Juicio y Muerte de Hermann Goering



Bio y Carrera

Hermann Goering o Göring nació el 12 de enero de 1893 en Rosenheim. Hijo de un oficial y una campesina es enviado a la academia militar de GrossLichterfelde en 1910. Rápidamente destaca entre sus compañeros y es nombrado Teniente de Infantería en 1914. Destacado piloto de combate, Hermann Goering es considerado el último comandante del Escuadrón de combate de Richthofen donde eliminó una veintena de enemigos y fue condecorado con Pour Le Merite y la Cruz de Hierro de Primera Clase obteniendo de esta forma el reconocimiento de héroe de guerra.

Tras la creación del partido Nacional Socialista de Alemania, Hitler se interesa por la figura de un héroe de guerra que sea capaz de acercarse al pueblo. Tras un discurso sobre el Tratado de Versalles, Goering decide ingresar en el NSDAP donde es nombrado comandante del batallón de las Camisas Pardas en 1922.



Tras el ascenso de Hitler al poder el 30 de enero de 1933, Goering es ascendido a ministro del interior (en la región de Prusia), jefe de la policía prusiana y Gestapo y comisionado para la aviación alemana. Consiguió instalar un terror demoledor en toda Alemania y Prusia gracias a la unión con Himmler y Heydrich los cuales crearon los campos de concentración y de trabajos forzados. Con esto eran capaces de eliminar a todos los opositores de la dictadura hitleriana de una forma aplastante.

En marzo de 1935 Goering es ascendido al rango de comandante de la Luftwaffe y, junto con Udet y Milch, son los encargados de relanzar la industra alemana y el entrenamiento de los nuevos pilotos de guerra. En 1936 se le otorga el poder sobre la economía germana (época que coincide con un aumento exagerado de su fortuna).

Este hecho fomentó que Göring utilizase su poder para satisfacciones propias entre las que se encontraban las joyas, obras de artes, un palacio... . Pero esto no fue suficiente para que el pueblo alemán le diese la espalda ya que veía en Hermann Goering al héroe de guerra y no a un político corrupto.

Las ambiciones brutales de Goering se mostraron en todo se efectismo al orquestar la caída de los generales von Fritsch y von Blomberg en febrero de 1938. Luego de la Noche de los Cristales el 9 de noviembre de 1938, Goering multó a la comunidad judía con un billón de marcos y ordenó la eliminación de los judíos de la economía alemana. Promulgó la arianización de la propiedad y los negocios y la expulsión de los colegios, casas de campo, parques, bosques etc. de todos los judíos. El 12 de Noviembre advirtió que si Alemania entraba en guerra habría un ajuste de cuentas con los judíos.

El 30 de agosto de 1939 es nombrado presidente del consejo de Reich para la defensa nacional. Además de esto, el propio Hitler lo nombró como su digno sucesor el 1 de septiembre de ese mismo año. Como comandante en jefe de la Luftwaffe condujo las tropas alemanas en las campañas de Polonia y Francia lo que le permitió ascender al grado de Mariscal del Reich el 19 de junio de 1939.



Tal era su poder sobre el ejército aéreo alemán que Goering mandó el 7 de septiembre de 1940 bombardear Londres de una forma intensa. Este bombardeo fue su error más destacable ya que la fuerza aérea de Gran Bretaña estaba a punto de desbordarse debido al gran número del que disponian. Este error fue interpretado como Hitler como una muestra de debilidad estratégica de Göring por lo que le mando cancelar la operación León Marino.

Todo esto junto a los numerosos errores producidos, por ejemplo, en la operación Barbarosa provocaron el declive político de Hermann Goering. Como punto final a la carrera política y militar de Göring diremos que su incompetencia le provocó la más absoluta discrimanación por parte de otros pesos pesados como Himmler, Goebbels y Speer.



A principios de 1945 Goering reclamó el poder del partido ya que, segun se cree, malinterpretó una decisión de Hitler de quedarse en un búnker de Berlín como una perdida del poder. Debido a este hecho, Goering fue tachado de traidor y se le arrebató todos sus poderes.

