Antecedentes, historia, genocidio y actualidad. Mas un millón de muertos y 6 mil construcciones destruídas
Las tropas del Ejército chino invadían Tíbet el 21 de octubre de 1950 y empezaba entonces para sus habitantes un calvario político-religioso. En 1959, una sublevación popular fue ahogada por el Ejército chino, que obligó al Dalai Lama, líder espiritual del país, a buscar el exilio. Hoy en Tíbet hay oficialmente por cada 10 tibetanos un soldado chino.
Cuando las tropas de Mao entraron en Lhasa (capital de Tíbet), lo hicieron para solventar, cuando menos, tres antiguos problemas. En primer lugar, la invasión se inscribía en la línea de reconstituir el cinturón periférico exterior que tan laboriosamente había forjado la dinastía anterior, la Ching. La fragilidad del Estado chino en los siglos XIX y XX había debilitado mucho la presencia china: Pekín era incapaz de asumir las responsabilidades que se había arrogado sobre su periferia a lo largo del siglo XVIII. Pero era más que previsible que la flamante nueva China intentara hacerse de nuevo con ella.
En segundo lugar, el desfile de tropas chinas al pie del Palacio de Potala tenía ya, en aquella mañana de octubre, una larga historia: los ejércitos del emperador manchú Kangxi lo habían hecho por vez primera en 1720. Los chinos, por otra parte, no habían sido los únicos: en 1904 los británicos, con sir Francis Edward Younghusband (explorador y oficial del Ejército británico) entraron desde la India. El control de Tíbet -en pugna con británicos y rusos- fue un problema intermitente durante toda la dinastía manchú: poco antes de su caída, el Ejército imperial chino entraba de nuevo en Lhasa mientras el Dalai Lama huía a la India. La China republicana dejó en paz a Tíbet simplemente porque no tenía fuerza para hacer otra cosa, pero era previsible que el nuevo Estado recuperara una línea política con una solera de dos siglos.
En tercer lugar, China no sólo invadió Lhasa, sino también todos los territorios de civilización tibetana que llevaba siglos disputándose con Tíbet. El gran problema de fondo era, y sigue siendo, el de los límites territoriales de Tíbet, ya que una porción muy sustancial del territorio chino es de civilización tibetana: todo el Qinghai, partes del Xinjiang, del Sichuan y del Yunnan. Desde el siglo XVIII China había ido incorporando porciones del territorio tibetano a sus provincias, aunque las marcas tibetanas habían sido siempre un conflicto latente. Para Pekín, la invasión de Tíbet implicaba una redefinición de las fronteras de éste y cerraba un litigio que duraba siglos.
La protesta tibetana por la invasión, que se alzó hasta las Naciones Unidas, tenía pocas posibilidades de prosperar: Nehru, en la vecina y recientemente independizada India, no se podía permitir disputas con China; Estados Unidos estaba enfrascado en la guerra de Corea; al Imperio Británico le había llegado la hora de replegarse sobre sí mismo. Pero aún hay más: aunque China no estaba representada en las Naciones Unidas, que sólo reconocían a Formosa, Chang Kaishek era tan partidario como Mao de la incorporación de Tíbet a China.
Las condiciones que Mao impuso a los tibetanos eran algo más duras, pero no sustancialmente diferentes de las que la misma China había impuesto a Lhasa en situaciones anteriores. Pero la China de Mao tenía mucha más fuerza que la anterior, y sus orientaciones eran también muy otras. A Tíbet le esperaba ahora un doble calvario: el de los avatares de la política maoísta, que compartiría con los chinos, y el añadido de tener un ejército de ocupación.
La reforma agraria -que inicialmente contaba entre los tibetanos mismos con partidarios- destruyó el equilibrio de la sociedad tradicional, ya de por sí amenazada por la llegada de colonos chinos. Los intentos de suprimir el poder monástico, que se saldaron con secularizaciones de monjes, pillaje de monasterios y ocupación de sus recintos para usos militares o administrativos, resultaron simplemente sacrílegos para la mayoría del país. Por su parte, la construcción de infraestructuras generó un sufrimiento indecible.
Los miles de kilómetros de carreteras que China necesitaba con urgencia se realizaron a toda prisa con mano de obra forzosa tibetana y trajeron a corto plazo un sufrimiento añadido intenso. Los chinos reconocieron un muerto por cada kilómetro: habría que multiplicar por mucho más. El Tíbet anterior a 1951 era una sociedad atávica en la que la mayoría de la población, articulada en torno a los monasterios, sobrevivía con gran austeridad: después de 1951, la miseria arrojó a unos a la mendicidad, a otros a la guerrilla de resistencia y a los más a una hostilidad hacia los chinos que oscilaba entre el nacionalismo y la xenofobia.
