El español habla de sus planes como actor, director y productor. Recuerda el hambre de sus primeros años en Madrid.
Antonio Banderas vive en Los Ángeles, pero España sigue muy presente en su cabeza. Abrió camino para Bardem , Paz Vega o Penélope Cruz, y sigue produciendo en Málaga.
Considerado una estrella en Hollywood, en unos dias se estrena The Code, donde encarna a un ladrón de joyas compinchado con Morgan Freeman.
¿Cómo define la película?
Como entretenimiento puro y duro, sin más ambición que divertir al espectador.
¿Qué le atraía del proyecto?
En un ochenta por ciento de los casos escojo las películas por el guión. Pero otras veces lo hago por un determinado actor o director. En este caso, me animó colaborar con Morgan Freeman; siempre había querido hacerlo.
¿Aprendió mucho de él?
Siempre aprendo de mis compañeros, sean jóvenes o veteranos, porque cada uno tiene su propio librillo. Morgan es un actor muy económico, que se usa mucho a sí mismo y al que le basta con poner su personalidad, que es mucha, para hacer fascinante un papel. Además, su carrera ha sido muy especial. No se convirtió en una estrella hasta los sesenta años. Sabe mucho de las miserias y grandezas de la actuación y la vida.
Su personaje es un experto en tecnología. ¿Y usted?
Me gusta, pero la que está relacionada con mi trabajo. Uso programas de edición musical e imagen, pero no sé nada de redes sociales ni esas cosas de Internet. Me conecto todos los días para leer todos los periódicos españoles.
Aprendió esgrima para El Zorro. ¿Aprendió a robar para The Code?
Nunca he robado nada. Pero no por falta de ganas: cuando vine a Madrid en los ochenta estaba muerto de hambre. Me moría por pegarle una pedrada a un escaparate para robar jamón, pero no podía. Me faltaban huevos.
¿Recuerda mucho esos años?
Sí. Los tengo muy presentes, porque si se te olvidan esas cosas, entras en un terreno muy peligroso. Para ver claro el contexto de tu vida hay que recordar todo lo que has pasado: sacrificios, penurias... Años muy complicados, pero divertidos. Llegué en plena movida, todo estallaba. Pelos de colores, faldas cada día más cortas... Se acababa la España de boina y pandereta. Se escuchaba a Radio Futura, Almodóvar estrenaba... Los buenos han sabido sobrevivir.
Joven, guapo, famoso... ¿Cómo lo logró usted?
Sé por dónde vas... Tema drogas y esas cosas, ¿no? Tuve suerte de no perderme. Siempre he tenido una lucecita encendida en la cabeza que me ha evitado descarrilar. Tenía dinero, podría haberme vuelto majara y metido en mundos de los que muchos no pudieron salir, pero no salí malparado. Fue bastante más problemática la desesperanza, la falta de trabajo y la frustración de sentir que tenía que volver a Málaga. Pero igual que la vida te pone a prueba, también a veces te manda un golpe de suerte.
¿Cuál fue el suyo?
En el café del Teatro María Guerrero. No tenía un duro para seguir en Madrid. Entonces, me crucé con Nuria Moreno, la hija de Nuria Espert. Me dijo que iban a hacer unas pruebas en el Teatro Nacional, y supliqué que me llamara: yo no tenía ni teléfono, tuve que darle el de unos amigos argentinos. Unos meses después hacía La hija del aire, de Calderón de la Barca, y rodaba Laberinto de pasiones. Si Nuria hubiese entrado cinco minutos después, nada habría sucedido. No sé qué habría sido de mi vida, no estaría ahora hablando contigo.
¿Cómo resumiría su carrera?
Como una aventura vital. Son treinta años, veinte en Estados Unidos. ¡Pero no hablemos en pasado, que ni me muero ni me retiro! Acabo de cambiar de agente, tengo el mismo que Tarantino, Gere o Natalie Portman. Me llegan guiones más interesantes. Empiezo una nueva etapa.
¿Y las otras?
La última, de ruptura. Corté con mis primeras películas, con el cine español, con Almodóvar, para intentar un hito imposible: trabajar en una industria como la estadounidense. Ahora quiero consolidarme, seguir dirigiendo y producir en Málaga. Trabajar con más calma, sin prisa pero sin pausa. Conquistar cosas todavía mejores.
¿Haciendo qué?
De todo. Supongo que trabajaré menos como actor, dirigir requiere mucho tiempo.
¿Qué hace con ese tiempo?
Ahora escribo con Antonio Soler el guión de Boabdil, que quiero terminar en un mes. Después ir a los países árabes a buscar financiación, porque la quiero rodar en árabe y español. Creo que podremos empezar en febrero de 2010. Mientras, una vida normal: leo, toco el piano, estoy con mis hijos y sigo todo lo que puedo la política.
¿Cuándo acabará la crisis?
Uf... no lo sé. Es un momento muy duro, pero hace unos meses era peor. Pensaba que nos dábamos un talegazo brutal, pero creo que se podrá remontar. Quedan muchos obstáculos, no va a ser fácil, pero podemos aprovechar para extraer lecciones.
¿Por ejemplo?
Sobre todo, que no hay que echarles toda la culpa a las empresas y al paternalismo estatal, sino mirarnos a nosotros. Mi padre siempre me decía una cosa: no te gastes el dinero que no tienes. Pero millones de personas lo hemos hecho. Los bancos nos pusieron una zanahoria y salimos corriendo tras ella.
Más allá de zanahorias... ¿Rodará la vida de Dalí?
Creo que podremos empezar en mayo, aunque es una película pequeña e independiente, y con esta crisis es difícil cerrar la financiación. Pero creo que en una semana será oficial, y contaremos con Catherine Zeta-Jones. Al principio no me veía como Dalí, pero tras unas pruebas y hacer un poco el loco, descubrí que estaba más cerca de él de lo que pensaba. Es algo que he escuchado mil veces, sobre mí y sobre otros actores: "Éste no va a poder hacer ese papel". Pero no me interesan los prejuicios; los actores tenemos que ignorarlos.
¿Irá el domingo a los Oscar?
No, siempre que puedo lo evito. Si no tienes que entregar o recibir un premio, no tiene ningún sentido. ¿Sabes dónde los veré? Con Melanie en casa de Madonna. Veremos la ceremonia todos juntos, tirados en un sofá comiendo bocadillos. Mejor que estar sentado, en traje, tres horas.
¿Ha hablado con Penélope ?
Sí, la recibimos hace poco en casa con una fiesta. Había mucha gente de la profesión, y todos están convencidos de que va a ganar. Es la gran favorita. La sorpresa sería que no lo hiciese.
¿Cómo está ella?
Estupenda. Mejor que nunca: relajada, llena, contenta. Hacía mucho que no la veía tan sólida. Y el domingo ganará.