Bhopal, la mayor catástrofe química del mundo



La medianoche del 2 de diciembre de 1984, la fábrica de pesticida de Union Carbide en Bhopal, la India, tuvo una fuga de 27 toneladas de gases letales que mataron inmediatamente a unas 8.000 personas y envenenaron a miles más.

Hoy en Bhopal, al menos 150.000 personas, incluidos hijos de padres que sobrevivieron a la catástrofe, padecen en su salud efectos relacionados con la exposición a los gases como cáncer, daños neurológicos, ciclos menstruales caóticos y enfermedades mentales.

Más de 20.000 personas no tienen más remedio que beber agua con niveles peligrosos de mercurio, tetracloruro de carbono y otros contaminantes orgánicos persistentes y metales pesados.

Ahora. , mas de 20 años después de la catástrofe, y la empresa responsable de este desastre y sus ex ejecutivos siguen siendo unos fugitivos de la justicia. Union Carbide y su ex presidente, Warren Andersen, fueron acusados de homicidio por las muertes de Bhopal, pero se niegan a comparecer ante los tribunales indios.

El 19 de noviembre de 1984, un gravísimo accidente químico ocurrido en una planta de almacenamiento y distribución de gas licuado (GLP) en San Juanico (Mexico) causa entre 500 y 600 víctimas mortales y unos 5.000 heridos, según fuentes oficiales. La violenta explosión de estas instalaciones de Pemex (Petróleos Mejicanos) provocó un gigantesco incendio, con llamas de hasta 300 metros de altura, y una radiación térmica tal que sólo el 2% de los cadáveres pudieron ser reconocidos. Dos semanas después, otro accidente químico estremece al mundo, esta vez en Bhopal, en el corazón de la India.

La ciudad de Bhopal, considerada como "la Bagdad de la India", es la capital del estado de Madhýa Pradesh, uno de los más pobres de la India. En la madrugada del 3 de diciembre de ese mismo año, una fábrica de pesticidas propiedad de Union Carbide sufrió un escape de 42 toneladas de isocianato de metilo, provocando la muerte de miles de personas y dejando un reguero de más de medio millón de afectados.

La envergadura de ambos accidentes y su proximidad en el tiempo despiertan la lógica alarma social y la conciencia de los gobiernos de los países más industrializados de todo el mundo sobre la carencia de medidas de seguridad en las fábricas de producción química. Como resultado de esta concienciación y de la implicación en materia de seguridad de las administraciones públicas nace en el seno de la Unión Europea, por poner un ejemplo, la Directiva Seveso I, posteriormente modificada y sustituida por la Seveso II, sobre la adopción de planes de seguridad y emergencia en la industria química.

La empresa de la muerte



La multinacional norteamericana Union Carbide (posteriormente fusionada a Dow Chemichal), se crea a principios del s. XX por medio de la fusión de varias empresas para dedicarse a la fabricación de material eléctrico. Pero a mediados de siglo, tras una importante expansión empresarial de ámbito internacional, deja de producir sólo pilas, linternas y otros componentes eléctricos complejos para dedicarse además a la industria química y, en concreto, a la fabricación de herbicidas, pesticidas y otros productos para la agricultura. Con ello, Union Carbide se suma al fulgurante avance tecnológico del sector químico, con 130 filiales repartidas por 40 países y una plantilla de 120.000 empleados de todas las categorías, convirtiéndose así en la tercera empresa química de Estados Unidos.

Hasta mediados de los años 50, las plagas devoradoras de cosechas hacían estragos en cualquier latitud del mundo. Uno de los pocos mecanismos eficaces de defensa con que contaban los agricultores era el DDT, potente contra los pulgones y otros parásitos pero nocivo para el hombre, ya que el DDT era altamente tóxico tanto por ingestión como por contacto. De hecho había comenzado a ser prohibido en numerosos países, aunque continuaba empleándose en los más subdesarrollados por la falta de un sustituto igualmente eficaz, barato e inocuo. Había una verdadera necesidad de encontrar ese producto milagroso que, además de conseguir los mismos resultados que el DDT, fuera barato, no afectara a la salud pública y fuera respetuoso con el medio ambiente. En esta línea de trabajo, Union Carbide crea el SEVIN en 1957.

El Sevin



Los entomólogos Harry Haynes y Herbert Moorefield, junto con el químico Joseph Lambrech, contratados por Union Carbide, fueron los creadores del proyecto experimental "77" (Seven-Seven), que luego pasaría a denominarse SEVIN. Este pesticida cumplía con todos los requisitos anteriores: económico, eficaz contra las plagas más comunes y completamente inocuo para el hombre y el medio natural. Sin embargo, el proceso de fabricación implicaba el empleo de unas sustancias altamente tóxicas como la monometilamina (o metilamina anhidra) e incluso potencialmente letales como el gas fosgeno. La reacción de estos gases entre sí forman el isocianato de metilo (MIC), que es la base de la producción del SEVIN y una de las sustancias más inestables y peligrosas de la industria química.

