Que la Justicia italiana es un desastre es un simple y objetivo dato numérico: en los tribunales trasalpinos se amontonan diez millones de procesos pendientes, hay que esperar una media de 1.080 días (casi tres años) para obtener una sentencia de primer grado y el número de procesos que prescriben es el más elevado de Europa. Pero, quizás para compensarlo, los magistrados italianos se entregan con escrupulosidad y esmero a la producción de algunas de las más delirantes sentencias jurídicas del mundo.
La última, calentita, ha sido emitida esta misma semana y es sencillamente soberbia: condena a un peligroso pervertido de 33 años a diez días de prisión y a pagar una multa de 40 euros por el gravísimo delito de haber mirado con insistencia (demasiada insistencia, a entender del insobornable juez) a la señora que viajaba enfrente de él en un tren. ¡El muy bellaco!
La víctima, una mujer de 55 años, expuso ante el tribunal con todo género de detalles la brutal agresión de la que había sido objeto. Un buen día se encontraba a bordo del tren regional Sondrio-Lecco-Milano cuando el joven en cuestión se sentó a su lado, obligándola a retirar su bolso y gabardina del asiento y pegándose a su anatomía más de lo que a su entender la decencia aconseja. Pero la cosa no quedó ahí. Al día siguiente, el criminal no sólo reincidió en su comportamiento sino que lo hizo con agravantes: se sentó en un asiento frente a su víctima y se pasó todo viaje clavando los ojos (probablemente inyectados de sangre) en el pecho. No dijo ni una sola palabra, no hizo ningún intento de acercamiento físico o verbal. El depravado se limitó a mirar fija e insistentemente la delantera de la pobre mujer que, sin dejarse intimidar y en un gesto de gran valentía, al concluir el viaje se dirigió a un agente de la policía ferroviaria y denunció al peligroso sujeto.
De nada han servido las banales excusas esgrimidas por el criminal, asegurando que no pretendía molestar a la señora y que si la miraba era porque, dada la posición de su asiento, no le quedaba otro remedio. El juez no se ha dejado ablandar por esos inverosímiles argumentos y ha dictado una dura pena contra él: diez días de cárcel y 40 euros de multa.
El abogado del agresor ya ha anunciado su intención de recurrir el fallo. Lo que significa que, con un poco de suerte, es muy posible que un nuevo juez añada nuevos elementos de surrealismo al caso. Y todavía hay quién se queja de la Justicia italiana…"