Los liquidadores de Chernobyl



Dejaron sus vidas expuestas a una gran radiación para limpiar los deshechos del desastre. De los 600 mil, ahora solo quedan vivos 250 mil.

El 26 de abril de 1986 se produjo el accidente nuclear más grave de la historia. Aquel día, durante una prueba en la que se simulaba un corte de suministro eléctrico (y cuyo objetivo, paradójicamente, era mejorar la seguridad de la central), un aumento súbito de la potencia en el reactor 4 de la Central Nuclear de Chernóbyl, al norte de Ucrania, produjo el sobrecalentamiento del núcleo del reactor que terminó provocando la explosión del hidrógeno acumulado en su interior.

Los Liquidadores de Chernobyl fueron los encargados, a costa de sus propias vidas, de neutralizar en la medida de lo posible las consecuencias de una explosión atómica de proporciones 200 veces a las bombas de Hiroshima y Nagasaki juntas.
Estas personas, soldados, mineros, obreros de la construcción o simples funcionarios, realizaron trabajos en condiciones de exposición radiólogica extrema.
Y, en la mayoría de las ocasiones, sin tener conocimiento del peligro al que se sometían, dado el caracter del regimen totalitario de la URSS.



Sin embargo, a día de hoy, colectivos que agrupan a los Liquidadores supervivientes, muestran su orgullo por haber realizado, aunque la mayoría en ese instante no lo sabían, una tarea colosal y heroica que, a pesar de llevarse sus vidas, sin duda ha salvado y sigue salvando muchas otras, sobre todo futuras.

El primer acercamiento en helicóptero evidenció la magnitud de lo ocurrido. En el núcleo, expuesto a la atmósfera, el grafito ardía al rojo vivo, mientras que el material combustible y otros metales se habían convertido en una masa líquida incandescente. La temperatura alcanzaba los 2.500 °C y en un efecto chimenea, impulsaba el humo radiactivo a una altura considerable.



Se cree que entre 600.000 y un millón de personas participó en los trabajos alrededor del Chernobyl entre 1986 y 1992, intentando minimizar las consecuencias del desastre del 26 de abril. Estos auténticos héroes, que trataron de paliar los efectos de la extensión de los materiales radiactivos que fueron despedidos a raíz de la explosión, recibieron el nombre de Liquidadores.

Fueron bomberos, obreros, soldados y voluntarios que se encargaron de apagar los incendios y construir el sarcófago, estructura diseñada para contener la radiación liberada durante el accidente. Estas personas se arriesgaron a construirlo sin equipo protector y absorbieron gran cantidad de radiación. Ese gran servicio a la humanidad resultó fatal para miles de ellos, y dejó graves secuelas en muchos otros. Casi todos sufrieron efectos secundarios y algunos murieron, aunque las cifras no se conocen con exactitud.

Ellos eran personas que sabían, a ciencia cierta, que iban a morir por realizar un trabajo y que, así y todo, lo realizaban. Despues de la explosión, y con la inteción de sellar el reactor nuclear que seguía emitiendo ( y lo sigue haciendo) dosis extremas de radiación, se construyó el famoso Sarcófago.



Durante las tareas previas a la construcción de esta estructura se detectó que, en lo que quedaba del tejado de la central, había restos esparcidos de las barras de grafito y restos de combustible nuclear, arrojadas allí por las colosales proporciones de la explosión que destrozó todo el edificio.
Estos materiales debían de ser arrojados, desde aquel tejado, al interior de lo que en su momento era el nucleo del reactor.



Para esta tarea, al principio, trataron de emplearse medios mecánicos, como robots teledirigidos.
Pero la cantidad de radiación era tal que dichos robots, al poco tiempo de funcionamiento en esas condiciones, terminaban por estropearse, pues sus circuitos se veían afectados y dañados por la exposición.
Obviamente, el trabajo debía de ser hecho por operarios humanos.
Estos operarios, denominados Biorobots, trabajaron durante una semana arrojando aquellos desechos desde lo que quedaba del tejado.



En periodos máximos de dos minutos (cuando 45 segundos ya suponían una dosis letal de radiaciones) más de 3000 personas, sobre todo soldados, realizaron la mortal tarea.
"Protegidos" con corazas improvisadas de plomo, que los semejaban a guerreros medievales, y que pesaban unos 30 kg, cada grupo de Biorobots salía a la azotea y arrojaba uno o dos bloques o paladas de restos contaminados al fondo del reactor.
A día de hoy, el 50% de ese grupo particular de Liquidadores, ha fallecido y, el resto, presentan en casi la totalidad de los casos, daños irreversibles.

Ese grupo de personas, junto con los pilotos de los helicópteros (fallecidos todos a los pocos dias) que sobrevolaron el nucleo en los instantes posteriores a la explosión para arrojar diversos materiales para detener la fisión del nucleo y su incendio son dos de los actos humanos que más me han sobrecogido.
Fueron 600.000 personas, hoy en día quedan vivos 250.000, el resto murieron al poco tiempo por la radioactividad. Gracias a estos señores que lograron tapar el nucleo, hoy Europa sigue siendo habitable.

El valor de estas personas evitó una catástrofe todavía mayor y su labor fue posteriormente reconocida por el gobierno de la Unión Soviética siendo condecorados con una medalla, en agradecimiento a su sacrificio.

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