Como cualquier otro producto químico de nueva creación, la toxicidad del isocianato de metilo fue probada sobre cobayas. Fue entonces cuando se descubrió que dosis mínimas de esta sustancia destruían por completo el aparato respiratorio de estos animales, causaban ceguera irreversible y producían quemaduras químicas en la piel. El MIC resultaba tan peligroso que en países como Francia o Alemania estaba totalmente prohibido por las autoridades otro tipo de almacenamiento que no fuera en barriles de 200 litros y sólo para su utilización inmediata, en función de las necesidades. A pesar de ello, Union Carbide llegó a construir una planta de elaboración de MIC en Virginia Occidental con tanques de almacenamiento de hasta 270 toneladas de MIC con capacidad para producir hasta 30.000 toneladas de SEVIN anuales.

Con esta nueva fórmula, Union Carbide se dispone a conquistar y monopolizar los mercados internacionales. Para ello contrata a Edward A. Muñoz, un gran experto en la rama comercial, al que coloca al frente de la división de productos agrícolas, de la que llegó a ser director ejecutivo. Fue Edward A. Muñoz quien consideró viable la expansión de la compañía en la India y estableció allí hasta 14 plantas en todo el territorio; una de ellas fue la de Bhopal. Lamentablemente, nadie le escuchó cuando expuso los riesgos de almacenar MIC en grandes cantidades y de construir una fábrica excesivamente grande.

La fábrica en la India



En la década de los años sesenta, India era un mercado potencial de 400 millones de campesinos. El gobierno de este país tenía intención de aumentar el rendimiento de la producción agrícola y los plaguicidas eran parte fundamental de este objetivo. Establecer una fábrica de pesticidas en la India ofrecía una doble ventaja: abastecer rápidamente a la demanda y contribuir al desarrollo tecnológico y económico de la nación. Es así como Union Carbide se introduce en el mercado indio, construyendo en 1967 una pequeña fábrica en Bhopal para la formulación del concentrado de SEVIN, que se importaba de Estados Unidos. Esta fábrica estaría controlada por la subsidiaria Union Carbide India Ltd., que ostentaría el 49% de las acciones de la empresa.

Teniendo en cuenta las características climatológicas de la India, con beneficiosos monzones pero también persistentes sequías, 2.000 toneladas de SEVIN serían suficientes. Sin embargo, el Ministerio de Agricultura indio les otorga un permiso para fabricar hasta 5.000 toneladas de pesticida, y Union Carbide las aprovecha para evitar la competencia futura de otras empresas como Bayer o FMC Corporation. En contra de la opinión de Edward A. Muñoz, la fábrica de Bhopal contaría para ello con tres cisternas de MIC con capacidad total para 120 toneladas.

En 1975 culminan los trabajos de ampliación de la planta, pero hasta 1980 no empieza a producir el isocianato de metilo. En esos seis años, el MIC se importa en barriles de 200 litros (55 galones), que son transportados en camiones desde el puerto de Bombay en ínfimas condiciones de seguridad.

La catástrofe



Era el 3 de diciembre de 1984; sólo había transcurrido una media hora desde medianoche. Muchas familias bhopalíes habían elegido esta noche por sus buenos augurios para celebrar los esponsales de sus hijos. Coincidía con la celebración de un importante concurso poético al que acudía un numeroso público procedente de toda la región e incluso de lugares más lejanos. Por este motivo, toda la ciudad estaba engalanada y mucha gente disfrutaba de la noche fuera de su hogar. Más de un millón de personas de hallaban en Bhopal aquel fatídico día.

La fábrica de Bhopal estaba parada. Uno de los escasos movimientos era el de unos obreros que realizaban tareas de limpieza con agua a presión en el interior de unas canalizaciones de trasiego de isocianato de metilo. Fuera de las instalaciones y pegadas a sus muros dormían miles de personas en chabolas, organizadas en populosos barrios peligrosamente próximos. Las autoridades civiles no habían tenido la valentía política de reubicarlos en otro lugar sino que, por el contrario, les habían concedido escrituras de propiedad de los terrenos donde se asentaban. Actos demagógicos como éste sumados al abominable reciente asesinato de la Primera Ministra, Indira Gandhi, posibilitaron la aplastante victoria del gobierno de su hijo, Rajiv Ghandi, en las elecciones generales celebradas a finales de este mismo mes de diciembre. El Partido del Congreso consiguió la mayoría absoluta con 368 escaños sobre los 508 posibles.

En el interior de los muros de la Carbide continuaban las maniobras de limpieza, sin tomar las debidas medidas preventivas. El agua inyectada en las tuberías de MIC circulaba con fuerza arrastrando impurezas adosadas a las paredes del tubo así como cristales de cloruro de sodio y restos metálicos. Pero los operarios habían ignorado la precaución de estancar el conducto con el empleo de unos discos especiales y el agua junto con los desechos arrancados se filtraron al interior de la cisterna E-610, que contenía 42 toneladas de MIC. Conectadas a ella había otras dos cisternas de MIC, la E-611 y la E-619, que contenían respectivamente otras 20 y 1 toneladas de la misma sustancia. El agua, los cristales de cloruro de sodio y los restos metálicos en contacto con el MIC provocaron una violenta reacción exotérmica del líquido, que pasa rápidamente al estado gaseoso con desprendimiento de calor. En cuestión de segundos, la presión en el interior de la cisterna pasa de 2 a 55 libras por pulgada, o, lo que es lo mismo, de 0,4 a 10,8 kilogramos por centímetro. El acero de alta resistencia con que está construida la cisterna aguanta bien la presión, pero el gas intenta buscar salida por alguna parte y la encuentra en las válvulas de seguridad, que estallan por efecto de la sobrepresión. A partir de entonces la fuga tóxica es inevitable.

