Erzsebet Bathory, La Condesa Sangrienta



Su historia resonó fuerte en el transcurso del siglo XVII. Su mayordomo atestiguó que había asesinado mínimo a 37 mujeres. Su leyenda dice que fueron cerca de 650 mujeres y ademas que asesinaba solo mujeres bellas para bañarse con la sangre de sus víctimas y nunca envejecer.

La historia de "La Condesa Sangrienta" tiene mucho de realidad y de leyenda. Se cree que mataba a sus jóvenes doncellas para bañarse en su sangre porque creía que así se mantendría joven y bella. Se dice que llegó a asesinar a cerca de 650 personas para este propósito. Actualmente, y después de las investigaciones llevadas a cabo, no se sabe a ciencia cierta si esto es verdad o no, asi que en este espacio manejaremos las dos opciones, la de la historia que se conoce y la de la leyenda. Pero antes, una biografía de la que se cree, sería la primera asesina serial femenina de la que se tiene conocimiento.

Biografía



Erzsebet Bathory conocida como "La condesa sangrienta" por los sádicos crímenes que cometió, fue una aristócrata húngara perteneciente a una de las más ilustres familias de Europa. De hecho, de esta misma familia también fueron Esteban y Sigmund Bathory que ocuparon los tronos de Polonia y Transilvania, respectivamente, además de varios dignatarios de la Iglesia y ministros de Hungría.

Su historia comienza en 1560, fecha en la que vino al mundo en medio de una de las más importantes familias de Hungría. Se le dio una educación esmerada, llamativa para la mujer de esa época y de esa región del mundo, que en ese momento era conocida como Reino de Hungría. Mientras que la mayoría de los nobles de esa zona y en esos años apenas podían escribir, ella dominaba con fluidez varios idiomas como el latín, el alemán y el húngaro.

La condesa creció como una chica aplicada, aunque ya en su temprana infancia comenzó a llamar la atención por sus comentarios sobre la vejez y la muerte. Pasó su infancia en el castillo de los Ecsed (actualmente conocido como castillo de Čachtice o Csejte, su nombre húngaro). Se dice que a los 4 ó 5 años de edad la pequeña Erzsébet sufrió de violentos ataques: puede que padeciera epilepsia o alguna otra enfermedad neurológica; en todo caso, remitieron cuando aún era pequeña.

Como era corriente en la época, a los once años fue prometida al Conde Ferenc Nádasdy de Nádasd y Fogarasföld, quien le doblaba la edad. Un año después, la enviaron a vivir en el castillo de los Nádasdy, para que fuera conociendo a su nueva familia. Nunca hizo buenas amigas con su suegra, Úrsula, matriarca del clan; al parecer, la joven Báthory hacía valer el rango superior de su apellido con una frecuencia que la enojaba.

A los trece años se quedó embarazada de uno de sus sirvientes. El muchacho fue castrado y arrojado a los perros, y Erzsébet enviada a otro remoto castillo familiar para que pariera. Se hizo desaparecer al bebé.
A diferencia de la mayoría de mujeres (y hombres) de su tiempo, Erzsébet había recibido una buena educación y su cultura sobrepasaba a la de la mayoría de los hombres de entonces. Era excepcional, "hablaba perfectamente el húngaro, el latín y el alemán, mientras que la mayoría de los nobles húngaros no sabían ni deletrear ni escribir [...] hasta el Príncipe de Transilvania era prácticamente analfabeto". Cada detalle de su vida nos muestra a una persona muy inteligente, totalmente al control de sus facultades mentales.

A los 15 años, en 1575, se casó con Ferenc, que entonces contaba 26 años de edad. La ceremonia tuvo lugar con gran lujo en el castillo de Varannó (su nombre eslovaco es Vranov nad Toplou); incluso se invitó al emperador Maximiliano II, que no pudo acudir. Fue Ferenc quien adoptó el apellido de soltera de su esposa, mucho más ilustre que el suyo. Se fueron a vivir al castillo de Čachtice, en compañía de su suegra Úrsula y otros miembros de la casa. El joven conde no se pasaba mucho por allí: la mayor parte del tiempo estaba combatiendo en alguna de las muchas guerras de la zona (empalando a sus enemigos sin compasión), lo que le mereció el apodo de "Caballero Negro de Hungría". Existe registro epistolar de cómo Ferenc y Erzsébet intercambiaban información sobre las maneras más apropiadas de castigar a sus sirvientes, esto era normal entre los nobles de la época. Las posesiones de esta pareja de nobles húngaros eran enormes, y se requería además un férreo control sobre la población local, de origen húngaro, rumano y eslovaco.

