La Nobel de Medicina, Rita Levi Montalcini cumple 100 años



La 'Dama de la neurona' cumple 100 años. Al ser mujer, su padre quería que se convirtiese en esposa y ama de casa. Fue víctima de las persecuciones raciales del régimen fascista de Mussolini. Recibió el Nobel por sus investigaciones neurológicas en Estados Unidos. Trabaja y escribe todos los días y es miembro vitalicio del Senado italiano

Superviviente de las persecuciones antisemitas, Nobel de Medicina, co-fundadora del Instituto Mundial de la Ciencia, primera mujer admitida en la Academia Pontificia de las Ciencias, miembro vitalicio del Senado italiano desde 2001. Esto y mucho más es Rita Levi Montalcini, neuróloga italiana y memoria viviente de todo un 'siglo breve': el del Holocausto y el de las grandes migraciones por un lado, de los logros científicos y de la emancipación de la mujer, por el otro.

El último logro de la 'Dama de la neurona' (uno de sus apodos) ha sido llegar a los 100 años de vida, cumplidos el 22 de abril. A juzgar de su frenética actividad cerebral, según ella misma no para de repetir, se diría que va a cumplir 20.

Y es que la biografía de esta mujer de padres judíos, nacida en 1909 en Turín, es una auténtica novela histórica. Menor de sus hermanos Gino y Anna, y gemela de Paola, se cría en un ambiente burgués con fuertes tintas paternalistas. Su padre Adamo, jerarca severo de una familia "típicamente victoriana", le matricula junto con Paola en un instituto femenino, la escuela de formación ideal para el ama de casa de entonces.

Pero ni ella ni Anna aceptan la vocación que se les impuso. Recién licenciada, su hermana emprende la carrera artística que en unos años le dará a conocer por toda Europa. Rita, igual de valiente, choca con sus padres porque quiere estudiar medicina en la universidad, cosa que sus estudios no le permiten. Después de tres años de enfrentamiento, y en apenas ocho meses, la joven soluciona sus carencias en griego, latín y matemáticas y obtiene el añorado diploma de liceo: es el 1930, Rita tiene 21 años.

En la Universidad de Turín, la futura premio Nobel conoce a un profesor, el también judío Giuseppe Levi, que impulsará notablemente sus estudios. También hace amistad con Renato Dulbecco (que hoy tiene 95 años) y Salvador Luria, ambos galardonados con el Nobel a lo largo de su carrera. Dos años después de licenciarse con matrícula de honor, en 1938, las leyes raciales de Mussolini le obligan a mudarse con su familia a Bruselas y, tras estallar la II Guerra Mundial, a Florencia.

En la capital toscana, Rita Lupani (su falsa identidad durante el conflicto) logra montar un pequeño laboratorio donde saca adelante sus primeras investigaciones sobre el sistema nervioso de los pollos, primer paso hacia su estudio más exitoso: el del cerebro humano. Mientras, trabaja como médico para los soldados de las tropas aliadas que combatían por la liberación italiana.

Una carrera impecable

En 1947, ante las escasas perspectivas laborales en una patria hecha escombros, la científica acepta la invitación del profesor Viktor Hamburguer para ir a la Washington University de Saint Louis, en Misuri. Pensaba trabajar allí "no más de doce meses"; se quedará treinta años, hasta 1977.

A principios de los 50, junto con el joven bioquímico norteamericano Stanley Cohen, Levi-Montalcini da un vuelco a su carrera: descubre e identifica el NGF, el Factor de crecimiento nervioso. Años después, en 1986, estas investigaciones valdrán a los dos el Premio Nobel de Medicina. Es una etapa particularmente feliz de su vida, llena de satisfacción profesional: la misma que, de haber seguido la voluntad de su padre, no habría alcanzado nunca.

En 1961, la 'Dama de la neurona', ya científica de primer plano, crea en Roma el Centro de Investigación sobre el NGF, con el apoyo de las principales instituciones sanitarias italiana y estadounidense. En la misma ciudad, en 1969, da vida al Instituto de Biología Celular, que presidirá durante 10 años. Ambos centros desempeñan una importante labor hacia el mayor conocimiento del proceso con el que el cerebro humano renueva parte de sus células de forma espontánea.