Dos altas columnas de gas, a modo de géisers, se proyectan hacia el cielo de Bhopal. Los bomberos de la fábrica son incapaces de abatir la nube con agua pulverizada, ya que el chorro de las mangueras no cobra suficiente altura, y los sistemas de seguridad de la fábrica están apagados o inutilizados. Sin posibilidad de hacer nada, la nube tóxica se va haciendo cada vez mayor y un ligero viento del norte la impulsa en dirección contraria, hacia el sur... hacia la ciudad. Shekil Qureshi, supervisor del turno de noche, ordena la evacuación general de la fábrica en la dirección contraria al viento y ninguno de los empleados, salvo él mismo, resulta afectado por la emanación de los gases.

Debido al aumento de temperatura y la violenta reacción del MIC, éste comienza a descomponerse en varios gases muy tóxicos e incluso letales: fosgeno, monometilamina y ácido cianhídrico (cianuro). Todos ellos tienen una densidad superior a la del aire, por lo que se mantienen prácticamente a nivel del suelo. El viento empuja suavemente esta nube tóxica y la dirige hacia el sur, hacia los barrios de chabolas, la estación de ferrocarril, una fábrica de cartonaje, la estación de autobuses, la central eléctrica y la ciudad vieja de Bhopal; según algunos medios de comunicación, la nube sobrevoló unos 40 kms2 de la ciudad. De inmediato sucumben a centenares las especies animales: gatos, perros, vacas, búfalos y pájaros. En cuanto a las personas, los primeros en morir son los habitantes más imposibilitados: ancianos, inválidos y niños. Las calles de Bhopal se cubren de cadáveres y de gente desesperada por huir, intentando respirar. Uno de los gases más letales liberados en el accidente fue el ácido cianhídrico; el cianuro bloquea de forma inmediata la acción de las enzimas que transportan el oxígeno hasta el cerebro, provocando la muerte por insuficiencia respiratoria. La gente cayó fulminada y así se puede observar en imágenes grabadas de la época, con las calles verdaderamente alfombradas de cuerpos sin vida.

El inmenso e irreparable daño



Según el director de la fábrica, el escape de MIC tuvo una duración de una hora, frente a las tres horas y media que defienden los afectados. Lo cierto es que la cantidad fugada fue tal que personas que vivían a 10 kms. del foco emisor se despertaron en medio de violentos ataques de tos y principios de asfixia, con los ojos hinchados y vomitando. Y es que, en efecto, como posteriormente informara el Responsable de Salud de Bhopal, N. Nago, el isocianato de metilo ataca a los sistemas respiratorio y circulatorio, con síntomas similares a los de un ataque de asma. Según expertos franceses del centro antitóxico Fernand Widal, la inhalación continuada durante unos minutos del isocianato de metilo provoca la muerte por quemadura química de los pulmones del que lo inhala (muchas víctimas de Bhopal se quejaban de que les ardía el pecho). En dos días ya habían sido hospitalizadas entre 2.000 y 3.000 víctimas en situación crítica; entre 500 personas, según fuentes policiales, y 1.200, según fuentes médicas, habían resultado muertas, y otros 200.000 habitantes habían resultado afectados de consideración. Ante tremendo colapso, 200 médicos junto con cinco toneladas de material sanitario procedentes de Bombay y Nueva Delhi habían sido enviados a la ciudad.

En las primeras horas, más de 20.000 personas abandonaron la ciudad. Esta huida a la desesperada y en desbandada provocó numerosos heridos en accidentes de tráfico.

Desde los primeros momentos, el hospital Hamidia, de Bhopal, se convirtió en el principal centro receptor de víctimas, pero quedó inmediatamente colapsado. Los afectados por la inhalación de los gases llegaban a los centros hospitalarios echando espuma por la boca y retorciéndose de dolor. Los médicos de guardia del Hamidia activan rápidamente a los forenses y las autoridades movilizan a todos los estudiantes de medicina, a voluntarios y a otros médicos de la región. En total 3.700 médicos según fuentes gubernamentales llegaron a atender a las víctimas durante los primeros días y semanas.

Mientras se atiende a los afectados con aplicación de oxígeno y enjuagues con agua, las primeras autopsias revelan que uno de los agentes agresores es el cianuro, uno de los gases en que puede descomponerse el MIC. Los daños a la salud inmediatos y posteriores generados por esta sustancia fueron muy severos.

Se ha calculado que la toxicidad de la nube era 500 veces superior al empleado por los alemanes en las cámaras de gas y 150 veces superior al gas mostaza. Esto provocó que, además de las afecciones respiratorias, se observaran también otro tipo de daños muy graves. Muchos quedaron ciegos o sufrieron la destrucción del olfato, oído o tacto. Otros sucumbieron a efectos secundarios neurológicos, inmunológicos, cancerígenos, etc. Por otra parte, muchas mujeres en estado de gestación sufrieron dolorosos abortos espontáneos y otras que dieron a luz en los meses siguientes, o incluso generaciones después, alumbraron hijos con malformaciones congénitas, lo que quiere decir que el accidente de Bhopal provocó también daños genéticos y hormonales.

