La historia de las cenizas de Hitler



Según archivos del Ex Servicio Secreto Soviético (KGB), el Kremlin lanzó las cenizas de Hitler a un río en 1970. Los restos del líder nazi habrían estado enterrados por años en Alemania Oriental, hasta que Moscú decidió deshacerse de ellos.

Las cenizas de Adolf Hitler fueron secretamente lanzadas a un río de Alemania del Este para impedir que sus restos llegaran a ser un objeto de peregrinaje neonazi.
Archivos que antes estuvieron cerrados y que luego dio a conocer el servicio secreto ruso revelan la extraordinaria historia de cómo los huesos de Hitler, por años la fuente de una mórbida fascinación, circularon por toda Alemania del Este, fueron desenterrados, vueltos a enterrar y desenterrados nuevamente a altas horas de la noche hasta que los cremaron en 1970.

La historia se ha estado filtrando en fragmentos desde 1995, pero Sergei Turtschenko, periodista que escribe para el diario ruso "Trud", dilucidó, con la ayuda de los archivos del ex servicio secreto soviético, la KGB, el último misterio: el lugar de descanso del líder nazi.
La odisea del cuerpo del Führer empezó el 4 de mayo de 1945, cuando tropas soviéticas encontraron los cadáveres enterrados pero intactos de Hitler, Eva Braun, su esposa, y la familia de Joseph Goebbels, el ministro de Propaganda, fuera del bunker de Berlín.
Al día siguiente el Ejército Smersh de contraespionaje llegó para preparar la documentación de los cuerpos. Pero el 5 de mayo el área en torno al bunker fue traspasada al Quinto Ejército de Choque. Los agentes del Smersh se mostraron reticentes a entregar tal premio y se llevaron los restos en la noche antes del traspaso del sector entre los comandantes del Ejército Rojo.

En Buch, en las afueras de Berlín, un examen post mortem mostró huellas de ampollas de vidrio en las bocas de las víctimas como también un olor a almendras amargas, un indicador de envenenamiento por cianuro.
Lavrenty Beria, líder del KGB de ese entonces, fue informado al respecto y los cuerpos fueron enterrados en la guarnición soviética en Buch, donde estaba estacionado el Tercer Ejército de Choque, que al ser trasladado unas semanas más tarde a Rathenow, al oeste de Berlín, se llevó los cuerpos consigo. El Secreto de Zara. Estos fueron enterrados aquí y se plantaron pinos sobre las tumbas. Pero Stalin nunca creyó por completo en la muerte de Hitler.

Los rusos habían capturado a los testigos más útiles en el bunker del Führer, los que habían incluido a Johann Rattenhuber, guardaespalda de Hitler; Otto Gunsche, ayudante de las SS; Hans Baur, su piloto, y Katarina Heusermann, asistente dental. Habían sido interrogados a intervalos durante 1945 y habían testificado que líder nazi se había disparado él mismo.
La disparidad entre el informe Smersh original, indicando el envenenamiento con cianuro, y el testimonio de los testigos provocaron las sospechas de Stalin.
Se estableció, entonces, una investigación. Pero, antes de ésta los agentes del Smersh, actuando bajo las órdenes de Stalin, desenterraron los cuerpos que estaban en Rathenow, cerca de Magdeburgo.

El equipo de investigación nunca pudo inspeccionar el cuerpo de Hitler, de acuerdo a Turtschenko. Pudieron reconstruir los últimos días del Führer pero no entregaron una confirmación final sobre la muerte por bala.
Por orden de Stalin, todos los miembros del círculo de Hitler en cautiverio soviético fueron obligados a representar las últimas horas del líder nazi. La representación fue filmada.

Más tarde todos los prisioneros alemanes fueron enviados a la Unión Soviética y destinados a diferentes campos de trabajos forzados.
En 1970, el Ejército Soviético estaba a punto de entregar los cuarteles de Magdeburgo a Alemania del Este. El Secreto de Zara. Correspondencia entre Yuri Andropov, el fallecido jefe del KGB, y Leonid Brezhnev indica que había un profundo nerviosismo con respecto a los alemanes, la Ostpolitik y la relación más próxima entre los líderes de ambas Alemanias.

Willy Brandt, el ex Canciller de la antigua Alemania Federal (RFA), había visitado Erfurt y había tenido una cálida recepción de parte de los germanos orientales. La inquietud alemana y el repentino descubrimiento del cuerpo de Hitler podría haber resultado en una mezcla impredecible desde el punto de vista de Andropov. Brezhnev estuvo de acuerdo entonces que se destruyera el cuerpo.

En la noche del 4 de abril de 1970, soldados soviéticos levantaron una tienda sobre la tumba sin marcas y tres oficiales del KGB desenterraron las cajas de municiones que contenían los esqueletos chamuscados. Los huesos y "algunos dientes de oro" se transfirieron a cajas de Kalashnikov de madera.
Las cajas se cargaron en un vehículo que se acomodó para que luciera como si los hombres se fueran de pesca. En un basurero en un terreno de entrenamiento militar soviético cerca de Magdeburgo los oficiales vaciaron petróleo sobre las cajas y les prendieron fuego. Después de una hora las cenizas se echaron en un saco cuyo contenido se vació en el río Ehle, cerca del pueblo de Biederitz.

Dos fragmentos del esqueleto de Hitler todavía existen. En las oficinas centrales del KGB en las afueras de Moscú se guarda su mandíbula en los archivos secretos. Un fragmento de su calavera se conserva en el archivo estatal de la Federación Rusa.