El deseo de no morir junto a Hitler



En 1945, ante el inminente colapso de la Alemania nazi, el mariscal del Reich, Hermann Goering, sucesor oficial de Hitler, estaba claramente decidido a no morir en el "Fuhrerbunker" de Berlín.
El día 20 de abril, tras presentar sus respetos a Hitler con motivo de su 56 cumpleaños, Goering se retira discretamente a Obersalzberg donde quedaría a salvo de la avalancha soviética que se cernía sobre la capital germana.

Pronto supo la decisión de Hitler de permanecer en Berlín hasta el final y quitarse la vida, llegado el momento. Las noticias recibidas en Obersalzberg, no obstante, eran confusas. Nadie sabía, en realidad, si Berlín había caído ya, si el Führer seguía con vida... Supo por su jefe de Estado Mayor, el General Koller, del comentario realizado días antes por Hitler, de que llegado el caso, "el Reichsmarshall se apañará mejor que yo para negociar con los aliados".

Ello le indujo a enviar un telegrama, preguntando si debía, en función del decreto del fúbrer de junio de 1941, asumir la jefatura del Reich en el caso de que Hitler "hubiese perdido su libertad de acción".
La consecuencia, también conocida, fue la fulminante destitución de todos sus cargos, gracias a la intriga montada por Bormann.
El comandante de las SS en Obersalzberg, Hans Frank, recibió órdenes para detener inmediatamente a Goering.



Su chalet fue rodeado y tanto él como toda su familia fue puesta bajo arresto domiciliario. A la mañana siguiente, el 2 de abril, Obersalzberg sufrió el mayor bombardeo que se registró en el área en toda la guerra. El 617º Escuadrón de la RAF arrojo sobre el complejo mas de 45.000 kilos de bombas, destruyendo casi todos los edificios. Aunque Goering y su familia no sufrieron daño alguno, se decidió que abandonaran el refugio de las montañas, para instalarse en el castillo de Mautendorf, al sur de Austria.

El deseo de la entrevista con Eisenhower

El 4 de mayo, tras conocer la noticia de la muerte de Hitler, Goering solicitó al mariscal de campo Kesselring, comandante en jefe de las fuerzas alemanas del Oeste, tropas para su protección. Al mismo tiempo se dirigía a Doenitz explicándole que era la persona indicada para llevar a cabo las negociaciones con los aliados.

El deseo de Goering no era otro, nada menos, que mantener un encuentro "hombre a hombre" con el comandante supremo aliado, el general Eisenhower. A tal efecto ordenó a Koller que requisara el castillo Fischhorn, para celebrar allí la entrevista.

El día 7, Goering envió al coronel Brauchitsch a las líneas aliadas, portando una carta dirigida a Eisenhower. La mañana siguiente, un destacamento de treinta hombres de la 36ª División de Infantería estadounidense, al mando del general Robert J. Stack, llegó al castillo de Fischhorn para tomar en custodia al mariscal del Reich. Sin embargo, a última hora Goering decidió no trasladarse a Fischhorn y se quedó en Mauterndorf.

Cansado de esperar, Stack se puso en camino a Mauterndorf, en el mismo instante en que, cómicamente, Goering y su comitiva partían hacia Fishhorn. En Radstadt, ambos grupos se encontraron en medio de un formidable atasco de vehículos militares.

El general Stack, sorprendentemente, estrechó de forma amigable la mano de Goering, escoltándole hasta Fischhorn. Cuando Eisenhower conoció la actitud de Stack, le reprendió severamente.

Es muy interesante lo que años más tarde escribió Emmy Goering, esposa del mariscal en sus Memorias, sobre aquellos momentos: "Stack telefoneó a Eisenhower y le leyó la carta de Hermann. El comandante en jefe aliado dijo que estaba dispuesto a recibir a Hermann al día siguiente, acompañado por el general Stack. Todos nosotros, según el, estábamos desde ese momento bajo la protección personal de Eisenhower".

El día 9 de mayo Goering fue separado de su familia y trasladado al cuartel general de la 36 División, creyendo todavía que iba a entrevistarse con Eisenhower. A su llegada se encontró con el general Dahlquist y, más tarde, con su homónimo estadounidense, el general Spaatz, jefe de la USAAF (Fuerza Aérea Norteamericana).

Acto seguido se convocó una rueda de Prensa con los periodistas del Ejército norteamericano, que se convirtió en una autentica sesión fotográfica, digna de las mejores estrellas de Hollywood.