Cuando, dentro del marco del Gran Salto hacia Adelante, los chinos decidieron dar una vuelta más a la tuerca e imponer a Tíbet las cuatro liquidaciones, la situación se hizo insostenible: los intentos conciliadores del Dalai Lama acabaron por fin en marzo de 1959, cuando, en plena sublevación de la población de Lhasa, aquél huyó a la India.
Antecedentes
El conflicto en el Tibet nace de desacuerdos sobre la historia de las relaciones entre China y el Tibet, y es muy anterior al régimen comunista nacido en 1950 en Pekín.
Mientras China asegura que el Tíbet es parte del país asiático desde hace siglos debido a uniones dinásticas, los tibetanos piensan que el país fue sometido injustamente por los chinos en diferentes periodos de la historia, el último de ellos desde hace mas de 58 años.
Se considera que los pueblos tibetanos comenzaron a ser una entidad política diferenciada hacia el siglo VII, cuando se constituyen como un reino.
Songtsen Gampo (604-650), héroe nacional tibetano, fue el que logró unificar los pueblos del Techo del Mundo.
En tiempos de este primer rey comienzan los vínculos del Tíbet con la vecina civilización china, ya que siguiendo políticas de alianzas se casó con una princesa china llamada Wencheng, de la dinastía Tang (aunque también tuvo una esposa de Nepal).
En esta unión se basa China para afirmar su soberanía sobre la región, algo a lo que se oponen los independentistas tibetanos, que afirman que el aislamiento geográfico de la región le ha permitido ser virtualmente independiente durante gran parte de su historia, pese a las injerencias de potencias vecinas y occidentales.
Con reyes posteriores a Songtsen Gampo, el reino del Tíbet alcanzó su máxima extensión e incluso puso en jaque a la vecina civilización china, llegando a controlar brevemente la ciudad de Changan (actual Xian), la capital del 'Imperio del Centro'.
Hacia 1240, los mongoles, que controlaban China desde 1215, atacan el Tíbet y establecen una relación de 'patronazgo' sobre los líderes políticos y religiosos de la región.
China asegura que hacia 1372 la recién formada dinastía Ming otorgó al mandatario tibetano una suerte de 'virreinato' y le obligó a pagar tributo a la corte china, lo que en esencia significaba el dominio del imperio chino sobre el Tíbet. Esto no es reconocido por los independentistas tibetanos.
En 1720, la última dinastía china (Qing), aprovechando un conflicto entre dos líderes tibetanos, invade el Tíbet e instaura un gobierno que estaría encabezado por el Dalai Lama.
En los siglos XIX y XX, el Tíbet, como otras zonas de China, intentó ser colonizado por los imperios occidentales, principalmente el Británico, que exploró la región -muchos de esos primeros viajeros la idealizaron como un lugar mítico- y lanzó una invasión en 1904 encabezada por el coronel Francis Younghusband.
Las tropas mataron en su avance entre 1.300 y 5.000 tibetanos, según las diversas fuentes.
Tras llegar a Lhasa, impusieron a Tíbet y China la obligación de abrir la aislada región al comercio con el Imperio Británico, que en algunos tratados posteriores la trató como entidad independiente, pese a la oposición de Pekín.
En 1913, aprovechando la caída de la dinastía Qing en 1911 y el caos de los primeros años de la República de China, el Tíbet declara unilateralmente su independencia.
La anarquía que China sufrió en las décadas posteriores permitió a Tíbet fortalecerse como entidad independiente a principios del siglo XX, situación que terminó en 1950, cuando, un año después de la fundación del régimen comunista en Pekín, las tropas chinas 'invadían' el Tíbet (según los independentistas tibetanos, mientras los chinos hablan de 'liberación' del feudalismo en el territorio).
Los tibetanos se levantaron contra el dominio comunista en 1959.
Pero el fracaso de la rebelión iniciada el 10 de marzo de ese año (y cuya conmemoración motivó las protestas de la semana pasada) dio lugar a la huida del Dalai Lama y a la creación de un Gobierno tibetano en el exilio.