En este sentido, muchas mujeres siguen sufriendo hoy, 17 años después, alteraciones en los períodos menstruales con patologías tales como metrorragias, menorragias y amenorreas. Hay mujeres que nunca han tenido la regla y por el contrario, mujeres que, habiendo tenido la regla anteriormente, dejaron de tenerla (amenorreas); otras sufrieron menstruaciones profusas y prolongadas en sus períodos habituales (menorragias); otras llegaban a tener hasta cuatro y cinco reglas en el mismo ciclo menstrual (metrorragias). Estas disfunciones menstruales no están necesariamente asociadas a la inhalación de gases tóxicos sino más bien, como explica el doctor Fernando Muñoz Ferrer en su libro "Patología de la mujer gaditana durante la catástrofe", al trauma psíquico y la ansiedad que han sufrido al atravesar por una situación de catástrofe repentina.

La nube tóxica de Bhopal provocó también daños en los pulmones, hígado, riñones y aparato digestivo. La catástrofe se cobrará entre 16.000 y 30.000 muertos y más de medio millón de afectados. Sólo en la primera semana murieron entre 6.000 y 8.000 pesonas. Una cuarta parte de la población expuesta a los gases venenosos se ha convertido hoy en enfermos crónicos, de los cuales 50.000 han quedado con incapacidad laboral absoluta para el desempeño de cualquier tipo de trabajo.

Efectos en el medioambiente

Animales domésticos de todo tipo perecieron en la catástrofe: caballos, perros, gatos, vacas, búfalos, aves, etc, que convivían en los mismos espacios que el ser humano, por lo que centenares de cadáveres de estas especies quedaron esparcidos por las calles de Bhopal. Horas y días más tarde, sus cuerpos se descomponían a la intemperie, lo que suponía un doble riesgo para la población superviviente: la posible aparición de una epidemia de cólera y el consumo de carne animal infectada.

El medio ambiente también recibió un severo impacto. Según Greenpeace, en 1999 siguen contaminadas las aguas de los pozos y la tierra por metales pesados y contaminantes orgánicos persistentes (COPs) y, sin embargo, 5.000 familias siguen bebiendo agua contaminada sin ningún tipo de control o prohibición. La presencia de sustancias tóxicas es 682 veces mayor que la dosis máxima aceptable. Dada la situación, las autoridades indias distribuyen periódicamente agua potable a la población, pero no en cantidad suficiente como para evitar el consumo indiscriminado de los pozos contaminados.

La responsabilidad



En la conferencia de prensa convocada por Union Carbide en Danbury (Conneticut), Jackson Browning, Responsable de Seguridad e Higiene de la multinacional, agregó que la fábrica de pesticidas sería reabierta una vez que las causas del escape de gas fueran precisadas con exactitud. Pero, nada más lejos de la realidad; la fábrica jamás sería reabierta, entre otras cosas, por la firme oposición del gobierno indio tras el accidente. Las declaraciones de Browning eran en realidad una cortina de humo para minimizar la catástrofe e inyectar una esperanza de futuro, cuando era conocido que la planta tenía los días contados.

Como primera medida legal, las fuerzas de seguridad arrestan a seis altos directivos de la fábrica de Bhopal, entre ellas a su Director, Jagannathan Mukund,

el Presidente de Union Carbide India Ltd., Keshub Mahindra y al Director General de esta filial, V. P. Gokhale. Cinco días más tarde también es arrestado su Presidente, Warren Anderson, que había viajado hasta la India para comprobar la magnitud de la catástrofe. Anderson, debido a las presiones diplomáticas y al temor a provocar un conflicto político internacional, es puesto en libertad a las pocas horas bajo una ridícula fianza de 25.000 rupias, es decir, 70.000 pesetas. A todos ellos se les acusa de homicidio por negligencia, homicidio involuntario, responsabilidad solidaria y otros delitos que suman más de siete en total, pero de los que aún no han sido juzgados.

Poco después de producirse la fuga tóxica, la autoridades ordenaron precintar las instalaciones de la fábrica y la policía se incauta de los archivos administrativos de la planta. No mucho después, el Primer Ministro de Madhýa Pradesh, Arjun Singh, anuncia que la fábrica no volverá a abrirse. Fue en esos primeros días cuando Warren Anderson intentó visitar la fábrica, impidiéndoselo el gobierno indio. Con objeto de que no se "extravíe" o falsifique ningún documento revelador, la planta seguirá precintada mientras duren las investigaciones.

Rápidamente se van conociendo algunos detalles que propiciaron la tragedia. En las conferencias de prensa de Danbury, Union Carbide reconoce que la fábrica de Bhopal no contaba con las sofisticadas medidas de seguridad de su homóloga de Virginia. También sale a la luz pública que las labores de limpieza causantes del fatal accidente la llevó a cabo personal sin cualificar, en ausencia de los responsables técnicos.

La responsabilidad del accidente quedó claro desde el primer momento. No obstante, Carbide intentó culpar a uno de sus empleados indios de sabotaje e incluso un dirigente Sij exiliado en el Reino Unido llegó a acusar al KGB soviético de acto de sabotaje. Ninguna de ambas inculpaciones prosperaron y Union Carbide aceptó finalmente su responsabilidad.