Ferenc y Erzsébet apenas se veían debido a las actividades guerreras del primero, así que no fue hasta 1585, diez años después de su matrimonio, que la condesa tuvo a su primera hija, Ana, y en los nueve años siguientes dio también a luz a Úrsula y Katherina. Finalmente, en 1598, alumbró a su único hijo, Pál.

En la gélida mañana del 4 de enero de 1604, el Caballero Negro de Hungría murió de súbita enfermedad durante una de sus batallas y dejó viuda a Erzsébet, que contaba 44 años. Es aquí cuando comienzan sus supuestos crímenes. Para empezar, despidió a su muy odiada suegra del castillo, junto con el resto de la parentela Nádasdy; las muchachas a las que ésta protegía en esos momentos fueron llevadas a los sótanos y allí recibieron por fin los castigos que, en opinión de Erzsébet, se merecían.

Esto dejó a Erzsébet en una situación peculiar. Señora feudal de un importante condado de Transilvania metida en todas las intrigas políticas de aquellos tiempos convulsos, pero sin ejército con que proteger su poderío. Por la misma época, su hermano Gábor, se convirtió en Príncipe de Transilvania, con el apoyo económico de la riquísima Erzsébet. Gábor se metió pronto en una guerra con los alemanes; por complejas razones políticas, esto la ponía en peligro de ser acusada de traición por el Rey Mátyás II de Hungría -quien probablemente ambicionaba sus extensos dominios-. Viuda como era, se vio más vulnerable y aislada que nunca.

Es por esta época que empiezan a escucharse rumores de que algo muy siniestro ocurre en el castillo de Čachtice. A través de un pastor protestante local, llegan historias de que la condesa practica la brujería (explícitamente, la magia roja) y para ello utiliza la sangre de muchachas jóvenes -una típica acusación muy popular en la época, similar a las que se realizaban contra los judíos y disidentes-. Es curioso observar el paralelismo con Juana de Arco, acusada igualmente de brujería cuando su poder político se consideró peligroso para el sistema establecido. Mátyás ordena a un primo de Erzsébet enemistado con ella, el conde György Thurzó, que tome el lugar con sus soldados y realice una investigación. Dado que la señora de Báthory carecía de fuerza militar propia, no hubo resistencia.

Una de las mejores amigas (y cómplices) de Erzsebet se llamaba Darvulia, una anciana conocida en los alrededores como "La Bruja del Bosque".
Luego de la muerte de su esposo, Darvulia abandonó la casa donde vivía y se mudó al castillo de Csejthe. Erzsebet estaba fascinada por la hechicera, creía en todos sus poderes y necesitaba de sus hechizos para mantener la ilusión de frenar el envejecimiento. Los brebajes de Darvulia pretendían disimular el paso del tiempo. Así, la magia negra, los conjuros, alquimia y todo de lo que era capaz Darvulia se instalaron en la habitación y en la vida de la condesa.

A partir de la aparición de la hechicera se meciona a la Virgen de Hierro, una muñeca de tamaño natural que Erzsebet utilizaba en sus ritos de sangre.
Convencida de que la única forma para anular el envejecimiento era bañarse o beber sangre de doncellas jóvenes, desparramó toda la maldad de la que ella era capaz en pos de obtenerla y disfrutarla.

Manipulada por su dueña, la Virgen de Hierro era un objeto de tortura. Era de metal, con cabellera rubia, joyas, maquillaje y siempre se presentaba desnuda.
Con falsa y perversa amabilidad, la autómata recibía y luego abrazaba a las jóvenes víctimas de la condesa. Cuando las tenía entre sus brazos, sus falsos senos se abrían y apuñalaban a la presa. Estando las víctimas malheridas, eran degolladas y su sangre era bebida por Erzsebet. Y, si la cantidad era suficiente, hacía llenar una gran bañera con la sangre de las doncellas y se sumergía en ella, buscando desesperadamente la fuente de la juventud.