Según ese gobierno, la represión del ejército chino contra el pueblo tibetano y su cultura en medio siglo se cobró más de un millón de muertos, así como la destrucción de monasterios y templos, especialmente durante la Revolución Cultural (1966-76).
La represión también aumentó tras las protestas de 1989, para conmemorar el 40 aniversario de la rebelión.
Tras los pasos de una invasión
Durante siglos el Tibet fue gobernado por lideres religiosos locales y por señores feudales. Bajo la Dinastía Qing, China ejerció su jurisdicción sobre la región a través de estas elites sin interferir directamente en los asuntos locales. La presencia imperial en Lhasa se remitía solamente a un comisionado junto con un pequeño personal militar y logístico. Según Wang Lixiong[iii], este comisionado residente “servía simplemente de conector”, mediando entre las autoridades de la Dinastía y los gobernadores locales, el Dalai Lama y el Kashag (el máximo órgano ejecutivo del Tibet compuesto por 4 oficiales de alto rango). Como bien lo dice este autor, la posición del comisionado era una forma de mantener el mandato simbólico del emperador más que de gobernar verdaderamente.
La República Popular China fue fundada en 1949 al mando de Mao Tse Tung. Recién en 1950 China hizo el primer movimiento hacia el Tibet, con la entrada de 40.000 efectivos del Ejercito de Liberación Popular (ELP) en el territorio. En realidad, la intención del PC chino era manejar el país desde afuera, de un modo similar a como lo había hecho la Dinastía Qing. Es por esta razón que en un principio no hubo ningún intento de reforma social en Tibet.
A pesar de este hecho, el numero de civiles y militares chinos se incrementó de manera impresionante después de 1951, y el resultado fue la estructuración de un mecanismo llamado por Wang “un país, dos sistemas”, que recibió el nombre de Frente Unido. En la práctica esto significó una alianza entre los comunistas y el sector gobernante tibetano, a través de la cual estos últimos cooperarían para el establecimiento de la soberanía China. Dicha alianza es la llamada “Acuerdo de 17 puntos” que había sido firmada en mayo de 1951.
Como constatación del hecho que el Partido Comunista (PC) chino tenia la intención de respetar este acuerdo, Mao dice en 1952:
“A pesar de que el establecimiento de un comité militar y administrativo y que la reorganización de las tropas tibetanas fueron estipuladas en el acuerdo, ustedes tenían miedos, y por tal razón yo mandé que los comandos trabajando en Tibet redujeran el ritmo de implementación. El acuerdo debe ser cumplido, pero debido a sus miedos, tiene que ser pospuesto. Si tienen miedo este año, la consolidación podrá esperar hasta el siguiente. Si todavía tienen miedos el año siguiente, el proyecto puede esperar hasta el año después de ese.”
El comienzo de la construcción Socialista se produce recién en 1956 con; redistribución de tierras, creación de unidades del PC chino, organización de la lucha de clases y la guerra contra las elites. Frente a esta situación los dueños de tierras se arriesgaron a comenzar una revuelta contra el gobierno revolucionario. Como consecuencia, se produjo un enfrentamiento en Kham cuando miembros del ELP arribaron para frenar la rebelión. Acto seguido las autoridades de Beijing decidieron frenar las reformas por 6 años aproximadamente. Incluso Zhou Enlai (Ministro de Relaciones Exteriores) profundizó aun más la decisión y le comunico al Dalai Lama que si la región todavía no estaba preparada, el periodo de espera se prolongaría por otros 50 años.
Las contradicciones del Frente Unido iban en camino de estancarse hasta la destrucción. Las clases terratenientes se inquietaban ante el menor intento de cambio y desde el otro lado de la balanza, las masas pobres no se unían al Frente para luchar contra sus señores.
Llegado el año 1959, el fracaso del Frente Unido era evidente y la tensión en Tibet era cada vez mayor. La gota que colmó el vaso fue el rumor de que el ELP planeaba secuestrar al Dalai Lama. La rebelión estalló y hubo un enfrentamiento catastrófico, que culminó con el escape del Dalai hacia India y la toma total del control por parte de Beijing.
Las masas pobres eran el componente que necesitaba Mao para la construcción del socialismo, a través de la destrucción de las relaciones sociales de producción vigentes hasta el momento y de la consecuente emancipación de esa masa de población que había estado sumida en la servidumbre durante siglos. Pero la mentalidad de los trabajadores y campesinos no estaba preparada para este cambio y en cuanto sus señores se alzaron bajo las banderas de la religión y la nacionalidad en contra del PC chino, ellos no dudaron a quien defender. Ante esta situación el gobierno revolucionario no vislumbró otra salida que no fuera el abandono del Frente Unido y una embestida dirigida a desarrollar la lucha de clases hasta derrumbar a la elite local.
