La vertiginosa velocidad de la Vía Láctea

Representación artística de la Vía Láctea. Los puntos azules y verdes indican las medidas de las distancia.


Nuevas observaciones revelan que la Vía Láctea gira a 965.000 km/hora. Aumentan las probabilidades de colisión con otras galaxias

Quien tenga miedo a la velocidad, que se agarre: la Vía Láctea gira 160.000 kilómetros por hora más deprisa de lo que se pensaba hasta ahora. Ese aumento de velocidad, respecto a la estimación anterior, implica que su masa es un 50% más grande de lo que señalaron investigaciones anteriores y que, por tanto, es más probable que colisionemos con nuestra vecina, la galaxia Andrómeda. Eso sí, en un futuro que está aún muy lejano. «Gracias a este trabajo, nuestra galaxia ha dejado de ser la hermana pequeña de su familia», ha señalado Mark Reid, del Centro de Astrofísica de Harvard-Smithsonian.

Estos nuevos datos significan que la Vía Láctea se mueve en su órbita a la vertiginosa velocidad de 965.000 kilómetros por hora, según se ha logrado observar desde una de sus esquinas, que es donde se encuentra el Sistema Solar donde se ubica la Tierra, es decir, a 28.000 años luz de su centro galáctico.

«Se trata de un trabajo muy interesante; no es fácil conocer la estructura y el movimiento de la Vía Láctea porque estamos dentro de ella. Es como querer conocer cómo es un bosque paseando bajo sus árboles», explica Rafael Bachiller, director del Observatorio Astronómico Nacional.

En este caso, los científicos utilizaron el radiotelescopio Very Long Baseline Array (VLBA), de la Fundación Nacional de la Ciencia de EEUU, un conjunto de 10 antenas, distribuidas por todo el país, que conforman una de las mayores instalaciones de observación desde la Tierra.

Debido a su gran capacidad para lograr imágenes de gran detalle -lo que se logra midiendo las ondas con rayos infrarrojos-, los investigadores han desarrollado un programa de medición. Sus resultados han sido presentados en la reunión anual de la Sociedad Americana de Astrofísica, celebrada estos días en Long Beach (California).

Los astrónomos observaron que había regiones de una prolífica formación de estrellas en toda la galaxia. En algunas de estas zonas, encontraron moléculas de agua que emiten radiaciones monocromáticas: son como el haz de un láser, pero en microondas y se denominan másers cósmicos. Estos másers son detectables por el VLBA.

Durante su investigación, observaron estas regiones en diferentes ocasiones -algunas veces cuando la Tierra estaba en la cara opuesta de su órbita alrededor del Sol- y tomaron medidas de las distancias y de los movimientos de las moléculas. «Eso nos ha permitido tener datos directos y utilizar el tradicional método de la triangulación para saber la velocidad, en lugar de tener en cuenta propiedades como el brillo, que se utilizan en otros estudios», explicaba en Long Beach el astrónomo Karl Mente, del Instituto Max Planck de Radioastronomía, en Alemania.

Con esta técnica, descubrieron que las distancias diferían mucho de las anteriores mediciones, en ocasiones hasta las doblaban. Encontraron también que las áreas de estrellas en formación que albergan los másers son las que «definen los brazos en espiral de la Vía Láctea», como añadía su colega Mark Reid.
Problemas económicos

Durante el encuentro, los astrómonos que han participado en este proyecto destacaron la gran capacidad de observación del radiotelescopio VLBA, cuya viabilidad económica parece estar en peligro tras unos años de abandono financiero por parte de la Administración Bush.

«El VLBA es capaz de fijar la posición de cada objeto que orbita alrededor de la Vía Láctea con una precisión asombrosa, mediante la medición de las radiaciones. Ello nos permite determinar movimientos en tres dimensiones de las estrellas en formación, que no siguen una trayectoria circular, sino que se mueven alrededor de le galaxia», aseguraron.

Coincidiendo con el encuentro californiano, el investigador Martin Pohl, de la Universidad de Iowa, también presentó ayer un mapa completo de los cuatro brazos en espiral de esta galaxia. Ya se sabía que la Vía Láctea está distribuida en un disco con un núcleo de estrellas y que fuera de ese área las estrellas se sitúan en brazos en espiral. Pohl y su equipo ha podido observar que existe una total simetría en la estructura de estos brazos: han probado que hay dos principales y otros dos más débiles, y no uno sólo uno como se creía.

Por Rosa M. Tristán, El País