Tanta cordialidad colmó la paciencia de Eisenhower, que desde su cuartel general en Reims ordenó que se le trasladara al centro de interrogatorios del 8º Ejército en Augsburgo, donde seria internado como prisionero de guerra ordinario. Al ser conducido al aeródromo, Goering se veía ya hablando con "Ike". Sin embargo, al pie del avión le confió a su ayudante: "Algo va mal, no hay ni escolta norteamericana, ni oficial alguno para acompañarme".

Robert Kropp, ayudante personal y valido de Goering durante muchos años, fue separado de su jefe y llevado a Augsburgo en otro avión. Cuando se reunió nuevamente con Goering, este había sido despojado de todas sus medallas y del bastón de mariscal. Tampoco lucía su uniforme especialmente escogido para la deseada entrevista con Eisenhower.

Juicio



Tras un último tratamiento de desintoxicación de morfina, fue juzgado en los Juicios de Núremberg por una infinidad de crímenes, entre ellos por "Crímenes contra la humanidad" y "conspiración de una guerra ofensiva".

Durante el juicio de Núremberg, Göering fue el primer acusado en tomar el banquillo. Göring además intentó subordinar a los demás convictos intentando erigirse como un líder de ellos, por lo que fue separado del resto.

Göering ya en vías de recuperarse de su adicción a la morfina, demostró estar en sus mejores momentos e intentó rivalizar con la inteligencia del Fiscal Robert H. Jackson, logrando en los primeros días del juicio causar en la prensa, una gran impresión de su persona y erigirse como un ideal ario emulando la retórica de Hitler.



Por un momento, Jackson pensó en declararse incompetente. Sin embargo, el fiscal poco a poco fue exhibiendo documentos y pruebas gráficas (películas), declaraciones de testigos y finalmente logró poner en jaque a Göering. La prueba más contundente y que finalmente hundió a Göring fue su participación en la llamada Conferencia de Wannsee, en la que se había establecido una aceleración para la Solución Final.

Pese a haberse defendido a sí mismo, como también al nazismo y al extinto líder Hitler, las pruebas exhibidas y además reconocidas por el mismo Göering respecto a conspiración, promover acciones para favorecer la guerra y crímenes en contra de la humanidad, fueron contundentes. Al final del juicio, Göering estaba derrotado y solo respondía con monosílabos, verborrea o fingía no escuchar.



Finalmente fue condenado a pena de muerte por la horca, principalmente por ser promotor de crímenes contra la Humanidad y también por ser, para los vencedores, una figura prominente del nazismo que se debía erradicar a toda costa de Alemania.

Göering, al igual que Wilhelm Keitel, rechazó la muerte por ahorcamiento debido a que esa pena solo se le infligía a los traidores en Alemania e intentó que fuese ejecutado por fusilamiento debido a su alto cargo, cosa que le fue denegada.

Sentenciado a morir en la horca el 1 de octubre de 1946, más de un año después de abrirse la causa, Goering se adelantó al verdugo quitándose la vida, al ingerir el contenido de una capsula de cianuro, el día 15 del mismo mes, pocas horas antes de la ejecución. 1946. En su celda se encontró una carta a su esposa Emmy en la que aseguraba que había sido el dueño de su propio destino, pero la difusión total de su contenido no se publicó por temerse a usarse como propaganda. Por su parte, Emmy no se libró tampoco de cumplir condena en un centro penitenciario de Straubing.
Nunca se supo cómo llegó el cianuro a sus manos, y es un misterio dada la extrema vigilancia a la que estaban sometidos los jerarcas nazis. Se sospechó de su mujer Emmy aunque tambien de que pudo haber sobornado a los guardianes.

El suicidio



La noche del 15 de octubre, hacia las 22, el doctor Pflucker visitó a Georing en su celda para administrarle, como cada noche, su sedante. "Para no sumirlo en un sueño demasiado profundo -recordó en sus Memorias- había vaciado la cápsula azul de Amycal y la había llenado con Natrium Bicarbonicum."

"No cabe la menor duda de que están preparando algo -dijo Goering-. Se ven muchas caras nuevas por los corredores y tienen más lámparas encendidas que de costumbre". Pflucker se despidió.