En función de comenzar con esta tarea miles de militares y civiles (cuadros políticos del PC chino de distinto rango) fueron enviados a las diferentes regiones para generar conciencia entre las masas campesinas y trabajadoras. En realidad, la estrategia fue doble, porque mientras los grupos de tareas realizaban la concientización, las tierras que pertenecían a los monasterios fueron redistribuidas entre las masas. De esta manera, el PC chino se iba asegurando la lealtad de los desposeídos, asi como también le restaba poder al accionar religioso (téngase en cuenta que el 97 % de los monasterios fueron cerrados en este periodo.
Destrucción y genocidio
La destrucción de la cultura de Tíbet y la opresión de su pueblo fue brutal durante los siguientes veinte años tras el levantamiento. 1.2 millones de tibetanos, un quinto de la población del país, murieron como resultado de las políticas de China; muchos más se consumieron en prisiones y campos forzados; y más de 6.000 monasterios, templos y otras construcciones culturales e históricas fueron destruidos y sus contenidos saqueados.
En 1980, Hu Yao Bang, Secretario General del Partido Comunista visitó Tíbet - el primer oficial superior en hacerlo desde la invasión. Alarmado por la magnitud de la destrucción que vio allí, solicitó una serie de reformas drásticas y una política de "recuperación". Se dijo que su renuncia obligada en 1987, fue en parte resultado de esta visión sobre Tíbet. En 1981, Alexander Solzhenitsyn describió el régimen chino en Tíbet, incluso, como "más brutal e inhumano que cualquier otro régimen comunista en el mundo". La moderación de las políticas de China en Tíbet llegó muy lentamente después de 1979 y permanece severamente limitada.
Importancia Geopolítica del Tibet
El Tibet compartiendo sus fronteras con Nepal, Myanmar, India y Bután lleva a que su seguridad y estabilidad sean prioritarias para la remota región himalaya. Pero quizás lo más importante, geopolíticamente, es que el Tibet representa para China una región-enlace entre el país con el sur y el centro de Asia. Tibet guarda en su historia haber sido escenario de antiguas rutas comerciales en el lejano oriente.
La estabilidad interna del territorio tibetano es importante para el gobierno de Pekín, pues permitiría reducir la brecha socio-económica que existe entre las empobrecidas tierras interiores de China occidental y la rica costa oriental a orillas del océano Pacífico.
Otro motivo importante son las grandes reservas que existen en dicho territorio. El Tibet es apodado “La torre de agua de Asia”, dado que China comenzó a tener escasez de agua dulce, que podrían ser suplidas por las reservas que se encuentran en la meseta Qinghai-Tibet, además de las que proveen los glaciares que son la fuente de mantenimiento de los mayores ríos de Asia como el Mekong, el Yangtze, el Indo, el río Amarillo.
China, un país que se ha convertido en la segunda potencia mundial; un país que debe aprovisionar su industria en franco crecimiento, en el Tibet encuentra el mayor depósito de cobre en la mina Yulong; al igual que importantes yacimientos de hierro, plomo, zinc y cadmio .
El sistema político del Tibet hoy en día
Tíbet es gobernado estrictamente por el Partido Comunista Chino, con el apoyo activo de los militares. El Partido gobierna a través de oficinas en cada provincia, región y prefectura autónomas. El gobierno está subordinado al Partido, el que lleva a cabo las políticas concebidas por el Partido. China ha establecido la panoplia completa del Partido y oficinas gubernamentales para administrar Tíbet como existe en China. Sólo en Lhasa, hay más de 60 departamentos y comités, cuya mayoría está conectada directamente a las oficinas nacionales en Beijing. De esta manera, Tíbet es "autónomo" sólo de palabra; en realidad, la Región Autónoma de Tíbet tiene menos autonomía que las provincias chinas. El cargo más alto de la R.A.T., Secretario del Partido, nunca ha sido manejado por un tibetano.
China mantiene un ejército de ocupación en Tíbet de, al menos, un cuarto de millón de integrantes. La milicia y la policía, a menudo, se encuentran presentes en Lhasa y todo otro lugar de manera avasalladora, aunque a partir de febrero de 1992, la seguridad en Lhasa está dominada por policía encubierta y con vestimenta civil. La milicia juega un papel mayor en la administración de Tíbet que en cualquier provincia china, y ningún tibetano ejerce dentro del liderazgo del distrito militar gobernante en Tíbet.