Reclamaciones



Como es práctica común en este tipo de siniestros y en aras de evitar un largo proceso judicial, con el consiguiente perjuicio de los afectados, Union Carbide Corporation acordó con el gobierno indio una compensación por los daños que ascendió a 470 millones de dólares, unos 80.000 millones de pesetas. Esta cifra, seis veces inferior a la exigida por los demandantes, tomó como referencia los 3.828 fallecidos oficiales, cuando los forenses de Bhopal habían practicado 4.950 autopsias en los primeros 5 ó 6 meses siguientes al accidente. El pago se efectuó directamente al gobierno, que sería el encargado de tramitar las reclamaciones y distribuir las indemnizaciones. Esta "liquidación" llevaba implícita la renuncia del gobierno a cualquier otra reclamación futura por vía judicial.

La malversación del dinero aportado por Union Carbide tuvo dos consecuencias: que los afectados recibieran una cantidad irrisoria como indemnización y que parte de los fondos se derivaran para obras públicas e infraestructuras que nada tenían que ver con la catástrofe. Alrededor del 30% de las demandas por lesiones y el 20% de las demandas por muerte (3.891 de 15.158) han sido rechazadas.

Los beneficiarios de las reclamaciones cobraron tarde y mal. En los casos de fallecimiento de la víctima, los damnificados cobraron como compensación unas 67.267 rupias de media (cerca de 300.000 pesetas) por 11.267 muertes contabilizadas; el importe para los casos de lesiones se redujo a algo menos de la mitad. Los daños causados a la salud mental de los supervivientes no fueron considerados motivo de resarcimiento económico así como tampoco los hijos de las mujeres expuestas a los gases y que sufren retardo en el crecimiento físico y mental.

Las secuelas de la catástrofe



Las aguas estancadas cerca de la antigua fábrica de pesticidas Union Carbide en la ciudad de Bhopal, capital del estado indio de Mahda Pradesh, semejan un gran charco inofensivo. Igual de apacibles parecen las cisternas donde mujeres y niños de las barriadas que rodean la fábrica abandonada hacen acopio del agua que necesitan. Pero nada más lejos de la realidad.

Casi un cuarto de siglo después que se produjo la fuga química que mató a miles de personas en esta población, ni Union Carbide ni el gobierno indio se han hecho cargo de los restos tóxicos que han terminado por filtrarse en los pozos de agua y en las tuberías de este lugar: un terreno que ocupa alrededor de cinco hectáreas en pleno corazón de la ciudad.

El 3 de diciembre de 1984 se produjo una fuga de más de 27 toneladas de isocianato de metilo, que acabó con la vida de 3 mil personas que inhalaron el gas venenoso mientras dormían y que posteriormente causaría 20 mil muertes más.

“Sentí que me iban a explotar los pulmones y que los ojos me ardían. No puedo acordarme de aquella noche sin volver a sentir el horror”, señala Rashida Bee, una activista social decidida a que Bhopal no caiga en el olvido.

Después de mas de 20 años de ocurrida la tragedia, los supervivientes y sus descendientes siguen padeciendo cáncer, tuberculosis, malformaciones genéticas y fiebres crónicas.

Una destartalada furgoneta de Chingari Trust, la ONG fundada en 2005 por Rashida Bee y Champa Devi Shukla, se adentra entre los jacales --consistentes en una endeble construcción de plástico, metal y bambú-- y recoge a la segunda generación de afectados por la catástrofe química: niños con minusvalías mentales y físicas que bebieron el agua contaminada que todavía es usada por los pobladores. Acompañados de sus madres, los menores se dirigen a la sede de la asociación, donde maestros y fisioterapeutas tratan sus disfunciones.

“Sabíamos que había residuos tóxicos en la zona, pero desconocíamos las consecuencias. El suministro de agua del gobierno es insuficiente, así que no queda más remedio que beber de los pozos subterráneos contaminados. Nadie se ha hecho cargo de estos niños hasta este momento”, explica Shukla, quien perdió a su marido en la noche de la tragedia, uno de sus hijos afectados terminó suicidándose y una de sus nietas nació con malformaciones físicas.

Bee y Shukla se encuentran entre los más de medio millón de personas afectadas que recibieron un promedio de 400 euros como compensación económica, aunque hay quien afirma que no recibió siquiera esa suma.

Pero estas dos mujeres diminutas nunca se conformaron con su desgracia, ni con el desentendimiento por parte de Union Carbide, posteriormente absorbida por Dow Chemicals, ni con la negligencia del gobierno indio, que nunca obligó a esta última empresa a extraditar a sus responsables o a que asumiera sus responsabilidades por temor a perder futuras inversiones.

Ambas mujeres se conocieron en 1986. En ese entonces encuadernaban libros. Era un trabajo que el gobierno proporcionó a 50 mujeres musulmanas y 50 mujeres indias afectadas por la catástrofe.

Pero a los tres meses el gobierno se cansó de su compromiso con las víctimas y prácticamente dejó de pagarles. Bee fue elegida como representante sindical de las musulmanas y Shukla de las indias. Después de una marcha a pie de 800 kilómetros hasta Nueva Delhi, consiguieron que el gobierno volviera a darles una remuneración.

Pero Bee y Shukla no se detuvieron ahí. En 1992 denunciaron ante la justicia la necesidad de rehabilitar económicamente a las familias damnificadas y asegurarles la asistencia sanitaria, además de la limpieza del área ocupada por Union Carbide.