En los asesinatos, Erzsebet no actuó sola. Sus cómplices fueron dos de sus criadas:
Jo Ilona y Dorko, ambas fieles e igual de sanguinarias que las Condesa. Se encargaban de buscar a muchachas de entre 12 y 18 años, traerlas al castillo y mantenerlas siempre listas para los sometimientos de su ama. Erzsebet las necesitaba a todo momento; cuando padecía dolores de cabeza, por ejemplo, bajaba hasta el sótano para darles mordiscos y masticar la carne arrancada.
Los gestos de dolor de las doncellas, y las gotas de sangre calmaban, enseguida, cualquier molestia.
El origen de la historia que dice que utilizaba sangre para fines cosméticos data de que un día, propinó una violenta bofetada a la criada que la estaba peinando, con tan mala fortuna que ésta comenzó a sangrar y su sangre salpicó la mano de la Condesa. Convencida de que el trozo de piel donde había caído la sangre se veía más lozano, proyectó tomar baños de sangre humana para mantener su juventud y belleza eternamente.

La Historia vs La Leyenda

La Historia



Según la investigación del conde Thurzó, hallaron en el castillo numerosas muchachas torturadas en distintos estados de desangrado, y un montón de cadáveres por los alrededores. En 1612 se inició un juicio en Bitcse (Bytča en eslovaco). Erzsébet se negó a declararse inocente o culpable, y no compareció, acogiéndose a sus derechos nobiliarios. Quienes sí lo hicieron, por la fuerza, fueron sus colaboradores. János Ujváry, el mayordomo, testificó que en su presencia se había asesinado como mínimo a 37 "mujeres solteras" de entre once y veintiséis años; a seis de ellas las había reclutado él personalmente para trabajar en el castillo. La acusación se concentró en los asesinatos de jóvenes nobles, pues los de las siervas carecían de importancia. En la sentencia todos fueron declarados culpables, unos de brujería, otros de asesinato y los demás de cooperación.

Todos los seguidores de Erzsébet, excepto las brujas, fueron decapitados y sus cadáveres quemados; éste fue el destino de su colaborador Ficzkó. A las brujas Dorottya, Ilona y Piroska les arrancaron los dedos con tenazas al rojo vivo "por haberlos empapado en sangre de cristianos" y las quemaron vivas. Erzsi Majorova, una burguesa de la zona acusada de cooperación, también fue ejecutada. Katarina Beneczky, que con catorce años era la más joven de las ayudantes de Erzsébet, salvó la vida por petición expresa de una superviviente, si bien con cien latigazos en el cuerpo.

Pero la ley impedía que Erzsébet, una noble, fuese procesada. Fue encerrada en su castillo. Tras introducirla en su mazmorra, los albañiles sellaron puertas y ventanas, dejando tan sólo un pequeño orificio para pasar la comida. Finalmente el rey Mátyás II pidió su cabeza por las jóvenes aristócratas que supuestamente habían muerto a sus manos, pero su primo el Gran Príncipe de Transilvania le convenció para que retrasara el cumplimiento de la sentencia de por vida. Así es que la condenaron a cadena perpetua en confinamiento solitario. Esta pena implicaba también la confiscación de todas sus propiedades, lo que Mátyás venía ambicionando desde tiempo atrás.

El 31 de julio de 1614 Erzsébet, de 54 años, dictó testamento y últimas voluntades a dos sacerdotes de la catedral del arzobispado de Esztergom. Ordenó que lo que quedaba de las posesiones familiares fuese dividido entre sus hijos.

El 21 de agosto de 1614, uno de los carceleros la vio caída en el suelo, boca abajo. La Condesa Erzsébet Báthory estaba muerta después de haber pasado cuatro largos años emparedada, sin ni siquiera ver la luz del sol. Pretendieron enterrarla en la iglesia de Čachtice, pero los habitantes locales decidieron que era una aberración que la "Señora Infame" fuera enterrada en el pueblo, y además en tierra sagrada. Finalmente, y como era "uno de los últimos descendientes de la línea Ecsed de la familia Báthory" la llevaron a enterrar al pueblo de Ecsed, en el noreste de Hungría, el lugar de procedencia de la poderosa familia. Todos sus documentos fueron sellados durante más de un siglo, y se prohibió hablar de ella en todo el país.

