Los debates presidenciales en EE UU, la importancia de cualquier gesto

Los aspirantes ensayan durante semanas y practican sus respuestas. La iluminación, el sonido y el decorado se estudian cuidadosamente.
Ronald Reagan se impuso a Walter Mondale en el 84 tras ganar el debate gracias a una broma.


Video: Debate Clinton - Bush en 1992



Los debates presidenciales en EE UU son cruciales. Además de tener una larga tradición detrás, ya que se remontan a 1.856, su importancia es tal que pueden encumbrar a un candidato o condenarlo a la derrota. Y eso, a veces, depende de factores tan simples como un gesto o una agudeza improvisada, más que de sus propuestas políticas o su conocimiento.

Un debate es, en muchos sentidos, muy parecido a una obra de teatro. Hay un escenario y, en muchas ocasiones, un público en vivo. La iluminación, el sonido y el decorado se estudian cuidadosamente y son motivo de negociaciones a veces durísimas entre las campañas, que buscan que su candidato luzca lo mejor posible.

Algunos optaron por estudiar el "guión", y otros, como Ronald Reagan, por practicar con sparrings. Por ejemplo, para el primer debate entre el republicano John McCain y el demócrata Barack Obama, la campaña del primero pidió que ambos candidatos estuvieran de pie sobre atriles y no sentados a una mesa, para que McCain, de 72 años, no diera la impresión de estar cansado.

Los aspirantes a la presidencia ensayan durante semanas y practican sus respuestas con ayuda de un "guión". Cada candidato tiene su estilo para preparar los debates. Algunos optan por estudiar el "guión". Otros, como Ronald Reagan, que era actor profesional, prefieren practicar con "sparrings".

Los aspirantes se convierten un poco en actores. Que le pregunten a George Bush padre, por ejemplo. En su debate de 1992, reafirmó su reputación de distante cuando miró el reloj en un debate y dio la impresión de que tenía ganas de marcharse. Bill Clinton acabó derrotándole en la elecciones.

Primer debate televisado

Es posible también que Al Gore deba en parte su derrota no sólo a un puñado de votos en Florida, sino a la serie de suspiros y gestos de hartazgo que emitió durante un debate con George W. Bush. Y en el primer debate televisado, el que tuvo lugar en 1960, Richard Nixon, que había pasado un catarro, apareció con ojeras y sombra de barba, mientras que su rival, John F Kennedy, llegó moreno y relajado. Kennedy ganó los comicios.

En otras ocasiones, es la palabra la que ha hecho triunfar a un candidato u otro. Por ejemplo, Reagan, tras haber ofrecido una pobre impresión en el primer debate de su serie contra Walter Mondale, que alimentó la preocupación sobre su avanzada edad (tenía 73 años), en el segundo se recuperó con una broma.

"No voy a sacar a relucir el tema de la edad en esta campaña. No voy a explotar, por razones políticas, la juventud y la inexperiencia de mi oponente", bromeó. En esas elecciones, las de 1984, Reagan acabó ganando en 49 de los 50 estados del país. Su oponente sólo gano Minesota, su estado natal.