La evolución acaba con la funcionalidad de algunas partes del cuerpo humano.
Son muchas las partes de nuestra anatomía sin una función concreta y sin embargo, no eliminadas por la evolución. Las muelas del juicio o el apéndice ya empiezan a presentar ausencias congénitas en algunos casos.
Los llamados órganos vestigiales son aquellos que han perdido su función original a consecuencia de la evolución, o lo que es lo mismo son "partes del cuerpo que no sirven para nada, o para casi nada", como se recoge en el blog Genciencia. Charles Darwin ya hacía mención a estas peculiares partes de nuestro cuerpo en su obra El descenso del hombre (1871).
A pesar de carecer de función, algunos de estos rasgos de nuestra anatomía no han desaparecido, y no se encuentra una explicación científica que lo explique. Sí es cierto que si a finales del siglo XIX, se hablaba de 86 órganos de los que se desconocía su función, hoy la lista se reduce bastante, convirtiéndose en motivo de debate.
Se trata de partes de nuestro cuerpo muy poco conocidas, por ejemplo, el músculo piramidal. Un diminuto músculo triangular que se une al hueso púbico. Más del 20% de nosotros carecemos de él, porque es bastante inútil; aunque es cierto que resguarda el nervio ciático y que puede cobrar cierta importancia en deportistas de alto rendimiento.
Otros rasgos anatómicos con poca funcionalidad están muy vinculados a necesidades animales, alejadas ya de la naturaleza humana. El llamado órgano vomeronasal, localizado en un hueso entre la nariz y la boca, es considerado un posible receptor de feromonas (aunque no está demostrado que el ser humano cuente con esta capacidad). Es un pequeño hoyo situado a cada lado del tabique nasal. Cuando las serpientes sacan la lengua, atraen partículas que llegan a este órgano, permitiéndolas oler así a sus presas.
Todas estas peculiaridades anatómicas tienen un origen perfectamente justificado, muy vinculado a instintos primitivos e irracionales, propios de los animales. Así, el músculo palmar, por ejemplo, ahora ya sólo presente en el 11% de los humanos, pudo ser importante para colgarse y escalar. Actualmente, es aprovechado en cirugía reconstructiva.
Más conocidas son las muelas del juicio, así denominadas por aparecer cuando una persona ingresa en su etapa adulta (entre los 15 y 25 años de edad), que es supuestamente cuando uno posee “más juicio” o sentido común. Ahora sólo el 5% de la población cuenta con un juego sano de estos terceros molares. Se cree que se desarrollaron hace miles de años cuando el ser humano necesitaba de una masticación más fuerte, pues su alimentación era principalmente a base de alimentos crudos.
Y más conocidos son también el apéndice y el coxis, pero no por ello son más útiles . El apéndice, un tubo muscular unido al intestino grueso, servía como área especial para digerir la celulosa cuando la dieta de los humanos consistía más en proteínas vegetales que en animales. En la actualidad, son diversas las funciones que se le adjudican, desde la función linfática, exocrina o endocrina hasta la neuromuscular.
Sin embargo, la mayoría de los médicos y científicos sostienen que el apéndice carece de una función significativa. Investigaciones recientes han demostrado que en los lactantes menores, funciona como válvula de escape para los gases. Aunque todavía es muy raro (sólo ocurre en una de cada 100.000 personas), se han descubierto ya casos de ausencia congénita del apéndice.
En cuanto al coxis o "rabadilla", su función originaria era la de mantener el equilibrio. Cuando el ser humano perdió la necesidad del rabo, al comenzar a caminar erguido, las vértebras se fusionaron y dieron lugar al coxis.
¿Amamantaban los hombres prehistóricos a sus hijos?
La ausencia de pruebas hace pensar que la hipótesis de que los primeros hombres pudieran amamantar también a sus hijos sea poco probable . Sin embargo, lo que sí se ha podido demostrar es que todos comenzamos siendo mujeres en el vientre materno, independientemente del que vaya a ser nuestro sexo, como publica la revista LiveScience.
Esto es así porque los conductos lactíferos se forman antes de que la testosterona provoque la diferenciación de sexos en el feto. Desde este punto de vista, los pezones masculinos serían también otro rasgo anatómico sin función.
En el caso de muchos mamíferos machos las hormonas se encargan de atrofiar la formación de los pezones. Lo curioso es el hecho de que los pezones masculinos vengan equipados con nervios y vasos sanguíneos, si éstos no tienen ninguna función. Lo más probable es que los pezones masculinos erectables, al no suponer un problema, no fueron eliminados por la selección natural.