Son el grupo más utilizado como soporte para vender la falsa promesa del eterno verano: canciones para escuchar en sandalias y en la arena. Sonrisas de satisfecha clase media, el coche de papá, la lata de cola, melodías irresistibles que prometen una vacación para el alma...Los Beach Boys, la música de la tierra prometida de sol y naranjales, California, la última frontera, donde, como dice una de las letras primerizas, la premisa era básica (y tontorrona): "dos chicas para cada chico".
Los Beach Boys era un grupo familiar de tres hermanos, un primo y un vecino
La discográfica EMI acaba de publicar una edición limitada de un lujoso cofre con los 16 primeros singles del grupo. Se titula US Singles Collection Box, cuesta una fortuna -más de 100 euros por Internet-, y agrupa, con las cubiertas originales, todos los sencillos y extended-plays de la banda entre 1962 y 1965: 64 canciones remasterizadas en estéreo para la ocasión.
Un grupo familiar
Sin duda, un capricho para fanáticos y una nueva jugada mercantil para explotar un legado suficientemente conocido. Pero también una prodigiosa excursión por la zona más brillante del pop de los primeros años sesenta, cuando los Beach Boys, un grupo familiar de tres hermanos, un primo y un vecino, eran la única banda que podía presentar una alternativa creativa a los Beatles, con quienes rivalizaban en las listas de éxitos y, más en broma que en serio, en planteamientos artísticos.
Aunque se les recuerda con frecuencia como la insignia de la música surf, esa lectura es demasiado básica e injusta. La escucha de I get around, California Girls, Wendy, Fun Fun Fun, Don't Worry Baby y otras canciones de sus primeros años les revela como un soberbio grupo de pop prístino y vuelve a demostrar que nadie les iguala en arreglos vocales.
Aquellos muchachos del barrio suburbano de Hawthorne, en el área metropolitana de Los Ángeles, cantaban como ángeles pero convivían con demonios: violentos malos tratos paternos, envidias fratricidas a flor de piel trasladadas con frecuencia constante a los tribunales, explotación desmedida por la avaricia ciega de la discográfica Capitol, ansias autodestructivas y un catálogo de desarreglos psicológicos con dimensión de vademécum.
El oído de Dios
El líder, compositor, arreglista y productor del grupo, Brian Wilson ("el oído de Dios" se le ha llamado por su instinto melódico natural), tuvo que retirarse de los escenarios en 1965 atacado por la ansiedad y el pánico. Siguió trabajando en el estudio, pero las cosas empeoraron.
Durante varios años se entregó a la disipación y las drogas, cayó en obsesiones y disparates, enfermó de bulimia, se recluyó en la aparente seguridad de su cama y terminó en las manos de un desalmado terapeuta new age que lo explotó económicamente y lo convirtió en un pelele. Ahora circula por el mundo en conciertos lastimosos: balbuceante, leyendo en un teleprompter las letras de las canciones, aparentando tocar un piano desenchufado.
Su hermano Dennis, batería del grupo y uno de los grandes disolutos de los años sesenta, se enganchó a todas las drogas, se coló en todos los dormitorios, flirteó a cambio de sexo con jovencillas de la familia del psicópata Charles Manson y, tras desayunar una botella de vodka el Día de los Inocentes de 1983, murió ahogado a los 39 años bajo el muelle donde había fondeado el velero Harmony de sus tiempos de millonario.
Tras el fallecimiento (cáncer, 1998) de Carl Wilson, guitarrista, benjamín y estabilizador emocional del grupo, los Beach Boys empezaron a funcionar como una entidad mercantil franquiciada, un folleto turístico musical sobre el ideal de California. Tocan en cualquier sarao con músicos mercenarios y algún ex miembro del grupo.
Dicen que suenan bien, pero sólo engañan a Julio Iglesias -con el que han compartido escenario más de una vez-, a rancios políticos conservadores, que los aplauden como patrimonio nacional, y a sectarios ciegos.
Sólo queda la pureza radiante de las sinfonías adolescentes que reúne US Singles Collection Box y la certeza numérica.
Los Beach Boys han colado su música en los corazones del mundo. En el hit parade de todos los tiempos de Billboard, la revista de referencia de la industria musical, los Beatles figuran en el primer lugar con 72 canciones. En el segundo, con 57, están los Beach Boys.
Momento decisivo: marzo de 1967 Abandono de ‘Smile’
El disco que iba a cambiar el panorama de la música pop se convirtió, por la paranoia incapacitante de Brian Wilson (a veces inducida por el LSD y las anfetaminas), en un ‘disco fantasma’, el Santo Grial de una época. En 2004 fue reconstruido con menos pasión y un tufo artificioso. Mejor optar por las grabaciones pirata del original
Tres citas obligadas para poner los sentidos a tono
Una pelicula
‘Brian Wilson: a Beach Boy’s tale'’. El único documental no zalamero sobre la perturbada vida de los Beach Boys y Brian Wilson. Si el espectador desea conocer, sin intermediaciones interesadas, la tragedia de los autores de tanta música exquisita, ésta debe ser la opción. Problema: es difícil de encontrar. * Morgan Neville, 1999. A&E. Descatalogada.
Un disco
‘Pet Sounds ’ Para gran cantidad de músicos, el mejor disco de todos los tiempos. Aunque el aserto es opinable, no adolece de razones. Trece canciones sobre la pérdida de la inocencia arregladas con un registro casi sinfónico y una enorme valentía en el uso de instrumentos. Los Beatles, asustados, retrasaron Sgt. Pepper’s... cuando lo escucharon. * Edición 40º aniversario. CD y DVD. Emi, 2006. 7,95 €.
Un libro
‘Bendita locura’. Una anomalía: este libro está escrito por el mismo periodista que firma esta página. Una justificación: es la única biografía editada en castellano sobre Brian Wilson, su grupo y su tormentosa epopeya. Una verdad: compré a los 9 años el primer disco y desde entonces son mi salvaguarda. *J. A. González. Edt. Milenio, 2001. 30 €.
El lado tierno de Dennis el Travieso
La historia tenía una deuda por saldar con el más canalla (y el más guapo) de los Beach Boys, Dennis Wilson (1944-1983), a quien desde niño apodaron Dennis el Travieso, por su gusto por el lado gamberro de la vida. Su único disco como solista, Pacific Ocean Blue, editado en 1977, era una joya descatalogada y casi inencontrable.
La discográfica Legacy acaba de remediar la injusticia con una edición de lujo que también incorpora una veintena de canciones para un segundo álbum, Bamboo, que Wilson abandonó por la adicción a la cocaína y el alcohol que lo llevó a una muerte prematura.
Era el único de los Beach Boys que sabía hacer surf y el menos dotado musicalmente, eclipsado siempre por el brillo casi solar del hermano mayor, el gran Brian, pero en Pacific Ocean Blue –una obra crepuscular y triste– sorprendió con un striptease emocional donde ejerce sin concesiones la autocrítica sobre su carácter de macho man explosivo.
El hombre que se paseaba por Hollywood con los amigotes en un coche con la leyenda The Golden Penetrators (Los penetradores dorados) impresa en los costados pide clemencia y perdón en baladas y medios tiempos rugosos, de tono góspel, en las antípodas de la música vibrante y juvenil del grupo de sus hermanos.
Vía: 20 minutos
Por José Angel González