A las 22.45 el guardia que custodiaba al jerarca nazi volvió a mirar a través de la mirilla de la puerta de su celda, como hacía cada treinta minutos. La postura de Goering era la misma que el guardia había visto en el control anterior: estaba tumbado con los ojos abiertos sobre su cama, con la mirada puesta en el techo gris y las manos cruzadas sobre el pecho. Pero sus manos delataban un extraño nerviosismo: temblaban aferradas a la manta. Uno segundos después, los temblores alcanzaban todo el cuerpo.

La alarma cundió por todo el corredor. Se oyó el ruido de la apertura de pesadas puertas de hierro y el guardia y otro oficial se precipitaron en la celda. Un cura protestante llegó antes que el doctor Pflucker. Los temblores fueron cediendo, pero Goering estaba pálido, sudaba y respiraba con dificultad. Estaba muriendo.

"¿Está teniendo algún ataque al corazón?", le gritó Pflucker. No obtuvo respuesta. El médico tomó el pulso de Goering, luego se incorporó lentamente y afirmó: "Este hombre ha muerto". Más tarde, en la boca del criminal nazi fueron hallados restos de una cápsula de cianuro.

¿El soldado que envevenó a Goering?



Un antiguo guardia de prisión estadounidense afirmó que fue él quien, como cómplice involuntario, pasó a Hermann Goering la cápsula de cristal que contenía cianuro, con la que el brazo derecho de Adolf Hitler se suicidó y logró evitar la humillación de la horca.
Herbert Lee Stivers explicó al periódico Los Angeles Times que una joven alemana llamada Mona le engañó, haciéndole introducir en la celda de Goering una cápsula oculta en una pluma estilográfica.

A Stivers -según su testimonio- le explicaron que Goering estaba «muy enfermo», y que esa cápsula era su medicina. Stivers reconoce haber pasado notas en una estilográfica dos veces a Goering antes de pasarle la cápsula de cristal con lo que suponía que era su medicina. Cuando buscó a su nueva amiga para devolverle la estilográfica, había desaparecido. «Nunca volví a ver a Mona». comentaba Stivers.«No se me ocurrió la idea del suicidio... no creí que [Goering] pudiera ser un suicida».

Stivers, que ahora tiene 78 años, asegura que fue su propia hija la que le instó a confesar, tras casi 60 años de silencio, y que le terminó por convencer el hecho de que la eventual condena a la que se podría enfrentar por esta acción ya ha prescrito.

Inmediatamente después de hacerse pública la confesión de Stivers, distintos historiadores y expertos recibieron con precaución la versión del militar, que en el año de la muerte de Goering tenía 17 años. Para la mayoría de ellos, la versión es posible, aunque hoy en día no se puede verificar fehacientemente si se trata de ficción o de realidad.

Goering, jefe de la Fuerza Aérea y el sucesor del régimen nazi designado por Adolf Hitler, fue sentenciado a muerte por crímenes de guerra en octubre de 1946, tras un proceso en el que negó siempre la legitimidad del Tribunal de Nuremberg para juzgarle y defender al Tercer Reich.

El 15 de octubre de 1946, la tarde de su ejecución, un guardia le vio llevarse la mano a la boca y tragar algo a continuación. Al hacerse evidentes los primeros síntomas de su envenenamiento, los guardias pidieron asistencia médica pero, cuando ésta llegó, Hermann Goering había muerto.

Dejó además una nota dirigida a las autoridades de la ocupación aliada, en la que se supone, declaraba lo siguiente: «No habría mostrado ninguna objeción a morir de un disparo. Sin embargo, no pienso permitir la ejecución del reichsmarschall de Alemania en la horca. Por el bien de Alemania, no lo permitiré. Por otro lado, no siento ninguna obligación moral de rendirme ante el castigo de mis enemigos. Por esta razón, he elegido morir como el grandioso Aníbal».

«Goering me parecía un tipo agradable. Su inglés era bastante correcto y le gustaba charlar sobre deportes y béisbol. Era aviador, y me hablaba de Lindbergh», afirma Stiver. Antes de la guerra, Goering había entregado una medalla a Lindbergh, el primer hombre que cruzó el Atlántico en un vuelo sin paradas.