Autor de culto entre críticos y lectores, él mismo definió los paisajes de sus libros como "naturalezas muertas creadas por un equipo de demolición". Desde siempre su mirada ha sido apocalíptica y premonitoria.
Lo predijo casi todo: la llegada a la Casa Blanca de un actorcillo de Hollywood; el horror fascista de los centros comerciales; los perversos efectos psicológicos de la arquitectura fría; la pornográfica muerte entre hierros y plásticos de una princesa asediada bajo el subsuelo de una megaciudad por las hienas mediáticas; el ansia enferma por adquirir el último fetiche tecnológico; la paranoia mercan-tilizada por la corporación del terrorismo; la devastación justiciera del último de los dioses, el planeta moribundo; la reducción de la enseñanza universitaria a un único fin (prolongar hasta la madurez los valores más pueriles de la adolescencia)...
Nació en 1930 en la entonces colonial Shanghai y, desde 1962, escribe a mano mil palabras diarias
Incluso vaticinó el ámbito podrido del ladrillazo de la Costa del Sol española en la novela Noches de cocaína (1996), que se desarrolla en las blancas urbanizaciones andaluzas, "encantadoras, agradables y totalmente corruptas".
Mil palabras diarias
El gran predictor se llama James Graham Ballard (JG, sin puntos, prefiere) y se está muriendo. Hace dos años le diagnosticaron un cáncer de próstata que, a estas alturas, se ha extendido a la columna y a las costillas. Le queda poco.
Nació en 1930 en la entonces colonial Shanghai y, desde 1962, escribe a mano mil palabras diarias. Nada de pantallas límpidas o procesadores de texto para el forense del siglo xx. Sólo tinta para los análisis psicopatológicos y profecías (cumplidas) que, en más de cuarenta novelas y colecciones de relatos, diagnostican unos "tiempos masoquistas" acentuados por la desesperación, la psicosis y "la muerte del afecto".
La irracional civilización que avanza su obra y la realidad constatada colocan ahora a Ballard en primer plano por su anunciada defunción, el elegante retiro en la soledad de Shepperton (Reino Unido) y el reniego a los laureles de las tribus literarias y los gobiernos -rechazó la misma distinción monárquica que aceptan las estrellas del rock-. Hace unos meses salieron a la venta sus memorias, Miracles of Life (Mondadori las publicará en septiembre en español).
Empujado hacia la ciencia ficción por una catástrofe personal -la muerte, a los 34 años, de su mujer, víctima de una fulminante neumonía mientras la familia pasaba unas vacaciones en Alicante-, Ballard nunca puso su ojo en el espacio exterior ni se dejo subyugar por las utopías celestes.
Crash
Toda la producción literaria del autor de las subyugantes y a menudo perturbadoras (por cercanas) Crash, La exhibición de atrocidades, El mundo sumergido o Playa terminal se asienta en la Tierra, "el único planeta verdaderamente extraño", y se basa en la definitiva desintegración de los límites entre realidad y ficción.
. Si desde los años 60 Ballard creyó escribir sobre el futuro, en los últimos años sus novelas se han ido transformando en inquietantes y aterradoras descripciones de algo que se asemeja mucho más a la realidad.
"El mundo empezaba a florecer en heridas (...) Estas cópulas de genitales desgarrados y partes de automóviles componían una serie de módulos perturbadores, las unidades de la nueva moneda del dolor y el deseo" (Crash, 1979).
En Crash, una suerte de sinfonía de esperma y líquido refrigerante que fue llevada al cine por David Cronenberg, el protagonista está obsesionado con la idea de estrellar su auto contra el de Elizabeth Taylor, sueña con el momento del choque y con inseminar el útero de la actriz entre los metales retorcidos y calientes del automóvil. La exhibición de atrocidades (1971), prohibida por su capítulo-cuento "Por qué quiero cogerme a Ronald Reagan", aborda las posibles consecuencias mentales de la publicidad, las imágenes de torturas y los medios. En esa novela también queda por primera vezsarcásticamente demostrado el motivo del asesinato de Kennedy (el asesinato de J.F.K considerado como una carrera de automóviles cuesta abajo es un contrapunto tan esclarecedor como La Crucifixión de Cristo como una carrera de bicicletas cuesta arriba de Alfred Jarry). En Noches de cocaína, la violencia, las drogas y la prostitución son el aliciente que necesitan los dormidos resorts de la Costa Azul española para volver a despertarse de un millonario y aburrido letargo.
Falsa asepsia
Abogado del diablo de la falsa asepsia de la modernidad, en el sueño de la morfina que le administran estos días para mitigar el dolor del cáncer es fácil imaginar las visiones de Ballard. Él mismo las enumeró en What I believe (1984): "Creo en los órganos genitales de los grandes hombres y mujeres (...), en la muerte del mañana, en la fatiga del tiempo (...), en todos los artistas invisibles recluidos en los psiquiátricos del planeta (...), en el universo oculto dentro de los supermercados (...), en la fiebre (...), en las adolescentes, en cómo se corrompen a sí mismas (...), en los vellos púbicos que dejan en los baños de los moteles más infames".
Novelas
* El huracán cósmico, también publicada como El viento de la nada (1962)
* El mundo sumergido (1963)
* La sequía (1964)
* El mundo de cristal (1966)
* La exhibición de atrocidades (1970) (adaptación cinematográfica de Jonathan Weiss en el año 2000)
* Crash (1973) (adaptación cinematográfica de David Cronenberg, en 1997)
* La isla de cemento (1974)
* Rascacielos (1975)
* Compañía de sueños ilimitada (1979)
* Hola, América (1981)
* El imperio del sol (1984) (adaptación cinematográfica de Steven Spielberg, en 1987)
* El día de la creación (1987)
* Furia Feroz (1988)
* The Kindness Of Women (1991)
* Noches de cocaína (1994)
* Rushing To Paradise (1996)
* Super-Cannes (2000)
* Millennium People (2003)
James Graham Ballard, el escritor de ficción que predijo casi todo
Publicado por Daniel 0:34
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