El Tibet en la actualidad
El cuantioso exilio, ha dado lugar a una masiva afluencia de colonos chinos, que desde 1983 llegan al Tibet alentados por el gobierno de Pekín, ocupando las tierras del centro y del oeste del Tibet, a las que China las denomina “Región Autónoma de Tibet”. Esa constante migración provoca una reducción importante de tibetanos que los v a presentando como una insignificante minoría en su propio país.
Tal situación provoca una seria amenaza a la supervivencia de la nación tibetana, respetable en sus creencias espirituales, valores morales, cultura y correspondiente herencia espiritual.
La realidad es que China no encuentra la fórmula para encajar dentro de la República Popular a una cultura radicalmente distinta a la china y de raíz teocrática. El gobierno de Pekín no puede dudar que el Dalai Lama tiene un gran ascendiente sobre la gran mayoría de los tibetanos que aceptan el dictamen de su doctrina de no violencia, sin por ello dejar de condenar a los que actualmente la emplean contra ellos. China además, tiene un gran problema de fondo geopolítico:: el tema de los límites territoriales de Tibet, ya que una extensa superficie territorial de su zona sur continental , es de civilización tibetana.
Las reclamaciones actuales de China respecto al Tibet, están basadas enteramente en la influencia que los mongoles y los emperadores manchús ejercieron sobre el Tibet en los siglos XII al XVIII. Una posición política absurda e inaceptable. El tema real es que aun existe entre mongoles y tibetanos, una afinidad racial, cultural y especialmente religiosa, característica del Asia Central, Y en este escenario China no tiene créditos, ni antecedentes ni un presente para poder participar.
El supuesto boicot a los juegos olímpicos, es un vano pretexto. La verdad radica en el respecto de los derechos humanos y en el fortalecimiento de la coexistencia pacífica.
El fondo del tema controversial entre China y el Tibet radica -principalmente- en que el Tibet forma parte de las casillas centrales de Asia en las que se juega su control. La actual crisis era previsible. Xulio Ríos - Director del Observatorio de la política china- analizando el libro blanco sobre el problema del Tibet (publicado en 2004) queda sorprendido por la incapacidad que se tuvo en la última década para aportar alguna estrategia innovadora por parte de ambos actores. Considera que ese inmovilismo es la clave que ha conducido al fracaso de las negociaciones mantenidas entre ambas partes -al menos cinco desde 2002- realizadas en Dharamsala, Pekín y Suiza.
En segundo lugar, es necesario tener en cuenta que la modernización y el crecimiento no ha dado los resultados esperados, por más que el gobierno de Pekín manifiesta internacionalmente el esfuerzo que realiza a favor del desarrollo de la RAT (región autónoma de Tibet). El ferrocarril Qinghai-Tibet que entró en funcionamiento en 2006 ha servido para crear más resentimiento , rebeldía y mayor sentido nacionalista entre numerosos colectivos sociales del Tibet -particularmente entre los monjes- que presienten que la idiosincrasia tradicional se va transformando tan sólo en una reliquia histórica. El citado ferrocarril ha permitido que la población china en Lhasa - capital del Tibet- aumente, en detrimento de la disminuída población tibetana.
En tercer lugar -acota Xulio Ríos- “la autonomía tibetana no es real. La naturaleza política del problema tibetano no es religiosa, sino política y tiene que ver con las posibilidades del ejercicio efectivo del autogobierno. Los recientes disturbios pre-olímpicos- evidencia el fracaso reiterado de la política de Pekín en relación al tema de las nacionalidades minoritarias.
Pero a todo ello hay que sumar que la actitud del gobierno del Dalai Lama en el exilio en India - si bien figura respetable en cuanto a su carisma religioso- resulta anacrónica como representante político, pues a pesar de los años transcurridos fuera de su patria, de los cambios que se han dado en el escenario internacional, no le han servido para modernizar su estilo.
Genocidio Cultural
El Dalai Lama, líder espiritual del Tíbet, ha manifestado que esa región está sufriendo "alguna clase de genocidio cultural" y que las autoridades chinas pretenden alcanzar la paz mediante el uso de la fuerza.
