inició una nueva ofensiva de verano, sobretodo en el sur, para tomar las reservas petrolíferas del Cáucaso. En agosto de 1942 los alemanes lograron alcanzar esta zona, mientras que el 12 de septiembre llegaron a la ciudad de Stalingrado. Sin embargo este esfuerzo costó demasiado para el ejército y la aviación, y nuevamente retrocedieron cuando los rusos iniciaron la contraofensiva de invierno, tal como lo hicieran el año anterior.



Todas las tropas alemanas retrocedían en forma ordenada, pero Hitler ordenó que el VI Ejército a mando de von Paulus debía quedarse a luchar en Stalingrado. Era evidente la obsesión del Führer por retener la ciudad que llevaba el nombre de su peor enemigo. Pero también quedó claro que esta decisión condenaría la suerte de su país en la guerra.



Ni bien llegaron los alemanes a Stalingrado, la resistencia rusa fue inmisericorde con los invasores, y con ellos mismos. El enorme sacrificio de soldados rusos, así como el incesante bombardeo de la artillería y de la Luftwaffe (fuerza aérea alemana), redujeron la ciudad a escombros. Aún cuando la ciudad carecía de valor estratégico, la toma de ésta constituía un tema de valor nacional, la lucha se decidía en cada calle, puerta y ventana, hasta que los rusos se vieron obligados a retirarse hasta la histórica fábrica de tractores en las riberas del Volga, al este de la ciudad. En estas circunstancias surgieron los primeros héroes en el frente oriental, especialmente los francotiradores rusos.

Pero la mayor reserva de hombres de la Unión Soviética empezó a rendir frutos. Stalin mandó a la zona un millón de soldados frescos para iniciar la contraofensiva cuyo objetivo era romper el cerco alemán en Stalingrado, tropas que los alemanes no podían proveer. Entre el 19 y 23 de noviembre, el cerco se desintegró por el norte y el sur por las tropas del general Zhukov. Von Paulus llamó a sus hombres a prepararse a una retirada por el oeste ya que una trampa se cernía sobre ellos. Nuevamente Hitler ordenó no moverse, convencido por Göering que la Luftwaffe abastecería a los combatientes hasta que el IV Ejército acorazado de Roth y los XXXI y XLI Ejércitos rumanos lograran rescatarlos.

Georgi Konstantinovich Zhukov


El 18 de junio, undécimo día de la ofensiva, la 22 I.D. alcanza por fin la bahía de Svernaia. Cinco días más tarde, Petrov repliega su defensa a la orilla Sur. El 28, la 50 I.D. se apodera de Inkerman y de su colina. Esta está horadada por cavas de champaña en que se han almacenado enormes cantidades de municiones. Los rusos hacen saltar el depósito. La explosión proyecta un trozo de la colina a 300 m de altura.

Al entrar en Sebastopol, los alemanes encuentran todas las piezas de artillería rusas destruidas. No hay qye dejar nada al enemigo.En la noche siguiente hay dos golpes de audacia alemanes. Manstein lanza a la bahía de Svernaia canoas de asalto, que establecen una cabeza de puente para el 54 cuerpo. Más al Sur, el 30 cuerpo, tras haber avanzado paso a paso, arrebata la arista de Sapún en un ataque relámpago. La colina de Malakof está tomada. Ha terminado el segundo sitio de Sebastopol. Los restos de la guarnición resisten aún cuatro días en el cabo Chersonesski, mientras la marina roja embarca a todos los que puede bajo un intenso fuego de artillería. 90000 prisioneros quedan entre las manos de los alemanes. En Ucrania, los alemanes se han visto superados. La segunda operación preliminar del plan Azul, Fridericus, o restablecimiento de la línea del Donets, debía empezar el 17 de mayo. El ejercito rojo ataca el 9. El primer objetivo que persiguen es el que no han logrado en invierno: la reconquista de Járkov.



Tomado Járkov, la ofensiva debe proseguir en dirección a Dniepropetrovsk para la liberación general de Ucrania. Timoshenko, jefe del frente Sudoeste, lo anuncia a los ucranianos en una proclama resonante de amenazas para los nacionalistas que pactan con el invasor. «La guerra —dice—— toma un nuevo curso...» La ofensiva rusa cae sobre el VI ejército alemán, mandado, desde el mes de enero, por el general de las tropas blindadas, Friedrich Paulus. Su ala izquierda se pliega sin romperse, pero, al sur de Járkov, el centro queda hundido. Los alemanes superan la crisis haciendo contraatacar al XVII ejército en el flanco de la bolsa que ha distendido el avance enemigo. El IX ejército soviético, general F.M. Sharítonov, se deshace.

