La vida de Polansky en un libro



El escritor Christopher Sandford, escribiò el libro basado en las entrevistas que le hizo al cineasta

La vida de Roman Polanski ha sido un auténtico zarzal psicológico y ha alimentado multitud de titulares durante años. Su biografía está marcada por los holocaustos de dos mujeres embarazadas (su madre Bula y su mujer Tate), exterminadas por dos de los criminales intelectuales más notorios del siglo XX (Hitler y Charles Manson). Una en Auschwitz y otra en Cielo Drive, en las doradas colinas de Hollywood.

Cuando Christopher Sandford le pidió al polaco ciertas entrevistas para su biografía 'Polanski' (editada en T&B) éste se negó. Le consideró otro chismoso más. Ya había salido mucha bibliografía y él mismo había contado sus detalles en sus memorias. Sandford, en su contrastada investigación, descubre irregularidades en el relato del propio Polanski. El ya lo advirtió:

"Hasta donde alcanza mi memoria, la línea entre la fantasía y la realidad ha estado irremediablemente desdibujada".

"Creativamente sus especialidades eran la claustrofobia, el enigma y el terror", dice Sandford. A Polanski enseguida le emparentaron con Hitchcock. Alguien sólo interesado en su extraña y heterogénea filmografía poco encontrará de interés aquí. Aunque Sandford baraja todas las hipótesis y los espejos subliminales entre la obra y la vida, lo hace con escepticismo. Se centra en la vida.

De niño, Romek (se llamaba así), pasó noches enteras apiñado junto a su madre en los sótanos. Allí oía a los aviones nazis sobrevolar los tejados. Su padre, Ryszard Polanski eligió un momento malo para irse a vivir a Polonia con su familia. En los edificios públicos ponía: "Prohibida la entrada a judíos y perros". En el gueto de Cracovia se alimentaron con jugo de botes de pepinillos (véase 'El pianista'). Tiene por entonces la posibilidad de probar las flores cocidas y el pastel de rata.

Tras la pérdida de su madre, Polanski pasó a ser actor y de ahí ingresó en la Escuela de Cine de Lodz, bajo el férreo canon soviético. Después de destacar, después de su 'El cuchillo en el agua', o quizá un poco antes, el director (por alguna razón sólo puede uno imaginárselo de director de cine) se convertiría en el "enano maligno y libertino".

Su escalada sexual, siempre rodeado de complacientes starlettes, sólo es comparable al auge precoz de su mito profesional. Ya en Inglaterra (su primer salto) vestía como un hippy con cara de hurón, y en su casa poseía un busto de Napoleón y otro suyo. Ambos despóticos y pequeños gigantes.

"En Francia yo no era lo bastante nouvelle vague, y en realidad no sabía lo que se esperaba de mí... En Inglaterra me sentí libre de verdad", cuenta.

Allí en Londres rodará 'Repulsión', que le convertirá en esa cosa indefinible llamada "cineasta de culto". Además, en 'El baile de los vampiros' conocerá a su coguionista vitalicio, George Brach y en el rodaje, en los Dolomitas, se enamora de su vampira y futura segunda mujer, Sharon Tate. Tate, además, le permitía toda la promiscuidad que quisiera.

Las 2 películas que continúan son geniales: 'Callejón sin salida' y 'La semilla del diablo'. Después de despuntar con esta segunda (made in Hollywood, ya "vendido a la industria", que dijo Godard), los locos le enviaban cartas escritas con su sangre. Si bien, la locura y la sangre salpicaron a su mujer con la 'Familia' Manson y su masacre en su mansión de Cielo Drive.

A pesar del desvarío, de ese desvarío incesante (mansiones, grandes coches con las lunas tintadas, Roma, Nueva York, París, Londres, esquí...) consigue lo que casi nadie, la obra maestra: 'Chinatown' (1975). Y otra bastante buena: 'El quimérico inquilino'.

El juicio

A finales de los 70 llega el escándalo por hacer lo que había hecho sin parar: acostarse con jovencitas. Sodomiza a Samantha Jane Gaily, de 13 años. Él nunca desmintió su gusto por las adolescentes (y más pequeñas). Sandford procura al lector todos los detalles sórdidos del juicio público y de su caída, que nunca fue tal. Después, instalado en la Avenue Montaigne de París, se hizo rodear de lolitas cuando él tenía 50. Mimado por productores y mujeres, y pinchado por la prensa (un periódico de Los Ángeles llegó a pedir su castración).

En su etapa europea, aparte del tropiezo de 'Piratas' y de la tibieza de 'Tess', conquistó otra cumbre (Sandorfd no la valora lo suficiente): 'Frenético'. Después 'Lunas de hiel', 'La muerte y la doncella', 'La novena puerta' son un camino hasta su único Oscar, a mejor director, con 69 años por 'El pianista'. También hacia la estabilidad familiar con la belleza eslava Emmanuelle Seigner (véase su baile de Grace Jones en 'Frenético').

Por su vida exagerada pululan desde Orson Welles hasta los Rolling, pasando por Peter Sellers o Bruce Lee. Sus amantes son incontables. Su carrera es una carrera itinerante, como la de Ophuls o la de Buñuel, territorios esquinados, como el suyo, llenos de hallazgos formales y de precisión para lo indefinido. En cuanto a su biografía, puede decir, que no le falta casi de nada. Su personalidad, megalómana, equívoca, se hace brillante y desconocida. Sandford, perseguidor suyo, insiste en que es un gran actor. Lo dice convencido de algo que no llega a concretarse.