La Leyenda



Según el testimonio del conde György Thurzó (primo y enemigo de Erzsébet, nombrado investigador general por el Rey) cuando su hueste llegó al castillo el 30 de diciembre de 1610 no halló oposición, ni a nadie para recibirles. Lo primero que vieron fue a una sirviente en el cepo del patio, en estado agónico debido a una paliza que le había fracturado todos los huesos de la cadera. Esto era práctica corriente y no les llamó la atención, pero al acceder al interior se encontraron a una chica desangrada en el salón, y otra que aún estaba viva aunque le habían agujereado el cuerpo. En la mazmorra encontraron a una docena que todavía respiraba, algunas de las cuales habían sido perforadas y cortadas en varias ocasiones a lo largo de las últimas semanas. De debajo del castillo exhumaron los cuerpos de 50 muchachas más. Y el diario de Isabel contaba día por día sus víctimas, con todo lujo de detalles, hasta sumar un total de 612 jóvenes torturadas y asesinadas. Por todas partes había toneles de ceniza y serrín, usados para recoger la sangre que se vertía tan pródigamente en aquel lugar. Debido a esto, todo el castillo estaba cubierto de manchas oscuras y despedía un tenue olor a podredumbre. Se decía que mientras su esposo estaba fuera, ella mantenía relaciones sexuales con sirvientes de ambos sexos, y se rumoraba que cuando tenia sexo con chicas no era raro que las mordiese salvajemente.

Todo empezó en 1604, poco después de la muerte de su marido. Una de sus sirvientas adolescentes le dio un involuntario tirón de pelos mientras la estaba peinando. Al principio tuvo mucha suerte: la condesa reaccionó reventándole la nariz de un fuerte bofetón (cuando lo normal entre la nobleza de la época habría sido sacarla al patio para recibir cien bastonazos). Pero cuando la sangre salpicó la piel de Isabel, a ésta le pareció que allá donde había caído desaparecían las arrugas y su piel recuperaba la lozanía juvenil. La condesa, fascinada pensó que había encontrado la solución a la vejez, y siempre podriá conservarse bella y joven. Todas las leyendas sobre canibalismo aseguran igualmente que la sangre humana prolonga la juventud. Tras consultar a sus brujas y alquimistas, y con la ayuda del mayordomo Thorko y la corpulenta Dorottya, desnudaron a la muchacha, le hicieron un profundo corte en el cuello y llenaron un barreño con su sangre. Isabel se bañó en la sangre, o al menos se embadurnó con ella todo el cuerpo, y probablemente la bebió, para recuperar la juventud.

Entre 1604 y 1610, los agentes de Isabel se dedicaron a proveerla de jóvenes entre 9 y 26 años para sus rituales sangrientos. En un intento de mantener las apariencias, habría convencido al pastor protestante local para que sus víctimas tuviesen entierros cristianos respetables. Cuando la cifra comenzó a subir, éste comenzó a manifestar sus dudas: morían demasiadas chicas por "causas misteriosas y desconocidas". Así es que ella le amenazó para que callase y comenzó a enterrar en secreto los cuerpos desangrados. Ésta es, al menos, la versión de este pastor, que fue quien la denunció "oficialmente" al Rey Mátyás a través de la curia clerical.

En 1609 Isabel, por la falta de sirvientas en la zona como consecuencia de tantos crímenes, cometió el error que acabaría con ella: utilizando sus contactos, comenzó a tomar a niñas y adolescentes de buena familia para educarlas. Algunas de ellas comenzaron a morirse pronto por las mismas "causas misteriosas y desconocidas". Esto no era raro en aquella época, con sus elevadísimas tasas de mortalidad infantil y juvenil, pero en el "internado" de Čachtice el número de fallecimientos era demasiado alto. Ahora las víctimas eran hijas de la aristocracia menor, por lo que sus muertes eran consideradas importantes. La bruja Darvulia le habría prevenido que nunca tomara nobles, pero esta anciana había fallecido algún tiempo atrás. Fue su amiga Erszi Majorova, viuda de un rico granjero que vivía en la cercana localidad de Milova, quien convenció a la condesa de que no pasaría nada.

Hacia el final, muchos cuerpos se ocultaron en lugares peligrosamente insensatos, como campos cercanos, silos de grano, el río que corría bajo el castillo, el jardín de verduras de la cocina... Finalmente, una de las víctimas logró escapar antes de que la matasen e informó a las autoridades religiosas. Esto era algo que había ocurrido varias veces en el pasado, con sirvientas; por ejemplo, en el otoño de 1609.

Lo cierto es que ella vivió para ser bella siempre y ser admirada por eso, pero su trágico final fue el ser condenada a ocultarse en una prisión para que nadie la vea hasta la muerte.