Los intrincados caminos de la justicia india han llevado el caso por diferentes tribunales y, después de 16 años, los afectados siguen esperando el resultado del veredicto por parte del Tribunal Supremo.

En 2002 Bee y Shukla hicieron una huelga de hambre de 19 días en Nueva Delhi. En 2003 confrontaron a los altos cargos de la empresa Dow con muestras de residuos tóxicos transportadas en barco hasta los Países Bajos, por lo que fueron después arrestadas. En los años posteriores asistieron a varias reuniones de accionistas de Dow, donde entregaron escobas ajustándose al lema de su campaña “Derriba Dow con una escoba”.

En 2004 su terca labor fue reconocida con el premio Goldman de Medio Ambiente. Con los fondos crearon la ONG Chingari Trust, que además de hacerse cargos de los niños afectados por la fuga química, concede a su vez otros premios dedicados a mujeres activistas contra delitos medioambientales.

En un país donde las tensiones entre ambas religiones se transforman de vez en cuando en explosiones de violencia, Bee y Shukla se llaman entre sí “hermanas”.

La ciudad de Bhopal agrupa a 40% de población musulmana, pero en las zonas más humildes son mayoría, como en las barriadas alrededor de la fábrica Urban Carbide. También son mayoría, cubiertas con una túnica y un velo negro sobre su cabeza, en la clínica Sambhavna Trust en pleno corazón de las barriadas que rodean la fábrica origen de la catástrofe.

Nahide visita por primera vez está clínica. Su vecina se la recomendó. Durante 24 años ha sufrido fuertes dolores en las articulaciones y ha sido tratada en los hospitales estatales. Pero los 16 hospitales que el gobierno construyó en Bhopal luego de la catástrofe atienden a decenas de pacientes por hora y el éxito de la consulta muchas veces depende del pago de algún pequeño soborno, práctica frecuente en la sociedad india.

Por ese motivo Sattinath Sarangi decidió abrir en 2005 la clínica Sambhavna. Esta ocupa una hectárea de terreno, donde se cultivan las hierbas y posteriormente se elaboran los medicamentos naturales que siguen las prácticas de la medicina tradicional india ayurveda, el yoga y los masajes panchakarma. Su personal atiende de forma gratuita a casi 200 pacientes al día y, a semejanza de Chingari Trust, tampoco recibe donaciones de gobiernos o empresas, sólo de individuos.

“Me sentía muy infeliz porque no se les estaba dando un tratamiento médico adecuado a las víctimas”, dice Sarangi. Señala que los médicos de los hospitales públicos “recetan medicinas que sólo mitigan los síntomas. También me inquietaban los enormes beneficios que se estaban generando para las farmacéuticas, la otra cara de la industria química. Es un círculo vicioso de veneno y medicamentos”.

Sarangi estaba realizando su doctorado en ingeniería cuando escuchó por la radio la noticia sobre la fuga química en Bhopal. Al día siguiente se dirigió hasta allí para echar una mano y no se ha movido del lugar desde entonces.

Hoy Sarangi se encuentra de muy buen humor. Luego de otra marcha hasta Nueva Delhi emprendida en marzo por 85 activistas, y unos cuatro meses de espera en la capital, un grupo de ministros las recibió y acordó crear una comisión que investigue el estado actual de Bhopal.

“Se han cumplido mas de veinte años de la tragedia y el gobierno debe estar preparado ante los medios de comunicación. Además, disponemos de una serie de documentos que muestran claramente connivencia entre el gobierno y Dow Chemicals. También saben que nosotros nunca nos vamos a callar”, concluye Sarangi.

El escape químico de Bhopal sigue cobrándose un muerto cada dos días mas de 20 años después

La fábrica, abandonada, sigue contaminando. Su propietaria, Union Carbide, fue comprada por la multinacional Dow Chemical, que se ha negado desde entonces a asumir cualquier responsabilidad por la catástrofe de Bhopal.

La catástrofe de Bhopal (India), el peor escape químico de la historia, sigue cobrándose un muerto cada dos días. La responsable del escape, la estadounidense Union Carbide, ni siquiera existe ahora, por lo que los procesos penales aún pendientes han quedado en punto muerto, y la fábrica abandonada constituye un legado tóxico que sigue contaminando el agua de la localidad.

En la noche del 2 al 3 de diciembre de 1984, 40 toneladas de gases letales de la fábrica de pesticidas se escaparon de uno de los tanques durante las operaciones rutinarias de mantenimiento. Entre otras sustancias tóxicas, el escape incluía isocianato de metilo y cianuro de hidrógeno.

Según los datos recopilados por Greepeace, tres días después del escape habían perecido 8.000 personas. Se estima que en total resultaron expuestas a los gases unas 520.000, de las cuales hoy 150.000 son enfermos crónicos. Las organizaciones locales consideran que aún hoy muere una persona cada dos días, por lo que en estos momentos la cifra de fallecidos podría superar los 20.000.

Los supervivientes sufren afecciones como fibrosis pulmonar, falta de visión, asma, tuberculosis, pérdida de apetito, ciclos menstruales irregulares, fiebre recurrente, desórdenes neurológicos, debilidad y depresión. Decenas de miles de niños nacidos después de la crisis sufren problemas de crecimiento y desarrollo. De hecho, la cifra de niños nacidos muertos se triplicó y las muertes durante el parto se duplicaron.