En 1977, después de tres décadas al otro lado del Atlántico, Levi-Montalcini fija su residencia en Roma, donde hasta 1995 acompaña sus investigaciones a la enseñanza universitaria. El Premio Nobel de Medicina de 1986, compartido con Stanley Cohen, le deja sorprendida: "La primera y única vez que tuve una gran depresión fue cuando me concedieron el Nobel; no conseguía soportar aquel clamor", reconoció más tarde.

Una mujer plurifacética



A partir de su coronación científica internacional, la neuróloga se estrena en campos hasta aquel momento insólitos para ella. En 1987 edita su primer libro, 'Elogio de la imperfección', una autobiografía en la que relata su fatigoso camino hacia la excelencia científica. Entre otras cosas, habla de su relación con su padre: "Le guardaba rencor. Le aprecié sólo después de su muerte precoz". Seguirán muchas más obras: la ultima, de 2008, es "El as en la manga: los dones reservados a la vejez".

En los últimos 20 años, su compromiso social y político no ha sido de menos. En 1990, Montalcini forma parte del medio centenar de científicos de diversos países que fundan el Instituto Mundial de las Ciencias, mientras que en 1995 entra a formar parte de la prestigiosa "Royal Society" británica. Asimismo, en 1999 es nombrada "Embajadora Plenipotenciaria" de la FAO, la Organización para la Agricultura y la Alimentación de Naciones Unidas. A mediados de los años 90, también es la primera mujer en ser admitida en la Academia Pontificia de las Ciencias.

Contraria a la clonación humana y a la fecundación asistida para mujeres solteras y parejas homosexuales, Montalcini ha abogado a lo largo de toda su vida por una mayor apertura legislativa a los experimentos sobre células y embriones humanos. Asimismo, ha mostrado siempre su pensamiento de izquierdas y laico: "Abogo por los valores éticos sin esperar recompensas en otra vida", dice de sí misma.

En 2001, con 92 años, Rita fue nombrada por el entonces presidente de la República italiano, Carlo Azeglio Ciampi, como senadora vitalicia. Se trata del reconocimiento definitivo a su trayectoria humana y profesional: según la Constitución del país transalpino, el Jefe del Estado puede conceder este honor a un máximo de cinco ciudadanos que hayan "ilustrado la Patria por sus altísimos méritos en el campo social, científico, artístico y literario".

También en aquel 2001 muere uno de los mejores periodistas italianos del siglo XX, Indro Montanelli. Ironía del destino: había nacido el mismo día, mes y año que Rita. "Tardé mucho en apreciarle: era un hombre de derechas. Luego le conocí personalmente, y sí, le valoré", cuenta.

Varias universidades han investido a Rita como Doctora Honoris Causa en los últimos tiempos: la última en hacerlo, en octubre 2008, ha sido la Universidad Complutense de Madrid. Lejos de convertirse en una pieza de museo, esta eterna veinteañera no para de empaparse de la investigación científica. Todas las mañanas acude al EBRI, el Instituto Europeo de Investigaciones del Cerebro, y pasa sus tardes en la Fundación que lleva su nombre, empeñada en fomentar la escolarización de las mujeres africanas.

Rita Levi Montalcini no ha tenido otros compañeros sentimentales que el estudio y la ciencia. Un anillo en su dedo anular recuerda esta particular relación, madurada ya en temprana edad. "Era todavía adolescente cuando decidí que no me casaría nunca. Nunca habría obedecido a un hombre como mi madre obedecía a mi padre", reconoce en su autobiografía. Cuando, en Estados Unidos, le preguntaron porqué no tenía marido ni hijos, ella simplemente contestó: "I'm my own husband", soy mi propio marido. No le entendieron, pensaban que no sabía hablar inglés.

Al cumplir su primer siglo de vida, la 'Dama de la neurona' asegura gozar de "una salud perfecta". Come una vez al día, no duerme más de tres o cuatro horas por noche, lee la prensa y pone constantemente al día sus teorías. Sobre todo, no tiene el más mínimo miedo a morir: "Sólo el cuerpo fallece", asegura. "Nuestro mensaje, nuestras acciones y pensamientos son lo que queda de cada uno de nosotros. Estoy convencida de dejar buenas acciones, buenos pensamientos".