El Experimento de Milgram



La tortura como experimento

En 1963 un profesor de psicología de la Universidad de Yale comenzó a desarrollar una serie de pruebas experimentales con el fin de determinar el nivel de obediencia en una persona cuando esta obediencia entra en directo conflicto con sus valores morales y humanos. Tras una larga serie de experimentos que dejaron atónitos a todos, ya que los resultados eran realmente inesperados, Milgram publicó en 1974 su obra: Obedience to Authority: An Experimental View -Obediencia a la Autoridad: Una Visión Experimental- en la que exponía con lujo de detalles lo acontecido.

El primer experimento de la serie transcurrió en la Universidad de Yale. Con el fin de reclutar individuos de prueba se realizó una solicitada en un periódico local, buscando personas de cualquier tipo y sin requerimiento previo alguno. Como recompensa se ofrecía una cierta cantidad de dinero y solo se debía participar en un simple experimento. Al aviso acudieron varias personas de distintos niveles, desde cuasi analfabetos hasta doctorados. Una vez en el lugar donde transcurriría la experimentación las personas, las cuales entraban individualmente y no en grupo, eran saludadas por el líder del proyecto el cual las introducía a otra persona, un actor cómplice al experimento, como si éste fuera un participante más con el que harían juntos la prueba. Acto seguido les comunicaba que el experimento se basaría en estudiar el aprendizaje bajo castigo y presión indicándoles que uno tomaría el rol de “maestro” y el otro el de “alumno”.

Por supuesto la prueba estaba arreglada para que al actor siempre le toque el puesto de “alumno” y a la persona el de “maestro”. A causa de esto la persona creía que era en el “alumno” en el que se realizaba el experimento e ignoraban que en realidad serían ellos utilizadas como conejillo de indidas. Luego de repartir los roles eran separados en dos habitaciones diferentes, donde podían oírse pero no verse. Tras esto, al “maestro” se le daba un shock de 45 voltios indicándoles que esa sería la graduación más baja que el “alumno” recibiría, y que con cada respuesta errada el voltaje iría aumentando. AL iniciar el test las respuestas estaban estratégicamente ubicadas para fuera cuando fuera necesario, por lo que el voltaje, y por ende el dolor del “alumno”, se incrementaría gradualmente. En la etapa final el alumno no sólo gemiría y golpearía las paredes del dolor, sino que además comunicaría sus problemas cardíacos.



El Resultado

De los 14 especialistas a los que Milgram había pedido un ensayo sobre que esperar en las reacciones de los individuos, todos, unánimemente, establecieron que sólo un 1.2% de los estudiados presentaría una conducta lo suficientemente sádica como para llegar al final del test. Sin embargo, la realidad fue mucho más espeluznante: de las personas en las que se realizó el experimento un 60%, a pesar del llanto y los pedidos de clemencia de la víctima, llegaron a aplicar el shock final de 450 voltios. Curiosamente, la gran mayoría de los que llegaron al final lo hicieron bajo una inmensa presión y un gran dolor interno, muchos presionaban el botón temblando y algunos otros incluso se largaron en lágrimas mientras hacían las preguntas. Sin embargo, muy pocos se negaron a no obedecer. El experimento fue variando y siendo repetido decenas de veces a lo largo de los años. En todos los casos el resultado fue muy similar.

Los datos obtenidos en el experimento superaron todas las expectativas. Si bien las encuestas hechas a estudiantes, adultos de clase media y psiquiatras, habían predicho un promedio de descarga máxima de 130 voltios y una obediencia del 0%, lo cierto es que el 62'5 % de los sujetos obedeció, llegando hasta los 450 voltios, incluso aunque después de los 300 el alumno no diese ya señales de vida.

Por supuesto, aquí es necesario añadir que el alumno era en realidad un cómplice del experimentador que no recibió descarga alguna. Lo que nuestro ingenuo participante escuchaba era una grabación con gemidos y gritos de dolor que era la misma para todo el grupo experimental. Tampoco se asignaba el papel de maestro o alumno al azar, ya que en ambas hojas estaba escrita la palabra maestro. Sin embargo, estas personas no supieron nada del engaño hasta el final de experimento. Para ellos, los angustiosos gritos de dolor eran reales y aún así la mayoría de ellos continuó hasta el final.

Lógicamente, lo primero que se preguntaron los atónitos investigadores fue cómo era posible que se hubiesen obtenido estos resultados. ¿Eran acaso todos ellos unos sádicos sin corazón? Su propia conducta demuestra que esto no era así, pues todos se mostraban preocupados y cada vez más ansiosos ante el cariz que estaba tomando la situación, y al enterarse de que en realidad no habían hecho daño a nadie suspiraban aliviados. Cuando el experimento terminaba muchos se limpiaban el sudor de la frente, movían la cabeza de un lado a otro como lamentando lo ocurrido o encendían rápidamente un cigarro. Tampoco puede argumentarse que no fuesen del todo conscientes del dolor de las otras personas, pues cuando al finalizar el experimento les preguntaron cómo de dolorosa pensaban que había sido la experiencia para el alumno, la respuesta media fue de 13'42 en una escala que va de 1 (no era dolorosa en absoluto) a 14 (extremadamente dolorosa).

Interpretaciones

El profesor Milgram elaboró dos teorías que explicaban sus resultados:

* La primera es la teoría del conformismo, basada en el trabajo de Solomon Asch, que describe la relación fundamental entre el grupo de referencia y la persona individual. Un sujeto que no tiene ni la habilidad ni el conocimiento para tomar decisiones, particularmente en una crisis, lo cual llevará la toma de decisiones al grupo y su jerarquía. El grupo es el modelo de comportamiento de la persona.

* La segunda es la teoría de la cosificación (agentic state), donde, según Milgram, la esencia de la obediencia consiste en el hecho de que una persona se mira a sí misma como un instrumento que realiza los deseos de otra persona y por lo tanto no se considera a sí mismo responsable de sus actos. Una vez que esta transformación de la percepción personal ha ocurrido en el individuo, todas las características esenciales de la obediencia ocurren. Este es el fundamento del respeto militar a la autoridad: los soldados seguirán, obedecerán y ejecutarán órdenes e instrucciones dictadas por los superiores, con el entendimiento de que la responsabilidad de sus actos recae en el mando de sus superiores jerárquicos.

Según Milgram, lo que sucedió fue que los sujetos entraron en lo que él llamó "estado de agente", caracterizado por el hecho de que el individuo se ve a sí mismo como un agente ejecutivo de una autoridad que considera legítima. Aunque la mayoría de las personas se consideran autónomas, independientes e iniciadoras de sus actos en muchas situaciones, cuando entran en una estructura jerárquica pueden dejar de verse de ese modo y descargar la responsabilidad de sus actos en la persona que tiene el rango superior o el poder. Recordemos que los individuos del experimento accedían voluntariamente a realizarlo, aunque en ningún momento les dijeron que estarían en una situación en la que tendrían que obedecer órdenes. Tampoco era necesario.

La estructura social del experimento activaba con fuerza una norma social que todos hemos aprendido desde niños: "Debes obedecer a una autoridad legítima", entre ellos los representantes de instituciones universitarias y científicas (o los profesores en los colegios), policías, bomberos, oficiales de mayor rango en el ejército, etc. Cuando el sujeto entra libremente en una organización social jerárquica, acepta, en mayor o menor medida, que su pensamiento y sus actos sean regulados por la ideología de su institución.