La vulnerabilidad de las víctimas se deriva parcialmente de las primeras horas que siguieron al escape: Union Carbide se negó a proporcionar la composición concreta del vertido -en un principio afirmó que se trataba de un potente gas lacrimógeno-, lo que llevó a numerosos diagnósticos y tratamientos erróneos. Las indemnizaciones tardías también impidieron que los afectados tuvieran acceso a una atención médica adecuada a la gravedad de sus casos.

Mas de 20 años después de la crisis se han conseguido aclarar parte de los interrogantes, a pesar de los esfuerzos de la compañía por silenciar al máximo lo ocurrido. Ahora se sabe que la noche de la catástrofe, seis de las medidas de seguridad de prevención de escapes de gas no funcionaron correctamente, fueron desconectadas o resultaron inadecuadas. Además, la sirena de alarma estaba desconectada.

Para empezar, el almacenamiento de grandes volúmenes de isocianato de metilo en un área densamente poblada como Bhopal contravenía la política de prevención que Carbide aplicada en otras plantas: 67 toneladas frente al 0,5 de máximo permitido en Europa.

Además, las medidas de seguridad en materia de refrigeración de los tanques de almacenamiento se redujeron para recortar costes, al igual que la plantilla de mantenimiento. La formación de los trabajadores también se redujo, de las 24 semanas habituales a 15 días. Nunca se diseñó un Plan de Emergencia.

La responsabilidad no recae sólo en la empresa, también en las autoridades indias, que ignoraron las protestas contra la construcción de la planta a sabiendas de que las normas de control de seguridad y medioambiental no se cumplían. Esta connivencia con la multinacional se repitió después de la tragedia en los tribunales, donde los procesos sólo han sido efectivos de forma marginal.

Union Carbide fue blanco de innumerables denuncias ante los tribunales, en especial por los afectados que perdieron su capacidad para trabajar. En 1989, el Gobierno indio, sin la autorización de los afectados, aceptó un acuerdo extrajudicial por 470 millones de dólares (unos 512,5 millones de euros al cambio actual): con esta suma se liquidó oficialmente la responsabilidad civil de la compañía.

Así, la indemnización media por daños personales fue de entre 370 y 533 dólares por persona (entre 400 y 580 euros), apenas suficiente para cubrir los gastos médicos de cinco años, cuando muchos de los afectados y sus hijos y nietos (actualmente está naciendo la tercera generación) estarán enfermos para toda su vida.

Más tarde, ante la presión popular, el Tribunal Supremo autorizó la reapertura del expediente, y ordenó al Ejecutivo que negociara un seguro médico para los 100.000 individuos que, aunque no enfermos, podrían presentar síntomas con el paso de los años. Según Greenpeace, "muy poco se ha hecho en realidad" a fecha de hoy.

En Estados Unidos se han presentado más de 140 causas civiles en los tribunales federales de Estados Unidos. Todos ellos siguen pendientes, y es difícil que vayan a conducir a resultados concretos dado que en 1999 Union Carbide fue comprada por la multinacional Dow Chemical. Dow, que se convirtió en la primera química del mundo, se ha negado desde entonces a asumir cualquier responsabilidad por la catástrofe de Bhopal.

El accidente de Bhopal, según indica Greenpeace en su informe 'Crímenes corporativos', supuso un antes y un después en las normativas de seguridad química y medioambiental de muchos países, fundamentalmente en Estados Unidos y Europa. Sin embargo, nada se hizo para rehabilitar Bhopal tras el cierre de la fábrica.

"Se dejaron atrás grandes cantidades de sustancias peligrosas y un suministro de agua contaminada y un legado tóxico que todavía hoy causa daños a Bhopal", señala la organización ecologista, denunciando que "se permitió a la compañía que vendiese y se marchase y la fusión definitiva con Dow es casi una ruptura final. Sigue evadiéndose de su responsabilidad e incluso hoy niega el acceso a los detalles de la fuga".

20 cosas que hay que recordar sobre la antigua Union Carbide y ahora llamada Dow Chemical, la empresa actualmente responsable de Bhopal y prófuga de la justicia.



Agente naranja/napalm. El herbicida tóxico y la gelatina de gasolina utilizados en Vietnam creó horrores para jóvenes y viejos. Y un gran revuelo en Estados Unidos que obligó a Dow a replantearse su estrategia de relaciones públicas.

Rocky Flats. El emplazamiento secreto en Colorado de Dow Chemical desde 1952 hasta 1975, una pesadilla medioambiental para la zona de Denver.

Carga corporal. En marzo de 2001, los Centros para el Control de Enfermedades informaron de que la mayoría de los estadounidenses tiene niveles detectables de plásticos, pesticidas y metales pesados en la sangre y en la orina.

2,4-D. Un herbicida producido por Dow Chemical. Sigue empleándose en la actualidad. Utilizado para matar las malas hierbas del césped, de los cultivos y de praderas, a lo largo de los derechos de paso de las empresas de servicios y de las vías de ferrocarril. Uno de sus ingredientes básicos es el agente naranja, el defoliante tóxico utilizado en Vietnam. El 2,4-D es el herbicida más usado en el mundo.

