Anacronismos en las películas de Hollywood

Gladiador


Gafas en el Coliseo, ciudades aún no fundadas o la imposible mezcla de hombres con dinosaurios. Cuanto mayor es la ambición de una película, más son los espectadores ávidos por encontrar fallos

Es tan célebre como los chistes de El guateque o los besos de Casablanca: sí, en la carrera de cuadrigas de Ben Hur, uno de los trompetistas lleva reloj de pulsera. Once Oscar, un reparto colosal y un goof inolvidable. Cuanto mayor es la ambición de una película, más son los espectadores ávidos por encontrar fallos.

Una de las mujeres que aplaudían a Russell Crowe en el Coliseo de Gladiator llevaba gafas de sol. El propio Maximus se paraba ante unos campos con huellas de tractor. Antes, tras una brutal batalla, veíamos un cadáver con vaqueros.

Pero el colmo de lo fantasioso sucedía en Hace un millón de años: tan inolvidable era el biquini prehistórico de Raquel Welch como el choque de hombres y dinosaurios.

El vicio es viejo, pero tampoco tanto como planteaba Gladiator, donde se fumaba catorce siglos antes de que el tabaco llegase a Europa. Tampoco Titanic era creíble: aunque DiCaprio consumía cigarrillos de liar al principio de la cinta (algo veraz), fallaba cuando tiraba al mar una colilla con filtro.

Pero es que James Cameron recaía en más errores, como una charla sobre un lago artificial, el Wissota, creado años después del hundimiento del barco. En otra escena, Rose bromeaba sobre Freud y la longitud del pene, tema sobre el que el austriaco no publicó nada hasta 1920. Y en la película puede verse la Estatua de la Libertad verde, pero en 1912 era marrón: no se repintó hasta 1921.

Otra constante del cine son las imprecisiones urbanas, en las que Gladiator también es ejemplo: las torres, cúpulas y villas que aparecen en Roma son más medievales que del siglo II. En Alejandro Magno se ve el Faro de Alejandría, que se construyó por lo menos quince años después del 283 a.C. en el que está ambientada la cinta.
En 'Titanic' se ve la Estatua de la Libertad verde, pero en 1912
era marrón

En Troya, un niño habla a Aquiles de Boagrius el Tesalónico, cuando dicha ciudad griega se fundó unos mil años después.

Y, sin irse tan lejos, Lo que el viento se llevó o Regreso al futuro también contienen errores de bulto. En la primera, Vivien Leigh corre a toda velocidad alumbrada por bombillas eléctricas, no demasiado frecuentes en las calles de mitades del s. XIX. En la segunda, Marty McFly (Michael J. Fox) monta en monopatín por calles con rampas para minusválidos, que empezaron a implantarse en la década de los setenta, no en el año 1955 al que retrocede la cinta.

Y volvemos a Gladiator. En un primer plano de Lucilla, una de sus protagonistas, es obvio que lleva lentillas (de las que se habla en Cinderella Man, aunque se popularizaron veinte años después) y se lanzan octavillas cuando no existía la imprenta.

Tampoco eran veraces los libros de Ben Hur en una época en la que se empleaba el papiro. Pero aún más descabellados eran los mapas de 10.000, que merece un artículo aparte: ni sus pirámides, barcos de vela, utensilios de metal ni caballos amaestrados tienen mínima credibilidad.

Tampoco los estribos de casi todas las películas de época ni los rifles de repetición disparados en Piratas del Caribe: La maldición de la Perla Negra.

Pero es que hasta alguien como Spielberg cometió errores en los cuatro Indiana Jones (por ejemplo, interruptores eléctricos de la luz en la tercera parte o una moto moderna en la última, ambientada en 1957).

La Ford Transit que se adivina en Braveheart (donde también abundan las faldas escocesas, insólitas en esa época), los empastes metálicos en la boca de Leónidas en 300, el avión que sobrevuela a María Antonieta, igual que a Liz Taylor en Cleopatra o a Brad Pitt en Troya), las cremalleras de los bailarines de Amadeus, los hippies de El Padrino...

Fallos, fallos y más fallos. Lecciones vitales quizá, pero que nadie espere clases de historia sentado en la butaca de un cine.

Canciones o películas aún no aparecidas son usuales en el cine. En Apolo 13 se ve la caja del Let It Be de The Beatles cuando no había sido publicado. En Nacido el cuatro de julio, Ron Kovic escucha American Pie tres años antes de que viera la luz. Morrison contempla, en The Doors, un cartel de 48 horas más, estrenada 19 años después de su muerte. Y en JFK Stone muestra La noche de los muertos vivientes, rodada un lustro después de ser asesinado Kennedy.