Entrevista con el director Michael Mann con motivo del film "Enemigos Públicos"



'Enemigos públicos', la próxima película del director estadounidense, cuenta con Johnny Depp y Christian Bale.

¿Por qué la fama de Dillinger?

Por su inteligencia sabía manejar a la opinión pública y a los medios. En los atracos les decía a los clientes del banco que no se preocupasen, que no les robaba a ellos sino al banquero. No hemos inventado nada, sino recurrido a las filmaciones de entonces.

¿Qué es lo que más le atraía del personaje?

Como se tomaba la vida. Estuvo diez años encarcelado y, en los trece meses que pasó en libertad, intento vivir cuatro vidas a la vez. Quiso conocer la amistad, el amor. Iba al cine, o a bailar, mientras le perseguía la policía. Llegó a ser el segundo tipo más conocido del país, tras el presidente.

Extraño, siendo un ladrón...

Pero muy romántico. Podría haber reunido un botín y escapado a Brasil, pero no lo hizo. Organizaba un atraco al milímetro pero no sabía qué haría dos días después. Esa inmediatez, esa urgencia, eran fascinantes. Y también su humor: fue capaz de escribir a Henry Ford para agradecerle que sus coches fuesen tan rápidos y fiables porque eran los mejores para escapar de la policía. Ford publicó la carta en los periódicos.

¿Qué pasaba por su cabeza?

No lo sé, y eso es lo que más me atraía. Vivió momentos surrealistas, como ver una película basada en su vida, interpretada por Clark Gable, mientras 30 policías esperaban a la puerta del cine para masacrarle a balazos.

La policía no sale bien parada en Enemigos públicos: para atrapar criminales, son más violentos que ellos.

Aunque no sea santo de devoción, Herbert Hooover (presidente de EE UU entre 1929 y 1933) revolucionó el sistema policial para perseguir a criminales como Dillinger. Cuando instituciones así son reformadas a veces no saben cómo actuar, lo que provoca errores humanos. Los policías de mi película están desesperados, y para matar a Dillinger no dudan en torturar o extorsionar. En el fondo, les pasa lo mismo que a él: sólo conocen el lenguaje de las armas.

¿No teme que sus villanos sean más atractivos que sus héroes?

Algo que me fascina de la gente es que, aunque somos el producto de nuestras decisiones, hay muchas cosas que nos influyen. Hay personajes horribles que, si te contaran su infancia, te harían llorar. Ambas cosas pueden convivir. Personajes como Dillinger, tan contradictorios, me atraen. Es malo pero, como todos, no lo es del todo. Me aburren los personajes de una sola dimensión.

¿Cómo es dirigir a Johnny Depp y Christian Bale?

En los rodajes me divierto mucho, pero eso no significa que esté jugando: siempre pido a mis actores un compromiso absoluto. Pero cada uno llega a él de una forma diferente. Depp trabaja mejor al identificarse con el personaje, y Dillinger le interesaba desde hacia tiempo. Yo quería que interpretase un papel más duro que los que está haciendo últimamente. Con Bale no hay que trabajar mucho:_se mete hasta el fondo del personaje, desde el primer al último día de rodaje.

Su película habla de los EE UU de la Gran Depresión. ¿En qué se parece ese país al de ahora?

Puse en marcha la película en 2007, antes de la crisis económica, así que no era nada planeado. La situación de entonces era mucho peor: uno de cada cuatro americanos estaba en el paro, millones de familias se quedaron sin nada. Pero hay algo en común: la idea generalizada de que la mayoría de la gente pasa apuros y unos pocos privilegiados se están quedando con todo. Las diferencias sociales que existen en mi país son excesivas.

Vuelve a rodar en sistema digital, ¿por qué?

Hice pruebas con película convencional, pero la imagen me parecía demasiado cinematográfica, de película de época, y yo quería algo más real. Quería que cruzases la calle con los ladrones, que te rodeasen las balas. Una inmersión total en esa época.

En su cine también abundan las escenas de tiroteos. ¿Cómo las planifica?

Como una pelea: aunque no sea algo físico, aunque no haya puñetazos, uno de los dos tiene que salir ganando. No puede haber nada gratuito: cada movimiento es decisivo. Es muy importante explicar antes el porqué se enfrentan los personajes, qué pierde cada uno si es alcanzado por un disparo. Eso aumenta el dramatismo. Luego, ya en el rodaje, es una cuestión de coreografía. Hay muchas cámaras en funcionamiento, muchos cables, luces, permisos que pedir, pero todo ha de estar planeado al milímetro.

¿Piensa en los actores al escribir el guión?

No. Sólo lo hice una vez, con Leonardo diCaprio y, al final, ni siquiera dirigí la película [se refiere a El Aviador]. El proceso suele ser al revés: al escribir la historia construyo una base muy fuerte y busco construir un perfil psicológico completo de los personajes, a los que los actores se adaptan.

¿Qué es más difícil, elegir una historia o narrarla?

Encontrarla. Pero hay casos excepcionales, como Collateral: allí lo más difícil fue contar una historia tan densa, que se desarrolla en tan pocas horas. Después de tramas que se desarrollaban a lo largo de muchos años, como Ali o El último mohicano, me tenía que centrar en algo muy rápido. Y fue un placer.


Sus últimas películas

El último mohicano (1992).
Tras seis años sin dirigir un largometraje en el cine, Mann adaptó la clásica novela de James Fenimore Cooper consiguiendo el primero de sus grandes éxitos. Música e interpretaciones épicas.

Heat (1995).
Con un reparto de lujo encabezado por Robert De Niro y Al Pacino, Mann firma uno de los policiacos más redondos de las últimas décadas. Inteligencia, melancolía y un memorable final.

El dilema (1999).
La crítica se rindió ante este larguísimo cuento moral, basado en hechos reales, sobre el poder de las grandes corporaciones, el coraje que se necesita para combatirlas y el papel de los medios en la batalla.

Ali (2001).
Spike Lee puso el grito en el cielo cuando supo que un blanco se ocuparía de narrar la vida de Cassius Clay, pero Mann era el favorito de Will Smith. El resultado, como siempre, fue un título más que correcto.

Collateral (2004).
Tom Cruise y Jamie Foxx brindan dos magníficas interpretaciones en este duelo moral de una intensidad teatral. Su ambigüedad y dinamismo la convierten en ejemplo de cómo reinventar el cine negro.

Corrupción en Miami (2006).
Aquí no había duda: como creador de la exitosa serie, Mann era el más indicado para su adaptación al cine. Reacio a cualquier tipo de parodia de los ochenta, el resultado es un filme oscuro y sexy.

Enemigos públicos (2009).
Sabor a clásico con tecnología moderna: el director muestra el perfil amable de un célebre ladrón de bancos en la enésima demostración de lo mucho que le gusta sumarse al bando de los villanos.