Mercurio. En Canadá, Dow produjo cloro empleando el método de celdas de mercurio desde 1947. Gran parte del mercurio fue reciclado, pero también se vertieron cantidades significativas en el medio ambiente en forma emisiones en la atmósfera, vertidos en el agua, lodos residuales y en productos finales. En marzo de 1970, los gobiernos de Ontario y Michigan detectaron niveles elevados de mercurio en los peces del río St. Clair, el lago St. Clair, el río Detroit y el lago Erie. Las autoridades estatales y locales demandaron a Dow por contaminación por mercurio.

PER. Percloroetileno, la sustancia peligrosa que se emplea en todas partes para la limpieza en seco. Dow trató de socavar alternativas más seguras.

2,4,5 T. Uno de los ingredientes tóxicos del agente naranja. Doyle dice que "Dow luchó a brazo partido por este producto químico; persistió en todas las formas posibles ante los tribunales y los organismos públicos, en los niveles estatal y federal, para comprar más tiempo para este producto. Acudieron a los tribunales de Arkansas a principios de los años setenta para cuestionar al administrador de la Agencia de Protección Medioambiental (EPA). Lo hicieron para ganar algo de tiempo extra para la comercialización, y consiguieron dos años, aunque parece que Dow ya sabía entonces que este producto era un mal agente, que había provocado defectos de nacimiento en animales de laboratorio, y también se estaba empezando a encontrar por entonces en la grasa del cuerpo humano. Pero hasta 1983 Dow no dejó de fabricar 2,4,5-T en Estados Unidos, y hasta 1987 no abandonó su producción en Nueva Zelanda. Y la demanda judicial sobre los efectos en la salud del 2,4,5-T continúa hasta la fecha."

Antisindicalismo. En 1967, los sindicatos representaban a casi todos los trabajadores de producción de Dow. Pero desde entonces, según el Departamento del Metal de la Federación Estadounidense del Trabajo-Congreso de Organizaciones Laborales, Dow emprendió una "injustificable campaña para deshacerse de los sindicatos."

Silicona. Ingrediente clave para los implantes de mamas de silicona, fabricado por una empresa conjunta de Dow y Corning (Dow Corning). Aumentó el tamaño para las mujeres, pero también las enfermó. Las enfermedades y el litigio continúan.

DBCP. Ingrediente activo tóxico del Fumazone, pesticida fabricado por Dow. Los médicos que sometieron a análisis a quienes trabajaban con DBCP pensaron que se habían hecho la vasectomía: no había presencia de esperma.

Dursban. El Chlorpyrifos, un pesticida tóxico que ha resultado tener los efectos de un agente nervioso que denunció Rachel Carson. También ensayado en presos en Nueva York en 1971 y en 1998 en un laboratorio de Lincoln, Nebraska. Sustituyó al DDT cuando éste fue prohibido en 1972. Es un gran superventas. En junio del 2000, la EPA limitó su uso.

Dow en Navidad. "El uso de plásticos de Dow por la industria del juguete es generalizado", alardeaba Dow Chemical en un memorándum interno de la empresa una temporada de Navidad, "y cada vez hay más materiales nuestros bajo el árbol de Navidad y sobre la mesa de cumpleaños, lo que hace muy felices a algunos niños, a algunas empresas de juguetes y a Dow". Entre las sustancias químicas empleadas en estos juguetes hay poliestireno, polietileno, resinas de copolímero de etileno, resinas de saran, resinas de PVC o vinilos y etilcelulosa. Y feliz año nuevo.

El Tittabawassee. Río y cuenca fluvial contaminados por Dow en su ciudad natal, Midland, Michigan.

Río Brazos, Freeport, Texas. Un titular de febrero de 1971 del Houston Post decía: "El río Brazos está muerto". En 1970 y 1971, las actividades de Dow en ese lugar vertieron más de 17.000 millones de litros de aguas residuales al día en el Brazos y en el golfo de México.

Intrusión tóxica. Doyle escribe: "Dow Chemical lleva casi un siglo contaminando propiedades y envenenando personas, a nivel local y a nivel mundial --envenenando a trabajadores, consumidores, comunidades y viandantes inocentes-- en la flora y la fauna de parajes silvestres, en la flora y fauna mundial y en el genoma mundial. Dow Chemical debe poner fin a esta intrusión tóxica."

Experimentos de Holmesburg. En enero de 1981, un artículo del Philadelphia Inquirer reveló que Dow Chemical había pagado a un dermatólogo de la Universidad de Pensilvania para que hiciera ensayos con dioxina con reclusos de la Prisión de Holmesburg, de Filadelfia. Los ensayos se realizaron en 1964 sobre 70 internos.

Muertes de trabajadores. Dow tiene una larga historia de explosiones e incendios en sus instalaciones, bien documentadas por Doyle en su libro. Un ejemplo: en mayo de 1979 una explosión destruyó las instalaciones de Dow Chemical en Pittsburgh, provocando la muerte de dos trabajadores y heridas a más de 45.

Tumores cerebrales. En 1980, los investigadores encontraron que 25 trabajadores de las instalaciones de la empresa de Freeport, Texas, tenían tumores cerebrales, 24 de los cuales fueron mortales.

Saran Wrap. La fina película de plástico tan valiosa en nuestras vidas. Producida por Dow hasta que los consumidores comenzaron a buscar productos de Dow para boicotearlos. Dow decidió abandonar los productos para el consumidor por este motivo --vendió Saran Wrap-- y desde entonces sólo fabrica productos químicos con los que se fabrican los productos para el consumidor.