Von Paulus, Comandante del VI Ejército Alemán


En pocas horas, Timoshenko ve transformarse un éxito lleno de promesas en un peligro terrible. Propone a Stalin suspender el avance hacia Járkov y sacar al grupo de ejércitos de la trampa en que está metido. Stalin rehúsa y las cosas siguen su curso. El XVII ejército, Ruoff, toma Isjum, en el Donets, a espaldas de los soviéticos. El ejército Paulus recobra la iniciativa, y, el 25 de mayo, enlaza con el ejército Ruoff. 270 000 prisioneros se añaden al cuadro de la Wehrmacht. El mando soviético ha creído prematuramente en el «nuevo curso de la guerra». «Nuestra ofensiva de mayo de 1942 —reconoce el historiador militar Platónov— se acabó con un fracaso total.» Pero el vigor y el éxito del choque inicial deberían probar a Hitler que los soviéticos están menos muertos de lo que él dice. Con esta falsa premisa el 28 de junio empieza la operación Azul. Los ejércitos del Eje se lanzan hacia Stalingrado.

Pelea calle por calle

Los alemanes atacaron con una fuerza muy superior de soldados, tanques y aviones. En una batalla tras otra, solo avanzaron unos pocos metros al día. Pero cuando llegaron al Volga el 10 de septiembre, atraparon al 62 Ejército contra el río. Allí empezaron los combates callejeros.

El 13 de septiembre, los alemanes lanzaron un ataque concentrado contra el centro. Querían conquistar un gran cerro llamado Mamayev Kurgan. Desde sus alturas, hubieran podido atacar con su artillería toda la ciudad, y en particular los barrios obreros y los embarcaderos por donde llegaban pertrechos para los soldados soviéticos. En dos días de fieros combates, los alemanes perdieron entre 8000 y 10.000 soldados y 54 tanques. Un lugar estratégico cambió de manos 15 veces durante cinco días. Pero los alemanes no llegaron a la cumbre del cerro.



Miles de combatientes rojos dieron la vida para detener el avance alemán. Su sacrificio permitió a sus camaradas ganar tiempo para reorganizarse.

El 24 de septiembre, los alemanes controlaban la mayor parte de la ciudad: kilómetro tras kilómetro de escombros en llamas. Pero habían perdido la décima parte del VI Ejército, y la resistencia continuaba en los distritos industriales del norte. Muchos de los refuerzos soviéticos que llegaron en esos días del otro lado del Volga eran adolescentes de las regiones fronterizas del Asia soviética.

El 14 de octubre, los alemanes lanzaron una gran ofensiva (que esperaban sería la última). Empezaron con 3000 bombardeos de aviones, seguidos por un ataque de tres divisiones de infantería y dos de tanques. El 30 de octubre, el 62 Ejército soviético solo controlaba tres pequeños territorios a lo largo del río, pero de todos modos los alemanes no lo podían derrotar.



Un oficial de tanques alemán escribió: "Hemos peleado 15 días para conquistar una sola casa, con morteros, granadas, ametralladoras y bayonetas. El tercer día había 54 cadáveres alemanes en los sótanos, los rellanos y las escaleras. El frente es un corredor entre las habitaciones quemadas; es el techo entre dos pisos. Los refuerzos llegan de las casas vecinas por medio de chimeneas y escaleras de incendios. Hay un sinfín de peleas del mediodía al anochecer. De un piso al otro, con la cara cubierta de sudor, nos atacamos el uno al otro con granadas en medio de las explosiones, las nubes de polvo y el humo... Pregúntenle a cualquier soldado qué quiere decir luchar cuerpo a cuerpo en una batalla así".



A finales de noviembre la situación tomó un giro de 180 grados, cuando el Ejército Rojo estableció un cerco sobre Stalingrado formando un anillo de 60 kilómetros. 18 divisiones de élite alemanas del VI Ejército y sus aliados (que sumaban 270000 hombres) quedaron atrapados en una ciudad en ruinas a la merced de un millón y medio de rusos. Peor aún, los intentos de romper el cerco se esfumaron, ni siquiera cuando el IV Ejército de Roth estuvo a punto de hacerlo a mediados de diciembre, intento en vano cuando Hitler ordenó a von Paulus que se quedara en la ciudad. La Luftwaffe no podía transportar ni la tercera parte de los víveres que los soldados necesitaban. Las líneas alemanas retrocedieron hasta Rostov, muy lejos del cerco, ante la posibilidad de ser también atrapadas. Ésta fue la sentencia de muerte del VI Ejército en Stalingrado.



Ahora eran los alemanes los que tuvieron que resistir el asedio tal como lo hicieron los rusos, pero ahora sin alimentos ni esperanzas de escapar, ni siquiera de sobrevivir, y a 40 grados bajo cero. El 8 de enero Zhukov le ofreció a von Paulus rendirse y terminar con el vano derramamiento de sangre, pero Hitler nuevamente le ordenó resistir hasta el último hombre.