El líder espiritual también ha pedido la ayuda de la comunidad internacional a quien atribuyó una responsabilidad de "carácter moral" en la causa tibetana.
Además, también ha pedido que se investigue lo ocurrido durante todos estos días en esa región, e indicó que el número de muertos en la revuelta contra Pekín, la peor de las dos últimas décadas, ronda el centenar.
El Dalai Lama teme que haya más muertos en el Tíbet a menos que Pekín cambie de política hacia esa región controlada por China, que la considera parte de su territorio nacional.
El Gobierno de China sólo ha reconocido 13 muertos, todos chinos en la última revuelta. Pese a lo que está ocurriendo, el líder espiritual de los tibetanos se mostró favorable, en sus declaraciones a la BBC, a que se deje a Pekín organizar los Juegos Olímpicos de este verano.
El Gobierno tibetano en el exilio ha confirmado que 80 personas han muerto y 72 han resultado heridas durante las últimas protestas en la capital de la región de Tíbet, Lhasa, en respuesta a las estimaciones formuladas por exiliados tibetanos que elevaban a un centenar las víctimas mortales tras los enfrentamientos con las fuerzas de seguridad chinas.
"En lo que se refiere al número de cuerpos, es ochenta", declaró el portavoz del Gobierno en el exilio, Thubten Samphel, que además indicó que otras 72 personas habían resultado heridas durante el transcurso de los disturbios.
Por su parte, el alcalde de Lhasa, Doje Cezhug, aseguró que la ciudad está "en calma" y que "la situación general en el Tíbet es buena" tras los últimos graves disturbios, de los que acusó a "monjes y delincuentes".
Las fuerzas armadas chinas no confían en el resultado del ultimátum dado a los "agitadores" para que se entreguen antes de la medianoche de este lunes y ha procedido a buscarles casa por casa en Lhasa.
Por otro lado, una manifestación en La Haya contra la presencia china en el Tíbet, a la acudieron medio millar de personas degeneró este domingo en un ataque por parte de un centenar de participantes contra la embajada china en Holanda, que sufrió destrozos en su valla.
Amnistía Internacional (AI) instó a las autoridades chinas a permitir una investigación independiente por parte de la ONU sobre los enfrentamientos en Tíbet y reclamó al Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas que preste "atención" en su actual periodo de sesiones a la situación que se vive en esta región controlada por China, aunque China se sigue negando a alguna visita de las Naciones Unidas.
Refugiados se manifiestan contra el genocidio en Tibet
Al menos un millar de tibetanos exiliados protestaban este domingo en Dharamsala, al norte de India, contra lo que ellos calificaban de "genocidio en Tíbet", dos días después de los disturbios registrados en Lhasa, capital de esta región del Himalaya.
Los manifestantes pisotearon cientos de banderas chinas en Dharamsala, donde reside desde hace 49 años el líder espiritual de los budistas tibetanos, el Dalai Lama, que tenía prevista una conferencia de prensa horas después.
"China debe parar la brutal represión y el genocidio en Tíbet", declaró Sonam Darjee, responsable del Congreso de la juventud tibetana, que, contrariamente a lo que opina el Dalai Lama, desea la independencia y no una simple "autonomía cultural" de la región autónoma china.
"El Congreso de la juventud tibetana siempre creyó en la independencia del Tíbet, donde la población quiere la independencia. La mayoría de los muertos en Lhasa son tibetanos y fueron asesinados por chinos", agregó.
Un grupo de 70 refugiados inició una huelga de hambre en un templo de la ciudad y desplegó una pancarta en la que se calificaba a China de "asesina de los tibetanos y enemiga de la Humanidad".
Además, los manifestantes desean boicotear los Juegos Olímpicos que se celebrarán en Pekín en agosto.
Los tumultos registrados en Lhasa el viernes dejaron un saldo de 10 muertos, según las autoridades chinas, y de 30, según el gobierno tibetano en el exilio. Se trata de las manifestaciones más sangrientas desde las registradas en 1989.
El gobierno chino, que controla la región himalaya del Tíbet, afirmó que las manifestaciones fueron impulsadas por los "partidarios del Dalai Lama".
El gobierno tibetano en el exilio refutó estas acusaciones y recordó que el líder espiritual tibetano era un "apóstol de la paz".
Vía: Radical party
Vía: Nodo50
Vía: Gestiopolis
Vía: La gran época
El conflicto China - Tibet: Genocidio humano y cultural
Publicado por Daniel 14:02
Etiquetas: miscelanea, politica