Vassili Grigorievich Zaitsev


Para finales de enero, el aeropuerto de Gumrak fue tomado por los rusos: los alemanes ya no podían transportar heridos ni recibir provisiones. La última resistencia se estableció en la fábrica de tractores, el último bastión de los rusos cuando éstos se defendían. El 30 de enero la aviación soviética desató un terrible bombardeo sobre los últimos resistentes, que morían de hambre y frío.

Para el 31 de enero los últimos restos de resistencia se rindieron y se firmó la capitulación el 1 de febrero. A las 14:46 horas del día siguiente un avión de reconocimiento alemán señaló oficialmente que la lucha había terminado.



Las imágenes de los soldados vencidos hasta ahora causan conmoción, simplemente indescriptibles, casi imposible de pensar cómo un ser humano (sin importar por qué o quién pelea) pueda llegar a tan desgraciadas condiciones. De los 270000 alemanes atrapados en el cerco, para el fin de las hostilidades sólo estaban con vida 91000, entre ellos un feldmariscal, 23 generales y 2500 oficiales. La desgracia de esta gente, tal como lo previeron, estaba en los campos de trabajos forzados de Siberia.

Sólo 5000 de estos prisioneros regresaron a Alemania años después de concluida la guerra: sólo 2 de cada 100 vivió para contarlo. Las consecuencias para el ejército alemán fueron desastrosas, ya que a partir de entonces no conocerían más que la derrota hasta la caída de Berlín dos años más tarde.

La rendición alemana - Consecuencias



Unos 500.000 prisioneros sumados entre alemanes y aliados partieron rumbo a Siberia y una parte de ellos fue utilizada para reconstruir la ciudad, no sin antes sacar los cadáveres alemanes para ser incendiados en una pira en las afueras. Oficialmente 91.000 fueron los prisioneros de las batalla final de la Ciudad de Stalingrado, de estos muy pocos estaban vivos para el comienzo de la primavera(solo 5.000 a 6.000 alemanes sobrevivieron hasta el fin de la guerra).

Unos 400.000 prisioneros murieron en los meses siguientes, en muchos casos de hambre. Otros 25.000 se quedaron para reconstruir la ciudad, no más de 10.000 sobrevivieron. Los mercenarios rusos y ucranianos que lucharon al lado de los alemanes, unos 50.000 al inicio de la batalla, fueron ejecutados inmediatamente.

Las consecuencias de esta catástrofe nazi fueron inmensas y de gran alcance. Por primera vez, Alemania perdía la iniciativa de la guerra y tenía que colocarse a la defensiva. Alemania ya no podría avanzar más hacia el este. Después de esta batalla la Unión Soviética surgió engrandecida y con la iniciativa de la guerra que la asolaba en las manos de sus líderes.

Además, el comandante de la Luftwaffe, Hermann Göring, cayó en desgracia ante Hitler, al no poder cumplir la orden de abastecer por aire a las fuerzas alemanas cercadas, como había prometido.



Alemania perdió todo el 6° Ejército y parte del 4º Ejército Panzer e incontables recursos materiales que no se pudieron reemplazar con la misma facilidad con que la URSS podía con sus propias bajas (aún más terribles incluso que las alemanas).

Los rusos, aparte de recibir una ciudad derruida al 99%, habían sufrido dos millones de muertos civiles y más de 750.000 bajas militares. De estos, 13.000 habían muerto ejecutados por sus propios compatriotas, acusados de cobardía, deserción, colaboracionismo, etc. cabe destacar que no fue hasta la caida del regimen sovietico que se pudo discutir abiertamente las cifras de bajas de la batalla, que si bien nunca seran exactas,de hacer calculos reales la mas probable que el costo de vidas sea increiblemente excesivo, resumiendo aquella frase de los generales rusos "El tiempo es sangre".



El triunfo de esta batalla trascendió los limites de la Unión Soviética e inspiró a todos los aliados e incentivó a la resistencia en todas partes. El rey Jorge VI de Inglaterra le regaló a la ciudad una espada forjada especialmente en su honor, y hasta el poeta chileno Pablo Neruda escribió versos celebrando la victoria, lo cual transformó esta lucha en un símbolo y en un punto de quiebre para toda la guerra.

Paulus sobrevivió a la guerra y volvió a Alemania en 1952. Zhukov reclamó para sí el éxito de Stalingrado, pero se le concedieron todos los créditos a Vassili Chuikov, que fue ascendido a capitán general, a cargo de un ejército que marcharía luego a Berlín. Antes del colapso de la URSS en 1991 estaba prohibido calcular el número real de bajas por temor a que el sacrificio de vidas fue excesivo; hoy se sabe que allí murieron más de dos millones de soviéticos entre civiles y militares.

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